Lenguaje inclusivo, lo que está en juego

Lenguaje inclusivo, lo que está en juego
Por:
  • josefina vaquero

El miércoles pasado, los varones de mi clase de latín decidieron faltar. Si bien el grupo está constituido por ocho mujeres y cuatro varones, me refiero a ellos con el masculino genérico porque aún no me sale fluido el uso del lenguaje inclusivo y, admito, temo a las reacciones que pueda suscitar. Me sorprendí al ver que debía corregirme cada vez que usaba todos y veía que en frente de mí había puras mujeres. Cuando entré en calor y logré adoptar el femenino genérico llegó Eduardo a la clase. Seguí usando el femenino hasta que eso despertó risas porque, claro, ahora había un hombre entre nosotras.

El llamado lenguaje inclusivo1 (LI) reemplaza la o del masculino genérico por la e, una vocal que no se identifica con ningún género y que, a diferencia de la x o la @, se pronuncia sin problema. El debate sobre su uso se remonta a décadas atrás, pero en la actualidad ha cobrado fuerza entre jóvenes, feministas, militantes a favor del colectivo LGBT+ y otros hablantes que consideran que la o ya no es precisa. A pesar de que académicos e instituciones se declaren en contra y pronostiquen la muerte del español como lo conocemos, varias universidades comienzan a permitirlo y hasta incorporan en sus programas explicaciones del fenómeno. Es imposible predecir qué sucederá con su sistematización en el futuro: se trata de un debate del presente. Está ocurriendo ahora mismo y de forma universal.

¿LA LENGUA MOLDEA LA REALIDAD?

Santiago Kalinowski es doctor en Lingüística, lexicógrafo e investigador de la Academia Argentina de Letras. Según él, el LI es un fenómeno retórico: busca provocar  un efecto en el otro. “Es el último capítulo de una serie de intervenciones que son el resultado de un proceso de reflexión acerca del sexismo codificado en la lengua que viene desde hace décadas”, explica. Lo que se busca es denunciar la persistencia del hecho injusto de que la mujer sigue relegada y subordinada, tanto en el ámbito del trabajo como siendo víctima de violencia y abusos fuera y dentro del hogar.2 Ahora bien, ¿la gramática es sexista? ¿El lenguaje moldea la realidad o la realidad moldea el lenguaje? Paula Salerno, doctora en Lingüística por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en análisis del discurso, afirma que el lenguaje nunca es neutral. Cada vez que un hablante lo usa, de hecho produce, reproduce y hace circular posiciones ideológicas que inciden en nuestras formas de representar la realidad. “El lenguaje no expresa la realidad sino que la construye y cuando intenta expresarla no es transparente, siempre está filtrada”, afirma.

En el habla se interrelacionan el lenguaje, la historia y la ideología. “Las analistas del discurso decimos que estamos atravesadas por la ideología, aunque no nos demos cuenta. Uso el femenino genérico, pero hablo en general”, aclara Salerno. En este sentido, aquello que es decible también es pensable y así como el lenguaje hace emerger determinadas realidades, oculta otras. Marina Mariasch, licenciada en Letras por la UBA, escritora y activista de género, cree, con George Steiner, que lo que no se nombra no existe. Según ella, el LI es una práctica de gestión lingüística que tiene una clara incidencia en la realidad y, por lo tanto, es política.

"Se busca denunciar el hecho de que la mujer sigue subordinada, tanto en el ámbito del trabajo como siendo víctima de violencia y abusos".

RECHAZO HACIA EL MASCULINO

Karina Galperín, profesora de la Universidad Torcuato Di Tella y doctora en Lenguas y Literaturas Romances por la Universidad de Harvard, analiza el fenómeno: “No hay una sola motivación para el uso del LI. El fenómeno retórico existe, pero algunos usuarios lo eligen por su practicidad y adecuación. Les permite decir lo que quieren con mayor precisión, en una época a la que interesa esa precisión”, explica. Según ella, el fenómeno nace por una presión del referente. Da el ejemplo del Gabinete de Ministros de España3  que por primera vez está compuesto por once mujeres y seis varones. Ante la incomodidad de nombrar al grupo con el masculino genérico, se consultó a la Academia Española sobre la posibilidad de llamarlo “Consejo de Ministras”. La respuesta fue que el recurso “induce a confusión al estar el valor genérico del masculino gramatical fuertemente asentado en el sistema lingüístico del español desde sus orígenes”. Y dio como opción el desdoblamiento: “Consejo de Ministras y Ministros”.

