Odisea de incidentes, la corrida conclusiva deja dos orejas

Odisea de incidentes, la corrida conclusiva deja dos orejas
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  • praxedis_razo

Alegría de sol, acababa una temporada de muchos indultos con la convalidación del bisoño Hermoso de Mendoza y un Saldívar y un Hermosillo, que abrió y cerró la estación grande en La México, que querían irse a manos llenas.

En ancas de Alquimista confirmó el padre al hijo Hermoso, y su toro, Confirmado de Los Encinos y sus 517 kilos, llegó, bragado, muy reservón con un rejón de castigo, pasó mal por el tercio banderillero por la emoción del convalidado. No obstante, Guillermo se lució mucho ante un cornivuelto que lo dejó estar hasta un aviso en pleno descabello. Aplausos y abucheos por la interpretación.

El dato. Es la segunda vez que un padre confirma a su hijo en la Plaza México; en ambos casos se ha tratado de matadores peninsulares: los Capea y los Hermoso.

Vallehermoso, castaño bajito suelto, astado de casi la media tonelada, de la casa Bernardo de Quirós, fue la primera suerte de Pablo Hermoso. Mejor exponiendo con el cuerpo por delante, que en sí mismo era un tiro de muleta ante un burel que a ratos se encelaba y a ratos se desentendía. Con buenos pares de avivadores le quedó el rejón de muerte en buen lugar y acabó pinchando igual que el hijo.

De Santa Fe del Campo, Burlador, entrepelado enmorrillado rajón de 493 de fuerza, rabicano alto y tardo salió avanto para un Arturo Saldívar con ganas de triunfar, de hinojos, vestido de terciopelo noche y platería. Juan Pablo González, con la lanza, coronó el primer tercio; Jorge Luna y Huerta, con los rehiletes, menos que cumplidores. Brindando a los tendidos inició en el centro por todo lo alto, serio, y de ahí muleteó serenamente. Por naturales, muy abajo, a medias tandas, arreciaba Arturo a su noble y despuntó también por la diestra, disfrutando de la codicia del animal.

Toreado, por espaldas e invertidamente, Saldívar la veía clara con una escarcha de aire que le impidió hacer más cosas al matador, quien buscó en las dozantinas que el toro no aprovechó; incluso robó muletas antes de entrar, renovándose, en la espada. Faena de mérito, petición y oreja para el coleta hidrocálido; arrastre lento para la ganadería zacatecana.

Parrandero B, hermano del anterior, 567 kilogramos de morrillo cárdeno, cornivuelto listón, se desentendió del camote de José María Hermosillo, azul y oro recamado, y al puyazo muy pellejero de Ángel Juárez, comenzó a galopar. Bricio tuvo apuros con el ritmo cambiado del bicho con los rehiletes; lo mismo Gorostieta, que casi no pudo poner sus pares, dejando dominar al animal en el ruedo.

Sin dudar, por doblones impuso una faena de prueba de firmeza. Siempre por lo bajo, aguantando enormidades al frenazo del astado, fue creciendo en las tandas, pisándole los terrenos, y poco a poco y con suavidad fue sometido. Sin recorrido, Hermosillo dio pases por lo redondo, unificando al público en el clímax de su planteamiento muleteril, lástima que en la toledana no ha estado igual de eficiente. Con dos avisos y un interminable descabellar.

Charro, 501 de peso entrepelado, musculoso, pero desparramando la vista a Pablo Hermoso, le costó poner atento al toro de Los Encinos en su primer tercio. En su segundo, el cornúpeta perdía el equilibrio y a una distancia mínima, iba por nota con su tercer caballo de guerra, sin lucir.

El más pesado de la noche, alto, 572 kilos, capacho enmorrillado, zaino listón, fue la segunda suerte de Saldívar. Jugador no se empleó en el capote, desmontó a los dos caballos; Domínguez y Delgado, sobresalientes; Ayala y Campero, en sus papeles; banderilleros García y Huerta al tercio por su entrega. En la muleta de ventarrón, entre arreos, el toro de Santa Fe se defendió desentendiéndose y con insensata petición mayoritaria de indulto, Arturo dejó estocadón que no venciera a su enemigo prontamente. Con un aviso y abucheos para el coleta, Jugador salía con ingratas ovaciones.

Hugela, largo cárdeno de Los Encinos, fue el segundo toro de Guillermo Hermoso de Mendoza, con el que devino la gloria tan sobrada de Hermoso hijo. En segundo tercio se atoró con un par de banderillas y su cinturón. El confirmado se iba ligando, pasado de lidia, con una peluda de peso. Charrasqueado, cornalón largo de dos pelos y enmendado la plana, se lo pasó por delante, bien por derechas, jugándosela de cerrojazo.

Vicens taurina

En la cosmogonía de las escritoras mexicanas salta a la vista Josefina Vicens por varios motivos; el principal es que de su parca producción literaria todo brilla. Sus dos novelas, El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982) son estudiadas, releídas por nuevas generaciones con mucho interés, con intensa devoción. De sus varios guiones para cine, Las señoritas Vivanco (De la Serna, 59) y Los perros de Dios (Del Villar, 73), como un par de ejemplos de peso, quedan huellas de haber sido siempre una apuesta que ella recogió.

Poco se sabe de su afición a la tauromaquia, y menos se ha leído a su alter ego taurino, Pepe Faroles, con el que firmó mínimo un año completo de invenciones taurófilas en su propio proyecto hemerográfico, la revista Torerías, título tan alto y popular como La lidia, El redondel o Sol y sombra, pero de una vida efímera y crítica, una barrera que exploró un punto de vista incómodo y lleno de humor y buenas letras en el taurinismo mexicano, a ratos plagado de hieratismo y falsas imposturas.

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