Los títulos clave del cuento
1. El libro del año
Quemar las naves. Los cuentos completos
Angela Carter
Sexto Piso, 2017.
La publicación de La cámara sangrienta (Sexto Piso, 2014) fue todo un acontecimiento para los lectores en español. Puso al alcance de todos a una escritora de primerísimo orden. Este año, Sexto Piso ha cometido una hazaña monumental. La edición de los cuentos completos de Carter. Basta leer la primera historia, “El hombre que amaba a un contrabajo”, para ser seducido. A un músico que toca en lugares de mala muerte un día en una trifulca le destrozan su instrumento y se ahorca. Puro power.
2. We won’t get fooled again
La vaga ambición
Antonio Ortuño
Páginas de Espuma, 2017.
Las dos primeras historias del libro son chafonas. Pero de “Quinta temporada” al final, este libro es un monstruo. “Quinta temporada” es un acto de prestidigitación narrativa portentosa. Una burla al mundillo de las series de tv. “Provocación repugnante” es la burla, bien contada, magistralmente contada, sobre el triunfo de un eterno perdedor. La joya es “El príncipe con mil enemigos”. Qué dominio de la estructura tiene Ortuño. Es un master. “La batalla de Hastings” es una canción de The Who. De ese nivel. Es una metáfora sobre un arte que cada vez importa menos pero que existen necios que lo mantienen vivo: la escritura. Sin ser cursi, nos dice que sigamos adelante. Después de Quemar las naves es lo mejor de este 2017.
3. Ni fu ni fa
Días de whisky malo
Daniel Salinas Basave
Universidad Autónoma de Nuevo León, 2016.
Este libro fue finalista del Premio García Márquez. Honestamente no sé por qué. El título es horrendo. Y tiene una prosa tan desaseada y descuidada. Salinas no tiene la más mínima idea sobre la estructura. La primera historia, “Saurio sangrante”, cuenta la historia de un sujeto al que le van a amputar una extremidad y con ella se va a ir un tatuaje. Es digresivo hasta la asfixia. Es bastante complicado seguir la lectura. Cuenta miles de cosas y nunca ocurre nada. Al final ni vemos que le amputen el pie al personaje. Y así todo el libro.
4. Un apretón de tuercas
Las cosas que perdimos en el fuego
Mariana Enríquez
Anagrama, 2016.
Hay en este libro cuatro historias brutalmente contadas. Una maestría y una clase que hablan de un linaje narrativo de altura. Pero el resto queda a deber un poquito. Hay soltura para desarrollar las historias, pero al momento de cerrarlas algo falla. No cabe duda de que Enríquez va camino a convertirse en una de las mejores cuentistas de la lengua. Además de que trabaja con una materia que hace tiempo nadie tocaba con tan buena fortuna: el horror. Es digno de admirarse.
5. Tachas y perico
La misma nota, forever
Iván Monalisa Ojeda
Sangría Editorial, 2014.
Monalisa Ojeda es toda una leyenda. Vive en Nueva York de ilegal y sus historias son sobre vestidas adictas al crack. Nueve historias, noventa paginitas, pero qué mega librazo. Una pluma potente. Se parece mucho a Lemebel, pero tiene su propia voz. Su personalidad es más borde todavía, y no quiere hacer del mundo un mejor lugar con la literatura. De sobrevivir en una cara y dura Nueva York es de lo que se trata. Todo el tiempo buscar el alimento. Es como estar en el apocalipsis permanente. Ojalá saqué otro libro pronto.
6. El más ambicioso
Figuras humanas
Luis Jorge Boone
Alfaguara, 2016.
Boone se ha atrevido a hacer lo que casi ningún cuentista hace: estructurar un ambicioso proyecto en torno a un tema, el desamor. Trescientas páginas de cuentos, en cuatro bloques y un epílogo. Ah, y un poema. Que el autor consideró rompedor, pero que no aporta nada al libro. Es innecesario totalmente, pero es el capricho de meter la poesía hasta en la sopa. Fuera de eso, este es un librazo. Una demostración de músculo narrativo. “Arriba pasan cosas raras” es uno de los mejores cuentos que se han escrito en este país en los últimos años.
7. Menudo los domingos
Arde, memoria
Rafael Pérez Gay
Tusquets, 2017.
