A favor del prestigio canino

Al margen

Edvard Munch, Perro enojado, acuarela, 1938-1940.
Edvard Munch, Perro enojado, acuarela, 1938-1940.Fuente: Museo Edvard Munch
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Me he convertido en una acumuladora de perros, no me apena admitirlo. No contenta con tener en casa a una manada de tres, adopté recientemente a un cuarto can y, si soy completamente sincera, podría sumar muchos más compañeros de cuatro patas a ella, si el espacio de mi casa y mi cartera me lo permitieran. Quizá sea por esta nueva responsabilidad que de pronto me encuentro reflexionando sobre la poca reputación de la que gozan los perros en relación con sus más grandes rivales, los gatos, cuando de cultura se trata.

LOS GATOS TIENEN MAYOR prestigio artístico e intelectual que los perros. Han sido inmortalizados en numerosas obras literarias, desde los cuentos de Edgar Allan Poe hasta las páginas de Natsume Soseki, y no son pocos los lienzos que los retratan. Entre amantes de los gatos se cuentan figuras monumentales de la cultura y las letras, como Alejandro Dumas, Angela Carter, Charles Baudelaire, Aldous Huxley, Charles Dickens, Doris Lessing, y desde luego, Carlos Monsiváis, probablemente el más grande coleccionista de felinos. Los pintores tampoco han sido indiferentes a sus encantos: Salvador Dalí, Gustav Klimt, Henri Matisse y Remedios Varo son algunos admiradores suyos. Todos ellos en al menos una ocasión se vieron inspirados por sus compañeros bigotudos.

En cambio, no hay musicales populares dedicados a los perros, ni mucho menos antologías de poesía que inspiren espectáculos de ese tipo, como es el caso de Cats, la famosa puesta en escena de Broadway, y el libro Old Possum's Book of Practical Cats, de T. S. Eliot, en el que está basada. No lo voy a negar: los gatos tienen una elegancia particular y su carácter nocturno les brinda un aire misterioso que explica su protagonismo literario. Tampoco hay que olvidar que estas mismas características los han convertido en personajes de culto, muy presentes en la mitología y los relatos fantásticos de diversas culturas alrededor del orbe, presencia que continúa muy viva en nuestro imaginario, sobre todo en estas fechas de embrujos y apariciones.

Las plumas y los pinceles que se han dedicado a retratar perros quizá sean menos numerosas. Sin embargo, estos animales también han tenido una íntima relación con el mundo intelectual y artístico, aunque quizá más sutil. Ya he relatado aquí el excepcional talento del pintor francés Pierre Bonnard para representar la cotidianeidad de los perros y su relación con nosotros, pero han sido muchos más los artistas y escritores que han tenido un vínculo muy particular con ellos. Rescato algunas de esas historias con la esperanza de abonar a la defensa del prestigio canino.

Cualquier listado de artistas famosos con sus perros debe iniciar con un dachshund, mejor conocidos como perros salchicha pues, por algún motivo que nunca he podido entender, es una de las razas más socorridas entre pintores. El más famoso en este sentido ha sido, sin duda, Lump, la adoración de Pablo Picasso, quien le dedicó toda clase de obras, incluido un plato de cerámica. Pocos canes pueden ufanarse de haber comido directo de una escultura del artista. El pequeño salchicha llegó a la vida del malagueño a través de uno de sus amigos, el fotógrafo David Douglas Duncan; era, en realidad, su perro.

Duncan lo llevó en una visita a la casa del pintor y fue amor a primera vista; no volvieron a separarse y el alargado cuerpo de Lump se convertiría en un tema más para Picasso.

El perro más famoso ha sido Lump, la adoración de Picasso,
quien le dedicó toda clase de obras, incluido un plato de cerámica

OTRO PINTOR QUE CAYÓ bajo el encanto de los dachshund fue David Hockney. Esta raza llegó a la vida del artista británico en la década de los ochenta, como respuesta al duelo que vivía tras la pérdida de varios amigos durante la epidemia de VIH. Stanley y Boodgie, nombres con los que bautizó al par de salchichas que adoptó, se convirtieron así en sus fieles compañeros, pero también en sus musas, protagonizando la serie Dog Days (Días de perro), que expuso en 1995. Permea en esas obras un profundo amor por ellos, los retrata en sus actividades más cotidianas: durmiendo, comiendo, sentados... Hay una mirada no tan distinta a la que tenemos quienes pasamos las horas fotografiando a nuestros canes y subiendo sus fotos a nuestras redes sociales.

Finalmente, en la genealogía artística de los salchicha no puede faltar Archie, el primer perro de Andy Warhol. El del pintor más famoso del pop art es quizá de los pocos casos de conversión canófila, pues antes de la llegada de Archie fue más bien una persona de gatos. Fascinado por su nuevo amigo peludo, Warhol comenzó a realizarle retratos, así como a su compañero Amos, otro salchicha que llegó un poco después. Ambos fueron inmortalizados en sus tan conocidas serigrafías de vibrantes colores. El propio Warhol llegó a posar con Archie bajo la lente de Jamie Wyeth. Así, sus dachshunds también tuvieron sus quince minutos de fama.

Quizá el artista con el que más me identifico cuando de amores caninos se trata es Edvard Munch, autor del grito que ha inquietado a generaciones de espectadores por su angustia existencial. El noruego no discriminaba, ni por raza ni por tamaño: llegó a tener desde un san bernardo hasta un fox terrier. Su afición por los perros es tan conocida que incluso ha llevado a algunas descabelladas teorías sobre su obra más famosa, pues hay quienes aseguran que El grito fue en realidad un intento por pintar a su spaniel —debo admitir que me encantaría que eso fuera verdad.

Si bien nunca lo podremos comprobar, lo cierto es que sí produjo obra en torno a los perros, aunque no los suyos; además, tampoco retrata su lado más amable. En 1916, Munch dedicó una serie de dibujos a un perro de nombre Rolle que vivía en casa de su vecino, Alex Gunnerud. Su personalidad agresiva quedó para siempre inmortalizada y no es para menos, ya que Munch fue una de sus víctimas cuando el perro decidió morderle la pierna, dando inicio a una larga disputa vecinal.

No son, pues, tantos los artistas que se han inspirado en los perros, quizá menos que los interesados en los gatos. A pesar de ello, el compañero más fiel de los humanos tiene su nombre definitivamente inscrito en la historia del arte.