Asterix y compañía

Asterix y compañía
Por:
  • praxedis_razo

Para banquetes jamás temidos por ningún jabalí, la obra de Albert Uderzo. Sólo en la saga de los galos Asterix y Obelix se han cocinado tantos suculentos cerdos salvajes como inmarcesibles e irrespetuosos chistes xenofílicos. Con la muerte de Uderzo, el pasado martes 24 de marzo, se cerró un gran capítulo en la gastronomía jabalina, tras décadas de haberse mantenido con el apetito sincero de uno de los autores más influyentes en el imaginario historietista de todo el mundo.

Si César y sus Galias trascienden, en gran medida se deberá a la atinada conjugación de los talentos de dos franceses, Uderzo y René Goscinny, a quienes unió el esfuerzo editorial de los belgas Georges Troisfontaines y Jean-Michel Charlier, en su búsqueda de una nueva mitología de la historieta infantil después de terminada la Segunda Guerra Mundial.

En medio de la Europa en crisis que los Aliados trataban de reconstruir políticamente, desde Bélgica se comenzó a desarrollar una cultura visual con mucho empuje. Todos los diarios buscaban tener su sección de entretenimiento narrativo e incluso surgían revistas exclusivamente con ese propósito. En ese torbellino de nueva producción industrial del cómic europeo conjugaron su trabajo los dos talentosos dibujantes, argumentistas y editores franceses, quienes inventaron algunos de los personajes más famosos que ha gestado la gráfica popular del mundo entero.

Muy en el espíritu de su tiempo, Asterix es una suerte de irónica guía de turistas a través de lo que hoy nos parecen estereotipos de una Europa que, tras seis años de guerra, había perdido todo rastro de rostro conocido. Con desbordado buen humor, Goscinny y Albert, ambos hijos de emigrantes —polacos el primero e italianos del norte, el segundo—, fundaron la publicación semanal parisina Pilote.

Se habían conocido ocho años antes, mientras trabajaban en los periódicos belgas. Pisando con pies de plomo decidieron idear un personaje típicamente francés que, al mismo tiempo, divirtiera a los lectores y levantara la moral de manera singular.

[caption id="attachment_1143484" align="alignnone" width="696"] Fuente: Les Éditions Albert René[/caption]

ECOS Y SUTILEZAS

Durante el otoño de 1959, en la mesa de un café modesto y sólo quince minutos después de pensarlo, según presumía Uderzo, René y él lo vieron claro: el capítulo clásico que legó Julio César sobre la resistencia gala les serviría de pretexto para dialogar con su actualidad. Contemporáneas de la nouveau roman en las corrientes literarias, de la nouvelle vague de la cinematografía, del desarrollo de movimientos de ruptura muy relevantes en la música, el teatro y la plástica, las aventuras de Asterix se impusieron en los años sesenta desde Francia.

Ubicar la acción de sus personajes hacia el año 50 antes de Cristo, en vez de alejar a un lector ávido de los acontecimientos inmediatos, lo hizo cómplice del escarnio hacia los regímenes que, en el periodo entreguerras, buscaron en lo prerromano un rasgo identitario que justificara su ansiada supremacía. La clave histórica dio a los creadores del cómic total holgura.

Así, donde Uderzo dibujó águilas legionarias, se puede sobreentender la referencia a las diseñadas por el fascismo; ahí donde Obelix acomoda golpazos de ensueño entre los soldados de los campamentos romanos, se pueden reconocer los múltiples gestos de il Duce, entre otras sutilezas de la era nacionalsocialista en la Francia de Vichy. No es casual que, al poco tiempo de estrenarse, en 1961, llegó la caricaturización más cruel concebida en las aventuras del guerrero galo, dedicada a los nazis: Asterix y los godos.1 Por si fuera poco, esta clave histórica me ha hecho ver en los brutos piratas, sempiternos derrotados en la inmensidad de sus naufragios, a la turba que conformaba la leve ocupación Aliada en la Europa de la Guerra Fría.2

"Albert Uderzo, el repartidor de menhires, dio a esos monumentos de la prehistoria la expresividad que nadie le había dado a una piedra en los cómics".

PASARELA DE FAMOSOS

Además de las veladas invocaciones en clave histórica, nunca dejaron de dibujar coordenadas de la actualidad. Ingeniosos, Albert y René introdujeron como figuras invitadas a personalidades del momento: aparecieron, entre muchos otros, los Beatles, el joven Jacques Chirac, Jean Marais, Enzo Ferrari. Igual recrearon escenas del Satiricón de Federico Fellini que a James Bond en la figura de Sean Connery; lo mismo convocaron a los Dupont y Dupond (Hernández y Fernández en español) de Tintin, que a Guy Lux, El Gordo y el Flaco, Kirk Douglas y Charles Laughton, estos últimos en sus respectivos papeles en Espartaco, la película de Kubrick. Más recientemente, Schwarzenegger, Berlusconi y Assange fueron objeto de la mofa de los historietistas.

A Brigitte Bardot se le reservó el honor de hacer una aparición estelar en la primera película animada producida por ellos mismos, a través de los efímeros Studios Idefix, pioneros de la animación industrial en Francia. Las doce pruebas de Asterix (1976) es, hasta hoy, el más exitoso filme de los galos entre los trece que se han producido.

