Amanda de la Garza: 15 años de esperanza

ESGRIMA

Amanda de la Garza
Amanda de la GarzaFoto: proa.org
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Curadora de avanzada en las prácticas contemporáneas del arte, directora general de Artes Visuales del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), de la UNAM, Amanda de la Garza es una voz que nos invita a reflexionar sobre la importancia de impulsar el acompañamiento de los públicos en el espacio museístico, a 15 años de existencia de una promesa que se convirtió realidad incontestable de la escena artística hispanoamericana.

¿Qué significan seis millones de visitantes en 15 años del MUAC?

Es una cifra que nos da mucha alegría y nos entusiasma para seguir haciendo nuestro trabajo. Sobre todo porque se trata de propuestas atrevidas, interesantes y complejas, prácticas únicas. Me siento emocionada de ver que el MUAC ha consolidado un lugar con públicos diversos para estas prácticas artísticas.

¿Cómo era el panorama del arte contemporáneo antes del MUAC?

Activo en espacios independientes, en algunas instituciones que comenzaban tímidamente a mostrar interés. Durante los años 90, los artistas eran un magma que creaba sus propios volcanes. El arte contemporáneo nació en los artistas con un profundo interés por crear arte en un lugar distinto. Por supuesto, había museos que estaban dispuestos a mostrarlo, como el Carrillo Gil, entre otros. Entonces el MUAC surge de un creciente interés por tener un espacio donde sea posible ver, exhibir y revisar el arte contemporáneo.

Desde entonces, ¿qué ha pasado en este rubro, tan vital en nuestro país?

La escena ha crecido muchísimo. México, históricamente, ha sido un lugar muy conectado de forma global con el arte, desde la época de los muralistas (a principios del siglo XX), y eso sigue pasando hoy, con el arte contemporáneo. En otras palabras, muchos museos y también curadores siguen de cerca lo que sucede en nuestro país, por lo consolidada que se encuentra esta manera de hacer arte. Hay un crecimiento, por un lado, ahora sí institucional, en la formación de curadores y, por otro, en el ámbito de las ferias de arte; a nivel comercial se mueve mucho. Se vive un momento interesante. Percibo progresión y desarrollo, desde entonces.

El número 15 parece ser un umbral muy mexicano, ¿cómo se vive hacia dentro del MUAC?

Al inicio se trató de mucha dedicación y esfuerzo porque queríamos ser un museo nuevo, además del reto de construir una audiencia. La curiosidad de qué programas se presentarían, junto con el reto de consolidarse en un país donde la comunidad cultural tiene condiciones no óptimas y desiguales de trabajo. Siempre estuvo latente en el público la pregunta de hacia dónde iba el proyecto.

En ese sentido, la UNAM cobijó en especial esa infancia del museo, donde el trabajo giraba en torno a las expectativas. Pero ahora ya estamos en un momento de consolidación, con una identidad definida, en la que el MUAC ya es líder institucional en nuestra región, y una instancia reconocida, por ejemplo, en toda Iberoamérica. Se ha convertido en un espacio en el que una comunidad internacional está muy al pendiente de lo que pasa. Así es el inicio de una madurez como museo, como proyecto.

Su colección hoy es un faro del arte contemporáneo, ¿cómo se vive desde el propio museo?

En México no existe otra colección semejante. Tan específica, pública, y que además tenga un componente de archivo y de diseño, que es el último ingrediente que se añadió a la línea de trabajo del museo en los últimos cuatro, cinco años. Los artistas, sus nombres, su número en la colección es algo que nos motiva a seguir, pues ha sido un enorme esfuerzo incorporar sus obras, ya sea por adquisición, donación de los artistas que generosamente han planteado que su obra quede enmarcada en el MUAC —contribuyendo a nuestra idea—, o por pago en especie.

En los museos no sólo se producen experiencias estéticas, sino encuentros, algo que se ha perdido

A través de la colección se crea una perspectiva histórica del arte contemporáneo en México. Sin duda alguna, eso permite generar una mirada de lo que somos y de lo que hemos sido, mediante las exhibiciones que hemos hecho y que seguiremos haciendo, y gracias también a la investigación, que va transformándola en referencia para el coleccionismo público. Sus obras reflejan también una tarea ardua, con muchos esfuerzos visibles e invisibles dentro del Museo. Quizá una parte muy activa que no se puede ver tan fácilmente es que al ser obras de una colección pública se convierten en patrimonio nacional, resguardadas y cuidadas de forma permanente, y eso demanda todo un proceso para deliberar sobre su incorporación —una serie de comités que avalan su pertinencia—, y todo un proceso de manejo para su preservación —un equipo de profesionales que han ido desarrollándose casi en paralelo que el Museo. 

El Centro de Documentación Arkheia, el gran cerebro documental, ¿cómo se ve 15 años después?

Es una idea pionera que fue fundada con el MUAC. Resulta inédito que un museo se conciba con su propio archivo, que abarque el arte contemporáneo en su fase de creación. Involucra cuidar de forma apropiada y profesional los archivos, avanzar sobre su incorporación, pero también atender los propios procesos archivísticos —catalogación, revisión, preservación de orden patrimonial— es ya todo un tema para el Museo.

Pero Arkheia también tiene sobre sí la difusión como base de múltiples investigaciones, para iniciativas de los curadores, de publicaciones, en fin, para un conjunto muy amplio de colegas que profundizan sobre temas, periodos, prácticas, que es al final lo que nos muestra una construcción de las líneas argumentales de la historia del arte en México. Como deber de la institución, ser capaces de propiciar esta parte es quizá lo más importante.

En el contexto de un país violento, violentado, donde uno va siempre a los lugares calculando adversidades como parte de un plan de trabajo, ¿qué clase de lugar es el MUAC?

Considero que los museos, sobre todo en América Latina, representan un espacio de reflexión, un espacio crítico para pensar al mundo, desde el arte, en donde las prác-ticas artísticas contextualizan y tienen relación con su sociedad. Es distinto a otros espacios sociales, precisamente desde donde se puede trazar una perspectiva sobre el contexto general de violencia que mencionas.

Y al mismo tiempo son espacios de encuentro, de disfrute, de gozo, en donde no sólo se producen experiencias estéticas en términos amplios, sino encuentros, algo que en las sociedades contemporáneas se ha perdido por la violencia, la carencia. Éstos han sido sustituidos por experiencias compradas en centros comerciales y otro tipo de formas, exclusivamente de consumo.

En los museos se da un encuentro significativo con las obras, con los artistas, con los públicos, que son otros que ahí se encuentran, que se dan cita para mirarse. Los museos todos son espacios de esperanza.