Belafonte en el Alicia: la última tocada

En una cuadra sospechosamente a oscuras (sumado al hecho de que hace poco pintaron en la cortina del local
consignas neonazis), Belafonte Sensacional se presenta por última vez en el Multiforo Cultural Alicia.
Durante casi tres décadas, este sitio de Avenida Cuauhtémoc 91-A ofreció una pluralidad de experiencias
“vibrantes” y esta noche, una vez reinstalada la energía y con un buen slam, Belafonte se luce,
pero no borra la nostalgia anticipada que dejará la ausencia del Alicia en un montón de corazones chilangos.

Belafonte Sensacional en el Foro Alicia, 2019.
Belafonte Sensacional en el Foro Alicia, 2019.Foto: commons.wikimedia.org
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Hoy, la noche de la Ciudad de México resiste tintineante. Los ecos de la pandemia han acabado con varios de los espacios donde se construyó una cultura que se traga constantemente a sí misma y nos regresa lo que somos de diversas formas: a veces hostil, a veces necia; por momentos floreciente, y cuando más suerte tenemos, nos lo entrega también bailando.

Son cada vez menos los lugares que sobreviven, en los que uno puede renacer a media madrugada con un zumbido en los oídos, sabor a cerveza en la garganta y una sonrisa dibujada en la cara tras dejarlo todo en un slam. Aquellos que lo hacen ya son otros, pues la ciudad cambia constantemente y deja de ser ella misma noche tras noche. Los chilangos estamos habituados a vivir en la garganta de un monstruo que muta de piel y no nos deja más opción que hacerle frente con los mismos huevos: gritando y con ganas de prenderle fuego a todo.

Al dar vuelta por la calle de Colima, rumbo al Multiforo Cultural Alicia, escucho la voz de Israel Ramírez, acompañado de su pandilla. Estamos en la colonia Roma. El cartel en la marquesina anuncia el último, último, ahora sí último, destroy del Belafonte Sensacional junto a Trillones y Joyce Musicolor, en uno de los recintos que más luz ha arrojado sobre la cultura musical, no sólo de la Ciudad de México sino de todo el país, en los últimos casi 27 años.

Lo que registro vagamente, a lo lejos, es que no hay luz en el recinto. Mientras termino el último bocado de una hamburguesa recién comprada en el puesto de la esquina, los miro caminar de reojo en sentido contrario al mío, bajo una luz amarilla que enmarca muy bien el cuadro: una pandilla de cabrones eléctricos, extravagantes y vergueros. Decido no im-portunarlos, aunque me siembran la duda de lo que estaría pasando en el Alicia.

El anuncio del cierre del local ubicado en Avenida Cuauhtémoc 91-A fue hace ya más de un año. Eso nos ha dado chance de dosificar la nostalgia y al mismo tiempo ha creado un efecto de Pedro y el Lobo por todas las veces que se ha advertido el suceso por parte de Ignacio Pineda (Nacho Alicia pa’ los cuates y la persona al frente del proyecto desde su origen). La realidad es que ya nadie le cree que cierre, aunque ésta vez parece que va en serio.

Noto que el local contiguo tampoco tiene luz. Camino para ver si sucede lo mismo en el Alicia y efectivamente, de toda la cuadra, en ese par de lugares es exactamente donde falta la electricidad. Volteo a los edificios para corroborar y noto que los departamentos de arriba no tienen ese problema.

EN EL BAR DE AL LADO, la oscuridad no impide que me haga de una mesa improvisada en la banqueta y me pida una caguama. La información corre de primera mano. A los asistentes se nos pide aguantar. Nacho da varias vueltas con la intención aparente de conseguir rentada una planta de luz. Alguien habla a la CFE para que vayan a revisar el servicio. El hecho de que el corte sea exclusivamente ahí es de por sí sospechoso, pero además nos enteramos de que vulneraron la cortina del local y otros detalles del inmueble con pintas neonazis, lo que acentúa la sospecha de un intento de boicot. ¿Quién chingados querría boicotear un saludable concierto de Belafonte?

Para Nacho, los posibles responsables de las pintas son un grupo de ultraderecha que también hace conciertos en la Ciudad de México. Un motivo más para confirmar que la hosti-lidad y el oscurantismo son dos raíces impo-sibles de erradicar en esta ciudad, sobre todo en tiempos de encontronazos ideológicos.

SI ALGO HA HECHO BIEN Belafonte Sensacional es crear una identidad con el chilanguismo más outsider y misfit de la ciudad. Un culto alrededor del NEL, esa palabra que está hecha exclusivamente para negar, es utilizada por ellos y sus feligreses para reinventar lo que son. Con ella reniegan de todo lo que les quieran imponer. ¡Ni madres!, acá nadie les dice qué hacer. Quien muerde la galleta del NEL tiene muy claro lo que es pertenecer a esa pandilla, pues también ha recorrido las sucias calles del eterno DF en la madrugada y ha tirado la piedra con las mismas ganas de romper el cristal del otro lado. De serlo todo, apostando desde la derrota.

Cuando llega la CFE se le recibe con aplausos. Dan más de dos vueltas y pasan por la banqueta frente a los asistentes. Aún hay mucha incertidumbre. Tras un primer acercamiento con la luz, que llega y se va repentinamente, nos sentimos contra las cuerdas. Pero seguimos ahí, con los pies firmes. Tras otro par de intentos por fin regresa la energía y esta vez se mantiene. Todos afuera festejamos el gol como argentinos en Catar. ¡A huevo, tenemos toquín!

Al entrar, el show va de menos a más, el baile sube de tono con Trillones, proyecto de Polo Vega. Electrónica mexicana de calidad. Todo es risas entre camaradas, pero la emoción se eleva cuando entra Belafonte. Las letras de Israel Ramírez se meten en los oídos como hormigas caminando en círculos. Podemos sentir cómo la noche se nos escurre por los pies.

Con los primeros acordes de “Ponte al tiro” siento un codazo en el riñón. Ahora sí tenemos slam. Son el tipo de canciones que se cantan a coro, para sentir la hermandad. A lo lejos observo cómo alguien rocía su cerveza tibia sobre el resto de asistentes, como si fuera champán.

Esto es una ofrenda al chilanguismo disfrazada de fiesta de despedida. Nos desborda la euforia. Cada movimiento de baile son nuestras ganas de meterle un chispazo a la antorcha y encenderlo todo. Llegan las cumbias ñeras y chiclosas con Joyce Musicolor. Para cuando termina de arder el fuego, el remanso es acuoso, hipnotizante. Ha sido una noche histórica.

Se dice que vivimos el último jalón de conciertos en el Alicia. La amenaza es seria. Se va uno de los recintos más vibrantes que ha tenido la inmensa Ciudad de México. La historia podrá contarse diferente con los años, pero la noche mexicana se sostendrá ardiendo, por ahora tintineante, con la mecha que cargamos junto al fracaso colectivo.

Con el baile y el destroy.