Hablemos de ellas

AL MARGEN

Claire Satera, Rome, s.f.
Claire Satera, Rome, s.f.Fuente: unsplash.com
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Este año, la fecha más importante del santoral laico que llamamos calendario cívico se celebra tras la develación de la primera efigie del Paseo de las Heroínas. En un momento en el que en todo el mundo nos cuestionamos la presencia de monumentos que conmemoran los capítulos más oscuros de la historia de las naciones, en México se propone que al erigirlos también se pueden saldar deudas históricas y resignificar el espacio público. Sin embargo, esa bocanada de aire fresco que significó la colocación de Leona Vicario en el Paseo de la Reforma corre peligro de desvanecerse si no comienza a resonar más allá de la estatuaria. Es tiempo, pues, de que comencemos a hablar de ellas.

EL MES PATRIO es siempre la mejor —y, en ocasiones, la única— oportunidad para retomar temas históricos. Mientras las papelerías de cada esquina del país desbordan verde y rojo en cualquier presentación o tonalidad posible, todos los medios planean contenidos especiales dedicados a rememorar los pasajes más histriónicos de la gesta que, dicen, nos dio patria, o a destruir mitos que, a pesar de los esfuerzos que se hacen año con año para desmentirlos, siguen arraigados en nuestro imaginario. Para vestir esos artículos y mesas redondas, como también las vitrinas de los negocios locales y las ventanas de las oficinas, se reproducen los rostros de los hombres fuertes de aquella lucha heroica; las mujeres aparecen en forma de victoria alada o alegoría a la libertad y, si tenemos suerte, son una mención al pie.

LA OMISIÓN de las mujeres que fueron partícipes de nuestros procesos históricos se ha reflejado en el espacio público: en los monumentos de Paseo de la Reforma no había hasta ahora mujeres reales, sino personajes mitológicos de cuerpos hipersexualizados o nombres inscritos bajo los pies de los hombres que sí merecen ser representados, mientras en la nomenclatura de nuestras calles hay una disparidad que debería avergonzarnos. Cuando finalmente aparecen en los discursos oficiales o en el debate público arrastran consigo un mote, pues la narrativa que usualmente se ha construido en torno a las mujeres de la Independencia —o de nuestra historia en general— las coloca, ante todo, en la posición de la esposa, la amante o la que dio lana. Su aporte es minimizado a un papel complementario o sus convicciones políticas cuestionadas, porque aún perdura ese prejuicio de que una mujer no tiene ideas propias, mucho menos cuando se trata de temas trascendentes como la política.

Los monumentos son importantes...hacen tangibles esas historias, pero también se deben abrir más espacios para hablar de mujeres y que las mujeres hablen

A LEONA VICARIO le ha tocado nadar contra esa corriente incluso desde la consumación de la Independencia. En 1831, tras una serie de ataques encabezados por Lucas Alamán, quien ponía en duda su rol en la lucha, Vicario publicó una carta en El Federalista Mexicano, periódico de su esposo, Andrés Quintana Roo, que hacía frente a las críticas:

Confiese, Sr. Alamán, que no sólo el amor es el móvil de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son extraños... Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia... Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres.1

A diferencia de Josefa Ortiz de Domínguez, a Vicario le ha costado ser reconocida como parte del panteón nacional, seguramente porque una mujer con dinero e ideas propias resultaba demasiado subversiva para el sistema patriarcal de su época —y de la nuestra.

Me pregunto también si todo el romanticismo novelesco que rodea la vida de la Corregidora ha sido el motivo de que sea ella quien represente a las mujeres independentistas mientras otras quedan aún en el olvido; o, quizá, sí merece ese lugar destacado al ser quien cambió el rumbo de esa historia, o al menos adelantó la fecha de su inicio, cuando advirtió a los insurgentes que su conspiración había sido descubierta.

Dejando de lado esta comparación y, citando al clásico, haiga sido como haiga sido, no es poca cosa que sea hoy Leona Vicario la primera mujer que toma su lugar en el Paseo de las Heroínas, precisamente porque su legitimidad ha sido continuamente puesta en duda y siempre a partir de su relación de pareja. Aquí vale la pena hacer una aclaración: no es que Vicario sea la primera figura femenina de la historia mexicana que se coloca en Paseo de la Reforma. Durante el porfiriato se erigió un monumento, precisamente, a Josefa Ortiz de Domínguez, pero éste fue removido con la intención de hacer uno más digno y ese otro a su vez reubicado a la Plaza de Santo Domingo, un espacio menor en comparación con Reforma. Lo que sí representa por primera vez la estatua de Leona Vicario es la creación de un monumento con la intención de reivindicar el lugar de las mujeres en nuestra historia.

VUELVO A LA IDEA con la que partí: la intención es muy loable, pero no puede quedar sólo en eso. En más de una ocasión hemos visto cómo los personajes de nuestra historia reaparecen a la manera de espectros, evocados en murales, discursos a la nación, portadas de libro de texto y logotipos. Ahora es tiempo de que se hable de esa historia más allá de lo simbólico, que de verdad nos preguntemos por la aportación y el legado de esas mujeres en el debate público, la academia, la divulgación y sí, también en esa temida categoría que llamamos historia oficial. Los monumentos son importantes porque hacen tangibles esas historias ante los ojos de todos, pero también se deben abrir más espacios para hablar de mujeres y que las mujeres hablen; se debe detener su invisibilización tanto en el pasado como en el presente. Porque en un país de feminicidios, si no se habla de mujeres, las mujeres desaparecen.

Nota

1 Este fragmento del texto fue recuperado por la historiadora Concepción Bados Ciria con motivo del Bicentenario y puede ser consultado aquí:  https://www.omni-bus.com/n26/bados.html