Gady Zabicky Sobre el estrés agudo

Gady Zabicky Sobre el estrés agudo
Por:
  • ari_volovich

A poco más de un mes del sismo conmemorativo, del simulacro de Gobierno que le siguió y de la conmovedora reacción ciudadana que ahora parece un rumor extraído de la mitología nórdica, lo único que se sostiene de pie son los residuos del desasosiego que siguen aquejando la psique de esta ruina filistea que les escribe. Por lo que decidí llamarle a Gady Zabicky —el Golden Boy de la adictología egresado de la Universidad Rockefeller de Nueva York, y una de las voces más frescas de la psiquiatría en México— con el objetivo de agendar una consulta disfrazada de entrevista. “Que de algo sirva el estatus de periodista”, me digo a modo de consuelo a la vez que mi yema busca la zeta.

Alcanzo a apreciar en el fondo una versión en marimba de Smells Like Teen Spirit mientras espero a Gady en un Vips, y la alegoría sonora me resulta por demás ofensiva. Para mi fortuna el buen doctor llega antes de sumergirme de lleno en una espiral descendente hacia los pormenores del sacrilegio nostálgico del tiempo. Nos enfrascamos en el obligado intercambio de experiencias vividas durante la rabieta de esa infanticida natural mal denominada madre antes de retomar la seriedad protocolaria que exigen las consultas encubiertas. Zabicky ordena un café y yo aclaro la garganta:

Mucho se hablaba tras el sismo del estrés postraumático para referirse al padecimiento colectivo, cuando en realidad se trataba de estrés agudo. ¿Podrías esclarecer las diferencias entre estos dos padecimientos?

El estrés agudo y el estrés postraumático son dos puntos en una misma línea, diferenciados en el tiempo. Entonces, la reacción que tenemos frente a una situación de este tipo, que los estadunidenses llaman un life changing event, una situación límite, es el trastorno por estrés agudo, que también se denomina “reacción de ajuste” y puede manifestarse de distintas formas en los seres humanos. Algunos tendemos a notarnos deprimidos, abatidos, tristes después de lo ocurrido; otros desarrollan síntomas psicóticos, hay quienes disparan su consumo de alcohol, y en un muy alto porcentaje, el estrés agudo tiende a desaparecer por sí solo. Es en ese punto en donde la ayuda psicológica cobra mayor importancia, para lograr la abrasión, la catarsis, la resolución de los problemas activos en ese momento, el duelo, en caso de que haya llegado a eso. Pero hay un grupo pequeño de pacientes que desarrollan lo que llamamos Trastorno por Estrés Postraumático, donde el criterio de diferenciación —insisto— es el tiempo. Estas personas presentan pesadillas recurrentes, síntomas semejantes a los de un ataque de pánico al exponerse a detonadores que les recuerdan esta situación, el piso en que vivían, al escuchar una alarma, o bien al observar un video del evento. Esta condición que los estadunidenses llaman the arousal significa una activación autonómica, donde el sujeto puede tener pesadillas, en algunos casos muy extremos, frente a detonadores que se asemejan al evento traumático, y pueden actuar como si en realidad éste ocurriera nuevamente. Desde un soldado que desenfunda una pistola y la acciona en un McDonald’s, o alguien que sale disparado de un restaurante porque pasó un camión y se movió mínimamente una lámpara, hasta mujeres que reaccionen con ataques de pánico al pasar por el lugar en donde fueron agredidas sexualmente.

¿Cuáles son los síntomas más visibles del estrés agudo?

Pesadillas, incapacidad para dormir, estados de disforia (que es el término técnico para referirse al malhumor), pensamientos recurrentes (lo que denominamos ideas fijas) con respecto al evento en cuestión, y el criterio que siempre aparece en la clasificación es malestar clínicamente significativo que deteriora nuestra capacidad para funcionar… si ése fuera el caso te diría que todos los chilangos tuvimos trastorno por estrés agudo, pero no lo es, porque a los dos o tres días la mayoría estábamos trepados en el Metro y haciendo nuestros quehaceres; sacados de onda, seguro, pero sin presentar malestares clínicamente significativos.

¿Cuáles son las manifestaciones físicas que dispara el?

En el sentido físico de la pregunta, hay toda una parte de síntomas que se activan normalmente con el sistema que domina el nervio vago; por eso les llamamos síntomas vagales o neurovegetativos o autonómicos, que se desatan en esta condición de “pelea o huida” que viene de nuestra parte instintiva, y que se manifiestan con sudoración en las manos o en las plantas de los pies, temblores, boca seca, taquicardia, opresión

en el pecho, falta de aire, adormecimiento en extremidades, náuseas, mareo, vértigo, colitis, zumbido de oídos, o un estado al que llamamos estado de desrealización, en el que la gente experimenta momentos en los que piensa o siente que está en una película. Una paciente me decía: “Siento que lo único que existe en esos momentos es mi mirada, no existe mi cuerpo físico”.

