Un completo desconocido de James Mangold

FILO LUMINOSO

Elle Fanning como Sylvie Russo y Timothée Chalamet en el papel de Bob Dylan.
Elle Fanning como Sylvie Russo y Timothée Chalamet en el papel de Bob Dylan. Foto: Searchlight Pictures

Una de las certezas irrevocables de la cultura popular es que nadie sabe qué pasa por la cabeza de Bob Dylan, músico, premio Nobel, confuso y cambiante símbolo de la rebelión y la domesticación cultural, enigmática leyenda viviente. Un completo desconocido de James Mangold no trata de definir a este personaje caprichoso, volátil e inasible, sino que parte del libro Dylan Goes Electric: Newport, Seeger, Dylan and the Night That Split the Sixties de Elijah Wald, por lo que únicamente trata de elaborar un retrato del folclorista transformado en icono pop, en el tiempo entre su llegada a Nueva York, en 1961 a los 19 años, y el festival de Newport de 1965 en el que desilusionó, enfureció, fascinó y revolucionó al mundo de la música al amotinarse e integrar instrumentos electrónicos en su presentación, desobedeciendo a todos los que habían creído y confiado en él.

El primer gran riesgo de Mangold fue dar el papel de Dylan a Timothée Chalamet, un actor demasiado famoso que optó por cantar él mismo las canciones, con una voz nasal, titubeante, sofocada y fabulosa, que el propio Dylan reconoció que era tan mala como la suya. La decisión de no utilizar pistas pregrabadas es un acierto fundamental ya que la voz del actor grabado en el set da una calidad de realismo vibrante a esas piezas glorificadas por generaciones y que son incluidas completas. Herejías semejantes y que también resultaron aciertos fueron cometidas por Oliver Stone cuando dejó cantar a Val Kilmer en el papel de Jim Morrison en The Doors (1991) y por el propio Mangold en Walk the Line (2005, donde Joaquin Phoenix cantó las canciones de Johnny Cash y Reese Witherspoon lo acompañó en el papel de su esposa June. El segundo y más grave riesgo fue intentar una biopic de una estrella de esta magnitud.

LA RELEVANCIA DE ESE EPISODIO de la vida de Dylan es mayúscula ya que va de la visita a su héroe Woody Guthrie (Scoot McNairy) en un sórdido cuarto de hospital donde agoniza del mal de Huntington, a conocer a Pete Seeger (Edward Norton) quien lo lleva a la escena de la música folk neoyorquina donde conoce a Joan Baez (Monica Barbaro) y eventualmente a la artista y activista Sylvie Russo (Elle Fanning un tanto desperdiciada interpretando a Suze Rotolo, de la portada de The Freewheelin’ Bob Dylan) con quienes tiene amoríos. En su primera cita con Sylvie entran a un cine aparentemente al azar y ven La extraña pasajera (Now, Voyager, Irving Rapper, 1942) en la que una introvertida y amedrentada Bette Davis en el papel de Charlotte Vale se transforma en una mujer de mundo al liberarse de la opresión materna. Al salir, Sylvie concluye que Vale se ha encontrado a sí misma, Dylan en cambio interpreta que la protagonista ha construido una identidad para liberarse de su pasado. Ese episodio anuncia que la principal creación de este cantante y compositor es Bob Dylan. El tema dominante de la cinta es lo evasivo que es Dylan al respecto de su nombre (Robert Zimmerman), su origen, su ambición y su ideología. De tal forma evade la responsabilidad y compromiso tanto con ambas mujeres como con el público que comienza a adorarlo. El músico cambia la rebeldía social de sus canciones de protesta por una insurrección en contra de la industria y sus seguidores que quieren encasillarlo. Su naturaleza camaleónica ya había tratado de asirla Todd Haynes en la formidable y transgresora I’m not there (2007) en la que seis actores interpretan las fases de la vida de Dylan (poeta, profeta, criminal, impostor, mártir y estrella): Christian Bale, Marcus Carl Franklin, Richard Gere, Heath Ledger y Cate Blanchett. Asimismo, el documental Don’t Look Back de D. A. Pennebaker filmado en 1965 y estrenada dos años después, muestra magistralmente la forma en que Dylan va inventándose entre los escenarios, interpretando a un personaje frente a la cámara.

DYLAN ALCANZA EL ÉXITO con asombrosa velocidad a pesar del fracaso de su primer disco para el cual Columbia le impone grabar covers de canciones clásicas. El segundo disco con su música dispara su carrera y si bien eso representa el desahogo económico, no viene acompañado por la libertad creativa que anhela. Los romances aquí tienen la función de enfatizar su malestar con la estabilidad y las expectativas, aunque su ruptura con Baez durante una gira marca una fractura con la imagen que había construido en esos años de la fama inicial y así comienza la transformación. Dylan trata a Baez con una mezcla de admiración, deseo y condescendencia al decir que su música es “Bonita, tal vez demasiado bonita” y más tarde la compara con decoración de consultorio médico. Pero nada en la relación de estos dos artistas es más reveladora que su interpretación a dúo de “It Ain’t Me Babe”, en donde la música, las miradas, las sonrisas y las palabras resumen su relación como un obús que atraviesa a Sylvie. Si bien es obvio que Mangold manipula detalles y eventos (al eliminar datos, encuentros y situaciones fundamentales) de esos años para construir una historia manejable y centrada en sus personajes, acierta al no presentar a Dylan como un héroe y al no intentar mostrar su proceso creativo. Su arrogancia y carácter antisocial han sido explorados, criticados y celebrados en infinidad de obras a lo largo de las décadas. Su “traición” a un auténtico gigante como Seeger, su desprecio por la tradición revolucionaria y su desafío a quienes veían en el folk una forma libre de la influencia capitalista que tomaba por asalto a la música (representada por los instrumentos electrónicos), son mostrados como actos de insolencia más que de libertad personal. La adaptación del libro por Mangold y Jay Cocks, ofrece una visión panorámica del momento histórico, desde los clubes en el Village hasta la tensión nuclear de la Guerra Fría, a través de la mirada inquieta y hasta cierto punto cínica del joven Dylan.

UN COMPLETO DESCONOCIDO es una instantánea que podemos atrevernos a llamar modesta, ya que no trata de revelar más que lo que ha podido y escogido enmarcar. Como el título (cita de una de las canciones transgeneracionales mas emocionalmente potentes jamás grabadas) indica, Mangold nunca trata de asir o explicar a Dylan ni siquiera en el contexto de esos años turbulentos marcados por sus desafíos, un magnicidio, los Beatles, la bomba atómica y la guerra de Vietnam. Lo que ofrece es una ficción que se desprende del relato de Bob Dylan y si bien puede parecer poca cosa, las extraordinarias actuaciones y la entrañable música (a la cual muchos recurrimos continua e inevitablemente en busca de santuario) alcanzan niveles conmovedores y la hacen una de las mejores cintas de ese horror que fue el año 2024. Así que podremos burlarnos del muchacho predilecto del cine de hoy tratando de hacerla de Dylan, pero en lo personal prefiero agradecerle sus 40 imitaciones virtuosas, comenzando por esa demoledora apropiación falsa y honesta como pocas que hace de “Song to Woody”.