Los primeros egiptólogos

Los primeros egiptólogos
Por:
  • fernando fernandez

Fueron gatos, sin duda,

los primeros egiptólogos.

En tiempos ya remotos,

en la era de Ra,

del Nilo y las pirámides,

hicieron amistades

con los hombres;

los gatos se dijeron:

si a estos compañeros,

con sus trigos y sus silos,

les va como parece,

quizás valga con ellos forjar algunos

vínculos.

Hagamos, pues, estudios,

con tal de conocerlos,

y así se creó la ciencia

que estudia a los egipcios; y así fue que nacieron

los primeros

egiptólogos.

A poco de iniciar observaciones,

adoptaron los gatos

algunos de los dogmas

y de las convicciones

de sus nuevos amigos

(aquí a la letra cito

lo que antes que ninguno dijo Heródoto):

su religión de sol,

por poner el ejemplo más conspicuo;

¿o no es adoración aquel echarse

al rayo más directo

hasta salirles fuego?

¿Y de dónde vinieron

los pruritos celosos

de sus enterramientos?

¿Y aquellos llamamientos

a maúllos ignotos y reclamos que simulan

jeroglíficos?

Aunque eso sí:

acabadas

las primeras exégesis (las primeras, ya digo,

del tipo egiptológico),

a salvo de peligros y tumultos

—imperturbables, apacibles—

confiaron los estudios

a otras épocas.

Abandonaron, pues, a un tiempo

papiros y sarcófagos,

se olvidaron de túmulos,

de dinastías y esfinges,

y entre sí se dijeron,

refiriéndose al ocio y la molicie

(e incluso la desidia)

de aquellos compañeros,

¿habrá por caso en este mundo

virtudes más egipcias?

¿Quién lo duda?

Fueron gatos,

sin duda fueron gatos

los primeros

egiptólogos.