Retomando la teoría de Galperín, éste sería un ejemplo de practicidad. “No se fue a buscar un nuevo esquema de género en la lengua para que haya más Ministras, sino que ¡ya hay más Ministras! No se trata de mover la realidad hacia un lugar, sino de mover la lengua hacia el lugar en donde la realidad ya avanzó”. Ya sea que describamos una nueva realidad con mayor exactitud o hagamos visibles desigualdades que persisten, tiene sentido cuestionar el masculino genérico e incluso intervenirlo. Kalinowski afirma que el masculino genérico es una manera como la gramática se hizo eco de un “ordenamiento social ancestral de la especie, dominado por el hombre desde tiempos prehistóricos”. La preponderancia masculina posterior en las instituciones, la política y el arte, por ejemplo, generó la noción de que si de algo no se sabe el género, lo más probable es que sea masculino.

Si el lenguaje nos permite ver el resultado de cómo se han organizado las sociedades en la historia, no es descabellado pensar que pueda mostrar cómo cambian en el presente. Es interesante preguntar por qué despierta rechazo, a veces violento, en ciertos sectores. “Tiene que ver con un combo ideológico que trae ampliaciones de derechos para minorías sexuales y poblaciones tradicionalmente marginadas, que antes no tenían lugar en un lenguaje estructurado en el binarismo femenino/masculino. Es un rechazo que viene acompañado de otros rechazos”, explica Mariasch. Agrega que las resistencias académicas se justifican en la visión patriarcal que nubla las instituciones. “La RAE acepta almóndiga y feminazi, pero siempre evita, o intenta evitar, los cambios políticos de género”, apunta.

Kalinowski suscribe la lectura política del rechazo: “Si soy beneficiario de un privilegio, el LI es la voz de amenaza, entonces reacciono. Me cuesta pensar que no sea político, no los veo abanderando la protección de un morfema, ¡viva la o!”. El LI cuestiona las relaciones de poder naturalizadas, con las que muchos están cómodos. Salerno explica que los jóvenes incorporan más rápido el LI “porque pasaron menos años viviendo en un sistema heteronormativo y patriarcal”. Galperín difiere del resto de los expertos consultados en este punto. Según ella, los fenómenos culturales son heterogéneos, por lo cual es reduccionista decir que quienes se oponen lo hacen porque son conservadores:

Se instala una polarización donde perdemos todos y se desvirtúa la discusión, por eso me gusta enfatizar la parte práctica. Al hablar también usamos criterios de economía y rapidez, el uso de la lengua se negocia de muchas formas. El LI me parece una ganancia, por eso trataría de minimizar los puntos de fricción [que implica].

[caption id="attachment_1079196" align="alignnone" width="696"] Fuente: breezy.hr[/caption]

LO QUE PASA EN SUECIA

El español, igual que el portugués y el francés, marca el género en sustantivos, adjetivos, artículos, pronombres y participios. Es una de las razones por las cuales los gramáticos consideran difícil la posible sistematización del LI: equivaldría a modificar todo el sistema de géneros. Pero es interesante observar lo que sucede en otras lenguas. El inglés, por ejemplo, utiliza el pronombre they, de género neutro, para referirse en singular a referentes cuyo género se desconoce o que no se acomodan al binarismo femenino/masculino. En Suecia, la Academia incorporó a los pronombres binarios el pronombre hen, neutro, impulsado por el movimiento feminista en la década de 1960. Un artículo publicado en agosto de 2019 en la revista estadunidense Proceedings of the National Academy of Sciences, titulado “El lenguaje influye en las opiniones masivas sobre la igualdad de género y LGBT”,4  reportó que el empleo de pronombres neutros disminuye la relevancia (mental salience) de los hombres. Es decir que quienes elegían el pronombre neutro expresaban, en otras pruebas, menos prejuicios a favor de las categorías de género tradicionales y más actitudes favorables hacia mujeres y personas LGBT.