¿Hay quienes son más susceptibles de padecer del estrés agudo?

Por supuesto, porque mira, ésta es una situación interesante para la epistemología en la psiquiatría, dado que por una parte tienes una condición que se presenta sine quan non (que sin ella no existe), se necesita de manera sine quan non un evento traumático. Pero aún así, probablemente uno pensaría, si requiere de un evento externo de esta magnitud entonces podemos restar el factor genético, pero no es el caso, porque todos nos sometemos al mismo evento traumático y no tenemos una respuesta cerebral igual, nuestra pauta de respuesta es distinta, y eso ya tiene que ver con diferencias inherentes al sujeto, tanto psicológicas como de constitución biológica, tanto de otros factores como su desarrollo y contactos sociales, escolares, experiencias previas de vida. Pero sí hay cerebros que tienen una tendencia a responder de cierta manera. Una vez más, a esto súmale el aprendizaje. ¿Qué quiero decir con esto? Imagínate una familia en donde la madre que perdió a dos de sus hermanos en el temblor del 85 responde frente a un evento sísmico con un cuadro conversivo como es el ejemplo de la ceguera parcial, o la inmovilidad de una de sus extremidades. A este fenómeno le llamamos globo histérico, es un síntoma  típico de la gente que experimenta pánico o que padece de mucha ansiedad, el típico “siento que tengo algo en la garganta y no puedo tragar”. Es un síntoma físico que se queda atrapado de alguna manera en el cuerpo de la gente. Entonces la hija de esta señora, por una parte hereda el cerebro de su madre, que es un cerebro híper reactor: un cerebro que tiene una respuesta distinta. Por ejemplo, está comprobado que este tipo de cerebros son más hipnotizables, son más sugestionables, son más sicosomatizadores. Y aparte de que la niña heredó este cerebro con la referida proclividad, la vio hacer cuadros conversivos; aprendió que éstos forman parte de las respuestas emocionales. Entonces surge otra vez esta disyuntiva eterna de la psiquiatría-psicología de naturaleza vs. crianza, y ésa es la manera perfecta de entender este fenómeno, de cómo interactúa la expresión de nuestros genes con el influjo de los fenómenos medioambientales, los determinantes medioambientales, sociológicos, gadgeteros, educacionales y religiosos.

Piensa una vez más en este paradigma, la niña crece como una pistola cargada

en la recámara, y depende del medio ambiente que vaya a dispararse el arma. Imagínate que esta niña que heredó el cerebro de su madre es dada en adopción y crece en una familia donde todos hacen yoga y toman té a las cinco; probablemente no desarrolle un cerebro donde esta híperreactividad vaya a expresarse. Eso sí, es más susceptible que los demás.

Pareciera que nuestros cerebros acarrean un rezago evolutivo.

[caption id="attachment_661145" align="alignleft" width="243"] Foto: Especial[/caption]

Hasta hace seis meses, pensábamos que el origen del homo habilis se remontaba a unos 150 mil años aproximadamente. Los últimos hallazgos demostraron que su origen data de hace 300 mil años, prácticamente el doble de tiempo. Entonces volvamos 300 mil años en el tiempo, remontémonos al momento en que aun vivíamos en las cavernas, cuando aun éramos una horda. La expectativa de vida del ser humano era de 25 años y el mundo era un lugar extremadamente hostil y peligroso y la subsistencia era una lucha diaria. Entonces, desde que los animales son seres multicelulares, desarrollaron mecanismos para pelear y para huir, es algo básico, y esto está mediado por la parte más profunda de nuestros cerebros que es el hipotálamo, donde se encuentra nuestra zona instintiva. Llamémosle a esto “instintos primarios”. En los exámenes de neurofisiología uno se acuerda de esta zona como la zona de la C: la de comer, cagar, coger, combatir y correr. Todos los seres humanos, los animales, los mamíferos y los reptiles contamos con esta parte instintiva. Cuando la evolución encuentra algo que funciona le va construyendo encima, no se deshace de ello, como la pirámide de Cholula. Supongamos que este homo habilis representa el pináculo de esta evolución, lo que nos diferencia de un cocodrilo o un tiburón, para mencionar especies arcaicas que siguen funcionando con cerebros súper primitivos, es la corteza cerebral, que es donde radica lo contrario a los instintos. Sobre todo los lóbulos frontales de esta corteza cerebral representan el intelecto: son Mozart, la física cuántica, la astronomía. Entonces vivimos en una constante condición de freno y acelerador.

¿El cerebro reptiliano tiene alguna relevancia en nuestro estilo de vida actual?

