Diez años sin Whitney

El corrido del eterno retorno

Whitney Houston
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janis Joplin, Amy Winehouse y Whitney Houston comparten similitudes escalofriantes. Las tres lucharon contra los complejos que su físico les deparó y poseían una voz que eclipsó sus respectivas épocas, las tres sucumbieron a sus adicciones y lucharon incansablemente por algo que la vida les negó de la manera más tenaz: el amor.

Los momentos más tristes que nos ha legado la pantalla en los últimos tiempos, a través del documental, son: uno, la postal que llegó al motel la mañana después de que Janis murió de sobredosis, donde su entonces crush le anunciaba que se reuniría con ella para por fin consolidar su amor (Janis: Little Girl Blue, 2015); dos, el instante en que se difunde la noticia del deceso de Amy Winehouse tras un amague de sobredosis (Amy, 2015); y tres, la noticia de que encontraron el cuerpo sin vida de Whitney Houston en un hotel (Whitney, 2018).

Tanto Janis como Amy soportaron una gran cantidad de dolor, pero a diferencia de Whitney su sufrimiento, como su fama, ocurrió a la velocidad del sonido y se fueron de este mundo a los veintisiete años. A la Houston le tocó cargar con su desconsuelo bastantes años. Que la consumieron, la martirizaron y se la arrebataron al mundo.

Si en el mundo masculino la maldición de Robert Johnson pende sobre las estrellas de rock, en el femenino existe otro tipo de maldición. Una que le depara a las poseedoras de grandes voces una existencia de flagelo. Detrás de Janis, Amy y Whitney están las historias de otras cantantes que también tuvieron una vida tormentosa. En especial Billie Holiday, quien debió pagar un precio muy alto por su afición a las sustancias. De entre los muchos documentos que retratan su circunstancia, tanto en video como en libro, uno de los mejores es Con Billie Holiday. Una biografía coral, de Julia Blackburn (Libros del Kultrum, 2019), que da la talla justa del mito en que llegó a convertirse Lady Day.

Cayó en las garras de una de las peores plagas de los últimos tiempos: el crack

Es con Billie que Whitney se conecta de una manera también aterradora. Así como a Holiday, a Houston le tocó cargar con demasiado. Su frágil fisonomía con su enorme fortaleza les permitieron enfrentar todo aquello al tiempo que sacaban sus carreras adelante. Y la muerte de Whitney, aunque no ocurrió a los veintisiete sino a los cuarenta y ocho, también puede considerarse una tragedia.

Las credenciales de Whitney son sencillamente apabullantes. Salió del coro de la iglesia bautista de Newark a hacer de corista nada menos que de Lou Rawls. De ahí en delante cosechó logro tras logro y éxito tras éxito. El descubrimiento por parte del productor de la Columbia Records, Clive Davis, fue definitorio. La disquera que hizo a Miles Davis y otras tantas figuras protagonistas de la historia de la música condujo el talento de Whitney hasta la cima. Parte de esta historia se cuenta en el estupendo documental Clive Davis. The Soundtrack of Our Lives (2017).

Entre las preseas que Whitney cosechó en vida se cuentan dos premios Emmy, seis Grammy, treinta Billboard Music Awards, veintidós American Music Awards, etcétera, hasta sumar 411 premios durante toda su carrera y la condecoración de la Guía de Récords Guinness como la artista más multipremiada de la historia. Su éxito trascendió los escenarios e impactó en el cine con El guardaespaldas, junto a Kevin Costner. De la banda sonora se desprenden dos de sus mayores hits: “I Will Always Love You” y “I Have Nothing”, ésta última de un registro vocal fuera de órbita.

Pero como ocurre casi siempre en estos casos, la fama erosionó la personalidad de Whitney, quien pese a todos sus galardones continuaba siendo una chica sencilla. Y como sucede con la gente que rodea a un artista de su magnitud, la fama se convirtió también en un problema para su familia. Además de toda la complejidad que la atañía en la cumbre, tuvo que enfrentar la puñalada trapera de su padre, quien la demandó. La pelea por el dinero la desgastó en lo emocional, lo que aunado a sus problemas maritales —se reveló después que Bobby Brown la golpeaba—, la empujaron al carril de alta velocidad de la adicción, de donde muy pocos consiguen escapar. Un súperpoder que a Whitney le falló de entre todos sus súperpoderes.

Cayó en las garras de una de las peores plagas de los últimos tiempos: el crack. Aunque la droga la mató, la traición y el desamor la empujaron al abismo; en ningún momento dejó de sentir pasión por Bobby. Y se fue al otro mundo como una mujer enamorada.