Pérez Gay hace tele, columnas, es editor y vende menudo los domingos. Todo esto hace que se nos olvide que detrás de este hombre orquesta hay un escritor. Y de los buenos. Si El cerebro de mi hermano era el viaje hacia la nada, Arde, memoria es una exploración del espacio íntimo. Se trata de una antología hecha por el mismo autor, sobre su vida en el cuento. Un libro que llega en el mejor de los momentos. Cuando el relato está reposicionándose. Es el registro de un periplo, una existencia no secreta, paralela. Un pulso que continúa latiendo. Hace más falta este Pérez Gay.
8. Ciudad Juárez number one
Kentucky Club
Benjamín Alire Sáenz
Mondadori, 2014.
A unos pasos de la garita que está en el centro de Juaritos, en la calle de Juárez se ubica el Kentucky Club, famoso porque en su interior se inventó la margarita. Es el punto de encuentro de los personajes de este librazo de Alire. Historias fronterizas pero sin el cliché del sin patria. Aquí hay dos patrias y muchos sentimientos encontrados. En todas las historias aparece la cantina. No es un escenario simplemente. Es el gran personaje de este libro. Alire ha conseguido hacer de este recinto un punto alto en nuestra literatura.
9. I’m deranged
Broadway Express
Iván Ríos Gascón
Cal y arena, 2011.
Las atmósferas de este monstruo de libro nadie las ha conseguido en la literatura mexicana. Lleno de intensidad. Parece un guión de una película de David Lynch pero sin la mamonería pedante de hacerse el raro per se. Historias de personajes en Nueva York que se entrecruzan. Música, mucha música. Y el terror bajo la piel. Casi trescientas páginas de pura levadura. Qué vida tan intensa debe llevar Ríos Gascón para escribir de esta manera.
10. Sobredosis de cumbia
La Monalilia y sus estrellas colombianas
Nazul Aramayo
Tierra Adentro, 2017.
En este libro hay un cuento sensacional: “Navideath en San Pedro”. Con una determinación firme por contar una historia. Estructurado de manera maestra. Además es una historia de metaleros que venden Bon Ice. Desafortunadamente el resto del libro no es así. El resto de las historias parecen capítulos de una novela donde el mismo narrador aparece en cada cuento. Aramayo se instala en una zona de confort y no sale de ahí. Mención aparte merece su dominio del lenguaje. Es espectacular, por eso mismo debería de esforzarse en salir de esa zona de control. Y también explorar otros temas. Ya nos dijo muchas cosas sobre la cumbia. Tiene que diversificarse. Tiene que ir al encuentro del narrador que lleva dentro. Es una promesa, no hay duda, pero si tira güeva no se va a cumplir.
11. Mis muertos punk
Cuentos completos
Fogwill
Alfaguara, 2009.
Siempre que nace un nuevo cuentista lo relacionan con Carver. Es un lugar común que da pereza. Hay autores que son una escuela en sí mismos. Y como cuentista Fogwill es más experimental, más versátil y más arriesgado. Y no tiene nada que ver con Carver. Las historias de Cuentos completos son de lo mejor en el género desde Borges. Es un libro para releerse, meditarse, es una máquina de pensar que te pone la mente a trabajar. Y además de todo eso es puro corazón. “Japonés” es uno de los mejores cuentos que se hayan escrito en cualquier idioma.
12. La revelación
Cómo piensan las piedras
Brenda Lozano
Alfaguara, 2017.
Desde Todo nada, su debut, se observaba en Lozano una vocación por contar una historia. Esto puede resultar una obviedad, pero existen muchos escritores que no tienen ese talento. Lozano ha dado un salto al cuento, un movimiento arriesgado, y se ha revelado como una cuentista habilísima. “Martina” es una historia fuera de serie. Sobre una pianista improvisada que desemboca en un absurdo y tiene un final sorpresivo como pocos se han visto en un primer libro de cuentos. Está conectado con “Wunderkind” de Carson McCullers.
13. Lo sobrenatural como primera lengua
Nuestro mundo muerto
Liliana Colanzi
Almadía, 2016.
En Latinoamérica la literatura iniciática es bastante frecuentada. La adolescencia, el primer sexo, las primeras borracheras son temas que se tocan una y otra vez. Se ha caído en un abuso. Sin embargo, Colanzi le da un giro a esta corriente y con “Alfredito” nos demuestra que existe una manera distinta de contar la misma historia. Y además lo hace con un ingenio fuera de serie. Esa es una de sus más grandes virtudes. La gran imaginación que posee. Es una lástima que se tarde tanto tiempo en publicar porque te deja con ganas de más.
14. Un clásico
La balada del café triste
Carson McCullers
Seix Barral, 2017.
