Julio Ruelas: a 150 años de su nacimiento

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Julio Ruelas, Implacable, tinta sobre papel, Revista Moderna, 1901.
Julio Ruelas, Implacable, tinta sobre papel, Revista Moderna, 1901.Fuente: El viajero lúgubre. Julio Ruelas, modernista
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La madrugada del 16 de septiembre de 1907, Julio Ruelas murió en el Hotel de Suez, en París, víctima de la tuberculosis. La imagen del creador de las icónicas ilustraciones de la Revista Moderna postrado en su cama y asfixiado por la tos resulta estremecedoramente vigente, una extraña, pero a la vez atinada forma de conmemorar el 150 aniversario de su nacimiento, que ha de celebrarse mañana.

SU OBRA GRAVITÓ en torno a la angustia, el dolor y la violencia. Fue descrito por Alfonso Reyes como un torturado; creador de pesadillas inenarrables, según Amado Nervo. Las inquietantes imágenes que Ruelas produjo en su corta, pero prolífica carrera están atravesadas por la ominosa presencia de la muerte, lo cual permite pensar que la enfermedad que acabó con su vida estuvo presente muchos años antes del fatídico diagnóstico que llegó en los días previos a su fallecimiento en 1907.

En octubre de ese año, un mes después de su partida, Jorge Enciso definió así la obra del zacatecano en la Revista Moderna: “Ruelas tuvo una amiga familiar: la muerte, con la cual vivió siempre en comunión. Todo su arte se extiende entre la muerte y el dolor”. En un número dedicado a su primer aniversario luctuoso, Miguel de Unamuno reflexionaba que, al morir, el artista por fin descansaría de sus inquietudes. Éstas se han interpretado siempre desde el espíritu detrás de su obra, de la melancolía romántica que marcó la existencia de las mentes creativas de su época. Sin embargo, está también la posibilidad de que aquella inquietud brotara de su enfermedad.

El universo visual de Ruelas está poblado de amantes asesinados y mujeres que, representando a la femme fatale, adquieren la forma de bestias letales. En estas imágenes hay, sin duda, una influencia de la estética decadentista y simbolista que encontró en Europa desde su primer viaje en 1892, aunque también es probable que detrás de sus mórbidas fantasías yaciera una profunda conciencia sobre la fragilidad de su propia vida. Carlos Haro propone que la tuberculosis pudo haber estado presente desde su infancia y le atribuye la prematura muerte de su padre, Miguel Ruelas Barrón, quien fue un político porfiriano y diplomático destacado. En los registros de las labores de don Miguel se mencionan constantes ausencias debido a un padecimiento crónico (nunca especificado). Finalmente, sucumbe a su enfermedad en septiembre de 1880, convirtiéndose en el primer hombre en ser inhumado en la Rotonda de las Personas Ilustres.

Las imágenes que Julio Ruelas produjo en su prolífica carrera están atravesadas por la ominosa presencia de la muerte

La precaria salud de su padre abre la posibilidad de que Ruelas contrajera la tuberculosis en el seno familiar. A lo largo de su infancia mostró un aspecto débil y pálido, se le dificultaba la actividad física y era un niño enfermizo. La tuberculosis fue apodada como peste blanca precisamente por la palidez de quienes la padecían y, en países de habla inglesa, era llamada consumption pues consumía lentamente el cuerpo, debilitándolo y brindando al enfermo un aspecto febril. Más adelante, Ruelas comenzó a sufrir de ataques de tos cada vez más frecuentes, probablemente agudizados por el tabaquismo y los materiales que utilizaba para su trabajo, como el aguafuerte de sus grabados o el yeso de sus clases en la Academia de San Carlos. Como ha documentado Haro, sabemos que comenzó a ausentarse de las mismas poco antes de su última (y fatal) estancia en Europa, solicitando licencias de meses enteros por enfermedad. Si Ruelas encontró en el decadentismo de Rops y Böcklin el lenguaje con el cual expresar sus ansiedades, es quizá porque en ese mundo de dolor y angustia veía reflejada su propia experiencia en un cuerpo que siempre habitó la frontera entre la vida y la muerte.

EN SU OBRA se aprecia también una brutal violencia sexual y ésta podría igualmente emanar de la enfermedad. Como ya he dicho, la femme fatale fue un motivo recurrente de su época: frente a la abnegada figura femenina que se afianzaba en las sociedades conservadoras del siglo XIX, se construían imágenes de mujeres hipersexualizadas cuyo erotismo resultaba mortal. Era un arquetipo profundamente misógino, en el que la posibilidad de la mujer de decidir sobre su cuerpo y sexualidad se convertía en maldición. En la imagen de la femme fatale aparecen también elementos de la violencia de género que formaba parte del imaginario de fin de siglo, particularmente en relación con las prostitutas. De acuerdo con la historiadora del arte Minerva Anguiano, quien actualmente desarrolla una investigación sobre medicina y arte, esa violencia surgía de la noción de la prostituta como portadora de enfermedad, en un momento en el que la sífilis azotaba la vida nocturna de las grandes urbes. Del contagio brotaba un rencor y un odio cuyo trágico desenlace solía ser el feminicidio —basta recordar la mítica historia de Jack el Destripador para entender esta violencia.

Según Fausto Ramírez, la agresión sexual en Ruelas provenía de un afán por transgredir las buenas costumbres porfirianas con su necrofilia obsesiva, confirmando a la vez —y paradójicamente— su visión moralina en torno a la sexualidad. Ramírez también sugiere que, considerada un parásito y una enfermedad social, Ruelas sintiera una gran identificación con la figura de la prostituta, ejerciendo él mismo un oficio considerado poco productivo, dependiendo de la caridad de su mecenas, Jesús E. Luján, y recurriendo a la prostitución de su propio trabajo al aceptar comisiones por encargo. Desde esta perspectiva biográfica, y a partir del vínculo entre violencia sexual y enfermedad, puede haber también una lectura desde la tuberculosis: de ser consciente de su propia enfermedad, quizá Ruelas se percibía a sí mismo como una fuerza de contagio que, como las meretrices, diseminaba la enfermedad entre aquellos que se atrevían a acercarse.

Hoy, a 150 años de su nacimiento y ante la crisis de salud global, historias como la de Ruelas ofrecen una ventana al impacto psicológico y social de la enfermedad, pues son los artistas quienes nos muestran cómo nos hemos enfrentado a ella. 

Referencias 

Carlos Monsiváis, Antonio Saborit y Teresa del Conde, El viajero lúgubre. Julio Ruelas, modernista, 1870-1907, RM, Museo Nacional de Arte, México, 2008.

Carlos W. Haro, Algunas reflexiones sobre la muerte de Julio Ruelas, disponible en: https://www.academia.edu/24039299/Algunas_reflexiones_sobre_la_muerte_de_Julio_Ruelas

Fausto Ramírez, “Crímenes y torturas sexuales: La obra de Julio Ruelas y los discursos sobre la prostitución y la criminalidad en el Porfiriato”, en Modernización y modernismo en el arte mexicano, UNAM / IIE, México, 2008.