Los audífonos en mi vida

Los audífonos en mi vida
Por:
  • carlos_velazquez

Sospecho que padezco tinnitus. Me zumban los oídos. Es un ruido que por lo general no es molesto, pero en ocasiones llega a ser doloroso. Me asalta indiscriminadamente en los momentos más inesperados. Por ejemplo cuando tengo sexo. Es como una especie de autismo de baja intensidad. Durante unos cuantos segundos el mundo deja de existir para situarme en un limbo sonoro. Al principio pensé que por fin me había vuelto hipertenso. No era el caso. La culpa de todo la tienen los audífonos y el volumen al que he escuchado la música toda mi vida.

Tuve mi primer walkman a los once años. Era negro, marca Sony. En los ochenta no existían los abonos chiquitos de Electra. Todo era fayuca. Todas las tardes al salir de la escuela recorría los puestos aledaños al mercado Alianza babeando por unos. Hasta que ahorré lo suficiente y con enormes sacrificios los completé. Yo escuchaba música en el estéreo de casa. Primero elepés y después casetes. Pero no era lo mismo. Los audífonos, al aislarme, me otorgaron la oportunidad de configurar un universo personal.

Necesitaba enajenarme, oír música en casa me exentaba de un elemento que fue necesario para mi desarrollo: la soledad. Una vez que conseguí mi walkman salí a caminar incansablemente con el volumen a tope. Ahí comenzaron mis problemas auditivos. Porque desde entonces he abusado de los audífonos como se abusa de las drogas o el alcohol. El recuerdo más nítido de aquellos años que tengo de mí mismo es estar acostado en la oscuridad con los audífonos puestos. Y ahora, casi tres décadas después, ese vicio continúa.

"Creo que acabo de encontrar los audífonos que finalmente me ensordecerán por completo".

A los doce años mi vida eran las baterías. Así como después invertí todas mis energías en conseguir cocaína, esos días me consagré en reunir dinero para las Rayovac. El walkman me duró menos de un año. Pero rápidamente me hice de uno nuevo. Y me aficioné tanto que al poco tiempo me compré otro y luego otro. No tenía llenadera en cuestión de música. Desde siempre fui un atascado. A los catorce años un tío me exigió quitarme los audífonos y convivir. Me rehusé. Eran mi refugio contra la tormenta. Prefería mil veces estar escuchando a Nirvana que a la gente que me rodeaba.

Cuando creces y nadie te guía, ni tu padre ni tu madre, que la música tome la responsabilidad de educarte es un milagro inextricable. En el principio fue la música. Y aunque nunca he tocado un instrumento aprendí, ella me enseñó, que es un lenguaje. Y por ese idioma aprecié la música de las palabras.

Del walkman pasé al discman. Tuve dos y los perdí. Los había empeñado para comprar cocaína. Yo tenía una sed de polvo que no se apagaba con nada. Malbaraté decenas de discos compactos. Si los hubiera conservado hoy mi colección rebasaría los seiscientos. No me arrepiento. Yo estaba, como tantas otras veces, necesitado. De qué. De un puto abrazo. Y sólo la coca me lo podía dar.

Tiempo después aparecieron los audífonos marca Bose. Y como la educación sentimental suele ser caprichosa y nunca termina, adquirí unos para mala suerte de mis destrozados oídos. No me gustan los audífonos que vienen con el iPhone. Sé que existen otras marcas, pero siempre me he inclinado por Bose. Hasta hace poco que vi The Defiant Ones en Netflix.

La miniserie de cuatro capítulos cuenta las historias de Dr. Dre y Jimmy Iovine. La del exmiembro de NWA es más conocida, pero la de Jimmy no es menos espectacular. Ingeniero de sonido de Lennon, productor de Springsteen, Tom Petty y Patti Smith. Él fue quien convenció a Bruce de darle “Because the Night” a Patti. Las historias se cruzan cuando Dre y Iovine se asocian y crean los audífonos Beat. Véanla, es sensacional.

Intrigado, fui a una tienda a probar unos Beat. Y en verdad están en otro nivel. Para un protosordo como yo, que además sufre del reflejo incondicionado de subirle al volumen del teléfono cuando sé de antemano que ya está en el cien, son un descubrimiento. Los había visto anunciados con anterioridad, pero me resistía por mi natural escepticismo. Y creo que acabo de encontrar los audífonos que finalmente me ensordecerán por completo. Son los primeros a los que no les subo al máximo porque no los tolero. No me lo puedo creer.

Los Beat que me compré son negros. Y de diadema. Son los primeros de diadema que tengo en algo así como veinte años. Me gustaba usar puros de chícharo. Pero lastiman demasiado. Sé que existen otras marcas, pero por el momento me quedaré con estos. No son baratos, pero gastaba más en baterías.