Explica Paula Salerno:

Se confirma que los cambios en el lenguaje expresan cambios en la forma de concebir la realidad. En este caso, los estereotipos de género disminuyen en relación estrecha con la incorporación del pronombre neutro, y quiero subrayar algo: estos cambios en la manera de percibir no son conscientes. Como estamos atravesadas por el discurso, cuando decimos algo, ya por la forma, expresamos una posición. Las personas que usan el pronombre neutro casualmente ya tienen una posición positiva hacia identidades de género diversas.

Más allá de posturas asumidas, el he-cho de que académicos, políticos e instituciones estén pronunciándose sobre el asunto sólo subraya su importancia indiscutible. En México, desde febrero de 2019 los funcionarios del gobierno tienen la obligación de utilizar lenguaje incluyente en todas las comunicaciones institucionales. Sin embargo, el manual oficial describe tan sólo opciones como el desdoblamiento, que contradice el principio de economía del lenguaje, y el uso de nombres abstractos o sustantivos colectivos, en lugar de palabras que flexionen en género (“ciudadanía” mejor que “ciudadanos”). En Argentina, en la campaña por las elecciones presidenciales de octubre pasado, el partido Frente de Todos —cuya fórmula encabezaron Alberto Fernández y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner— acompañó el fenómeno: reemplazó en su logo la segunda o de Todos por un sol. Fue un sutil guiño a quienes sienten que el masculino genérico ya no los representa.

A las instituciones educativas les toca quizás la parte más espinosa. En Argentina ya muchas universidades públicas han aprobado el uso del LI y los expertos coinciden en que es imposible cerrarle las puertas. Es lugar común decir que nadie sabe más sobre una lengua que un hablante nativo de la misma. En este sentido, Kalinowski afirma que la lengua no se configura en la escuela, allí sólo se adquieren herramientas para dominar determinadas competencias.5 “Explico a los chicos que el esquema de género que estamos enseñando justo ahora está siendo desafiado, no sabemos si el LI se va a gramaticalizar, pero no podemos hacer de cuenta que no existe”, subraya Galperín. Salerno, por su parte, da clases de Semiología en la UBA y aclara a sus alumnos que va a ir cambiando la manera de llamarlos. “Digo todos, todas y todes; les aclaro que el lenguaje es móvil y flexible, porque no hablamos igual en todas las situaciones comunicativas”.

"Si el lenguaje permite ver cómo se han organizado las sociedades en la historia, no es descabellado que pueda mostrar cómo cambian en el presente".

¿HÁBITO VS. INCOMODIDAD?

Nuestra relación con la lengua es fundacional. La lengua materna es la primera herramienta que adquirimos y, como señala Galperín, con ella construimos una relación práctica, cotidiana y afectiva. ¿Cuándo algo nos suena horrible? Cuando no estamos acostumbrados a escucharlo. “Un alumno hace poco me decía, ‘¿cómo se dice feos en lenguaje inclusivo? ¿Fees? Suena mal’. Lo nuevo en la lengua muchas veces genera resistencia”, explica. Y dialoga con Mariasch: “Todavía, para algunes, es incómodo. Pero también es incómoda la perspectiva de género, esa problematización que delata las desigualdades estructurales sistemáticas de nuestra sociedad”.

Con la certeza de que nadie va a imponernos cómo hablar, queda en cada uno elegir a qué podemos acostumbrarnos y a qué no. Mientras tanto, la lengua seguirá su curso.

Notas

1 Los expertos consultados difieren acerca de su denominación, pero decido emplear ésta por ser la más difundida. Salerno, por ejemplo, indica que no está del todo de acuerdo por-que implica incluir a un otro dentro de un núcleo de poder que no se cuestiona. “Me interesa la igualdad, no alguien afuera al que hay que incluir; en mi caso, no quiero que me incluyan en la heteronorma”, precisa.

2 https://www.lanacion.com.ar/seguridad/violencia-genero-mas-45000-mujeres-fueron-atacadas-nid2284156

3 https://cnnespanol.cnn.com/2018/06/07/espana-hace-historia-con-un-gobierno-con-mayoria-de-mujeres-podemos-hablar-de-consejo-de-ministras/

4 Margit Tavits y Efrén O. Pérez, “Language influences mass opinion toward gender and LGBT equality”, Proceedings of the National Academy of Sciences, 20 de agosto, 2019, 116 (34): 16781-16786.

5 El lingüista ejemplifica con el caso del voceo en Argentina. Desde la cima del poder se intentó suprimir esa marca argentina entre estudiantes de escuela y no se logró.