Con motivo del centenario de McCullers se ha puesto a circular su obra completa con prólogo de mujeres escritoras. La balada del café triste es un libro de cuentos fuera de lo ordinario. Con una historia perturbadora, la que da título al libro, y luego con un grupo de relatos que produce el efecto de sentir que son dos libros en uno. Esto no es negativo. El libro ha envejecido de una manera tremenda. “Madame Zilensky y el rey de Finlandia” es de una ironía tan sofisticada que espanta. La balada del café triste es ya un clásico. No hay duda que McCullers es mejor cuentista que Hemingway.
15. El debut
Las enemigas
Claudina Domingo
Sexto Piso, 2017.
Sorprende mucho que Domingo tenga un debut tan sólido. Un primer libro de cuentos casi siempre es un tanteo en la oscuridad. Pero en este caso, no. Desde antes de sentarse a escribir, Domingo tenía un plan. Y una estructura delimitada sobre su trabajo. Y el resultado es un libro que destaca por su factura. El sentido de unidad es algo que no suele preocupar a los narradores debutantes, que aquí Domingo afianza a partir de la leyenda azteca del Mictlán. Hay un gran trabajo detrás de este volumen. Notable.
16. La estrella de rock
El desapego es una manera de querernos
Selva Almada
Random House, 2016.
¿Hay algo que haga mal Selva Almada? No sé si cocine o pinte, pero si lo hace seguro deber ser genial. Porque es una gran novelista y una grandísima cuentista. El desapego es una forma de querernos es una reunión de historias que produce también el efecto de ser varios libros. Almada es una cuentista muy versátil. Puede contar las historias de muchas maneras, es decir que domina varios modelos. Los cuentistas por lo regular se apegan a una manera de contar una historia y de estructurarla, Almada ataca las historias desde distintos modelos. Lo mismo se mueve en el relato corto que en el de extensión media.
17. El milagro
Manual para mujeres de la limpieza
Lucia Berlin
Alfaguara, 2016.
La traducción de este libro ha traído muchas alegrías. Su redescubrimiento es lo mejor que le ha pasado a la literatura en años recientes. En unos años este libro será tan importante como cualquiera de Cheever o de McCullers. Decía Fogwill que el arte de la literatura no tenía nada que ver con la pertenencia a un mercado editorial. En vida Berlin no pudo vivir de la literatura, publicó sin éxito. Pero no cejó en su empeño y continuó escribiendo esta obra maestra para la posteridad.
18. Me solté el cabello y me vestí de reina
Tu lagunero no vuelve más
Wenceslao Bruciaga
Moho, 1999.
Mientras agonizaban los noventa Bruciaga hizo su debut literario con un libro de relatos. Pero nada de literatura iniciática. El cuento que cierra el volumen es sobre un travesti que tiene sexo con la policía en un Torreón como el de ahora, culerísimo. Bruciaga fue el pionero en este campo. En escribir abiertamente de las vestidas. Y por supuesto que fue transgresor. Por el atrevimiento y porque hizo algo que debemos aplaudirle: no se autocensuró. Contó lo que pocos se habían atrevido antes en la literatura mexicana. Hoy es de lo más común, con lo cool que es ser queer. Pero en esos años era todo un quemón.
19. Y sigo siendo el rey
Cuentos completos
John Cheever
RBA, 2012.
La Biblia. Con perdón de Chéjov y de Poe, Cheever ha sido el mejor cuentista de la historia. Y este titán es la prueba viviente. Podría pegar aquí los millones de elogios en que se deshace Fresán sobre el que considera uno de sus padres narrativos, pero me los ahorraré. Cada una de estas historias tiene una factura impecable. Cheever perfeccionó el arte del cuento como nadie. Estos cuentos no incluyen Fall River, su primer libro, porque no está a la altura de su creador. Todos abordan la estructura con una devoción incansable, excepto “Miscelánea de personajes que no figurará”, en el que Cheever se toma la licencia de jugar con el lector.
20. El peor libro del año
Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino
Julián Herbert
Random House, 2017.
Este libro tiene todas las luces de no haber sido planeado. Parece que el autor juntó textos sueltos para entregárselos al editor para que dejara de molestarlo. Si Canción de tumba se quiere disfrazar de novela, este pretende hacer pasar por cuentos unos relatos fofos. En la primera historia es claro como Herbert justifica su pereza para estructurar una historia. Para él atender a las leyes del cuento es fascista. Y qué ocurre, que se queda en chistorete ontológico. Ser un buen prosista no es suficiente. Cambiar oro por espejitos una vez va, pero ya dos veces. Ojalá un día Herbert se deje de hacer el gracioso y se ponga a trabajar.
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