Piensa en los síntomas que te mencionaba anteriormente. Cuando yo estaba viviendo en las cavernas y tenía que defenderme del tigre dientes de sable, o tenía que cazar al pinche venado a como diera lugar, mi organismo tenía una reacción primaria de animal, de tiburón. El corazón late más rápidamente para llenarte de sangre; te pones pálido porque los músculos acaparan esa sangre, se te dilatan las pupilas, estás tembloroso y tenso porque tienes que actuar como un resorte; se paraliza el intestino o defecas porque en ese momento la función intestinal pasa a un cuarto plano; salivas o se te seca la boca porque tienes que estar listo para morder durante el ataque; respiras más rápidamente porque tu cuerpo necesita oxigenarse para poder combatir mejor. Ahora bien, en estos 300 mil años, que son un eructo en términos evolutivos, nuestra sociedad cambió por completo. En ese sentido, cuando tu jefe te grita, o entra un sujeto armado al restaurante donde estás o tiembla, tu respuesta es idéntica a la de ese cavernícola, pero en este contexto es totalmente disfuncional, y de ahí vienen todos los trastornos de ansiedad: los ataques de pánico, la ansiedad generalizada, el estrés postraumático, etcétera. Es un problema meramente evolutivo.

¿Se puede hacer algo para prevenir el estrés agudo?

No sólo no se puede prevenir, sino que es complicado investigar al respecto. Porque tienes una variable dependiente no contingente, lo que significa que se necesita de una circunstancia que lo detone porque sin ella no sabes que existe. Como si me presentaras un experimento que es increíblemente bueno pero que tiene que llevarse a cabo en condiciones de cero gravedad, entonces tendrías que estar en una estación espacial y pues eso no es de fácil acceso. Sólo podemos hacer estudios de cohorte.

Probablemente una ciudadanía muy consciente y entrenada para ese riesgo sí puede estar psicológicamente prevenida. Una ciudadanía que sabe que puede reaccionar a un evento específico como un temblor, probablemente presente una menor vulnerabilidad psicológica.

“Una ciudadanía que sabe que puede reaccionar a un evento específico como un temblor, probablemente presente una menor vulnerabilidad psicológica.”

Supongo que curarlo implica taparlo con ansiolíticos.

No, de hecho no. Sería lo que haríamos los psiquiatras, pero yo no creo que ese sea el camino, sino todo lo contrario. Me llamó mucho la atención porque oí varias historias

comunes en ese sentido, supe de los niños que se encontraban al borde de la locura por la semana que pasaron sin clases dibujando edificios derrumbados con lenguas de fuego. Una de las mamás se asustó y tomó una actitud evasiva, quería que su hijo dibujara unicornios o arcoíris. La tendencia es al revés, el niño está expresando de esa manera sus emociones y está hablando de su memoria con el fin de resolver. Esta es un área en la que yo te digo humildemente como psiquiatra que no tenemos medicamentos; sí tenemos ansiolíticos, que usualmente no son el camino para resolver nada que no sea de manera temporal. El Rivotril, el Valium, el Tafil no son tratamiento de primera elección casi para ningún padecimiento. Esta es un área en la que la psicoterapéutica juega un papel determinante. Normalmente lo que haría un terapeuta cognitivo conductual sería llevar al paciente al lugar que más miedo le da, como el último piso de la Torre Latinoamericana, por ejemplo.

¿Y si les toca un temblor?

¡Ja! Entonces sería una terapia doblemente efectiva. Hablando en serio, en muchos casos la terapia cognitivo conductual es indispensable. No importa qué tan bien mediques al paciente, las obsesiones son enfermedades muy persistentes.

¿Estos eventos suelen disparar el alza en el consumo de estupefacientes?

No lo sabremos sino hasta la próxima Encuesta Nacional de Adicciones. Yo creo que sí debe de haber algún cambio, no sé bien cómo se manifieste, porque uno suele llevarse sorpresas en esas mediciones. Por ejemplo, si te vas ahora a Irak o a Siria, que son países en una guerra de alta intensidad —contemplando que el sistema de salud está arruinado y el registro se complica—, los índices de psicopatología, al menos de tipo neurótico, bajan a cero. Las prioridades son buscar comida, agua y esconderse de los morteros. Cuando termine la guerra seguramente la población estará hecha pedazos, pero los que sobreviven normalmente se tornan muy resilientes durante el conflicto.

λλλ

Gady se levanta para ir al baño y a mí me invade la tentación de hurgar su mochila en búsqueda de un ansiolítico de última generación. “Un Rivotril me vendría mejor que cincuenta visitas a la Torre Latinoamericana”, murmuro a regañadientes tras desistir de mis instintos de supervivencia reptilianos. Me asaltan algunas reminiscencias visuales de la inusitada solidaridad vivida en las calles de la ciudad que se ven mermadas por la desazón que dejó tras de sí la predecible inoperancia del GDF. En cuanto vuelva Zabicky le voy a pedir dramamine para paliar el vértigo que resiento a causa de la ausencia del Estado.