GENIAL JUEGO DE ESPEJOS

Pocas veces se menciona la altura argumental que, para 1976, casi dos décadas después de su creación, habían alcanzado las aventuras de Asterix. En ese año los libros ya estaban traducidos a todas las lenguas de Europa y Asia; se editaban simultáneamente en cada una de las treinta editoriales que los albergaban a lo largo y ancho de todo el mundo. Entre ellas estaba la de Juan Grijalbo, editor catalán exiliado en México, con la que se surtía a toda Hispanoamérica.3 Hoy, los libros cuentan con 107 versiones (entre idiomas, lenguas muertas e inventadas), 1,460 ediciones, 380 millones de ejemplares vendidos.

Entonces, Uderzo y Goscinny se dieron el lujo de criticar el sistema financiero en una de las mejores entregas de la saga, Obelix y compañía. En ella se complacen evidenciando —para economistas niños y no tan niños— el cruel círculo capitalista a partir del valor de una de las piezas fundamentales en el repertorio de la caricatura: los menhires o monumentos megalíticos. En 1977, enseguida de ese capítulo y mientras preparaban Asterix en Bélgica, una vuelta al clásico La guerra de las Galias como un genial juego de espejos, René Goscinny murió de un infarto en la misma clínica en la que esperaba turno para atenderse. Uderzo concluyó las últimas páginas, ya sin su colega, quien se había consagrado como guionista de la serie. Lo hizo en tono nebuloso, con el pretexto de que “Caía la noche; la lucha era ardiente y sin gloria, César tenía la ofensiva y casi la victoria...”, un luto jamás antes visto en la historietografía.

Pasaron tres años antes de que el dibujante daltónico se animara a dar otra vez vida al rijoso héroe de Armórica; lo hizo adaptando discretamente, en La gran zanja, el drama de los Capuleto y los Montesco. Casi le cae el cielo encima (unívoco temor de los guerreros galos). Muchos rechazaron el proyecto, otros dieron cuenta de que el microcosmos de los galos debía prevalecer y encontrar en otras generaciones el aliento de su primer impulso: confrontar temperamentos mientras se juega con equivalencias históricas, explorar desde la irreverencia las ideas en torno a lo propio y a lo ajeno.

[caption id="attachment_1143485" align="alignnone" width="709"] La mancuerna creativade Albert Uderzo y René Goscinny. Fuente: Egmont Ehapa Verlag[/caption]

REPARTIDOR DE MENHIRES

Fue Uderzo quien se percató del poder patrimonial que Asterix ya acarreaba en la cultura visual. Muy pronto él mismo apareció, al estilo de Alfred Hitchcock, dentro de sus viñetas, orgulloso de su proyecto. Luego se dedicó a trabajar algunas revisiones: revivió textos que René había inventado en medio del éxito de la historieta, en 1965, y los ilustró para uno de los números más queridos por los coleccionistas, Cómo Obelix se cayó en la marmita del druida cuando era pequeño (1989). Para Lo nunca antes visto (2003) rescató momentos sobresalientes que se habían traspapelado, como en El libro de oro (2009). Así dejó constancia de la conciencia que tuvo sobre su obra.

Se despidió dejando en buenas manos su legado que sigue examinando, en clave histórica, el presente. Ha coincidido, por ejemplo, que en Asterix en Italia, penúltimo título de la colección, los guerreros galos se enfrentan a un ídolo de las carreras llamado Coronavirus, quien resulta ser un Julio César que, en esa ocasión, quiere aplastar las autonomías en la península itálica.

Albert Uderzo, el verdadero repartidor de menhires, dio a esos monumentos de la prehistoria el protagonismo y la expresividad que nunca nadie le había dado a una piedra en el mundo de los cómics. Los menhires hoy están de luto. Sin duda llegaron al imaginario del arte contemporáneo gracias a este dibujante que los tomó para hacer de ellos un modelo brutal de lo afable, sólida y mordaz que pudo haber sido una cultura que se obstinó, valiente, en perdurar al margen de los totalitarismos de siempre.

Notas

1 A esta última batalla mencionada, por cierto, le crecería cola en la República Federal Alemana: el célebre caricaturista Rolf Kauka, editor responsable de la llegada de los pequeños galos a Bonn, se apropió a tal grado de los personajes, adaptándolos a las circunstancias, que se convirtieron en un panfleto camuflado contra la ocupación aliada explicada a los niños.

2 Con todo, la gran venganza-homenaje con los yanquis tardaría en llegar: ¡El cielo se nos cae encima! (volumen 33, 2005). Vale la pena mencionar que uno de los últimos esfuerzos de Goscinny antes de morir estuvo dedicado a buscar en el público de Estados Unidos un éxito que nunca llegó más allá del primer álbum, Asterix el galo. El problema era que las prensas de las tiras estadunidenses exigían la reducción de los globos de texto, hecho al que los creadores se negaron rotundamente.

3 Larga también es la historia de la presencia de Asterix en lengua española. Al principio, hacia 1976, quedó en manos de los historietistas catalanes Víctor Mora y Jaume Perich, quienes se dieron muchas licencias para traducir, incluso cambiaron los nombres de entrega a entrega, a lo largo de treinta años. Una de las polémicas vigentes, a propósito de este tema, es el uso de la tilde en la é tanto de Asterix como en Obelix, pues ese acento en francés no señala una sílaba como tónica. Desde fines de 2018 se mexicanizaron muchas de las expresiones en una nueva traducción de los álbumes, editados por Salvat, a cargo de Ruy Albarrán.