El Chueco respetaba a los clérigos, afirman

Jesuitas repudian uso de violencia desmedida

Sacerdotes señalan impunidad “descarada” con la que operan criminales; antes recibieron amenazas, pero no se habían cometido homicidios, lamentan

Misa por los jesuitas, en iglesia San Ignacio de Loyola, CDMX.
Misa por los jesuitas, en iglesia San Ignacio de Loyola, CDMX.Foto: AP
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Para el sacerdote jesuita Javier Ávila, la “deplorable” inseguridad es privativa no solamente de la Sierra Tarahumara, sino del país, y el asesinato de dos de sus compañeros misioneros es una expresión de esta situación.

Al conversar con La Razón, narró cómo ocurrieron los hechos que han consternado al país, pero a la vez expresó sus consideraciones sobre la inseguridad que domina en el territorio.

Contó que, a pesar de que los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora conocían desde pequeño a José Noriel Portillo, alias “El Chueco”, éste los privó de la vida.

La tarde del lunes pasado fueron asesinados tras intentar proteger a Pedro Palma, un guía de turistas que llegó a su iglesia, perseguido por el delincuente, en la comunidad de Cerocahui, municipio chihuahuense de Urique.

El sacerdote Javier Ávila, conocido como el padre “Pato”, manifestó que la seguridad es igual en esa región que en todas partes del territorio nacional.

La inseguridad está igual que en todas partes, no es privilegio de la sierra que estemos con inseguridad; todo el estado y el país hemos llegado a una inseguridad deplorable

Javier Ávila, Sacerdote Jesuita

“La inseguridad está igual que en todas partes, no es privilegio de la sierra que estemos con inseguridad; todo el estado y el país hemos llegado a una inseguridad deplorable”, consideró.

“¿Hasta dónde vamos a llegar? No sé; y notamos el cambio quienes estamos viviendo aquí desde hace mucho tiempo. El delito siempre ha existido, pero no con una impunidad tan descarada, y eso duele bastante”, lamentó.

“Es raro; no termino de asimilar y saber qué pasa, incluso él (Portillo) conoció a los padres desde que era chiquillo; los padres a veces lo regañaban (a “El Chueco”) y éste sujeto los respetaba, creo que fue fruto de una loquera (los asesinatos) que ha de haber traído con tanta droga (drogadicción, en el momento de los asesinatos)”, expresó el padre Ávila.

Destacó que conoce a muchos que se han metido en eso, los ha bautizado, les ha dado la primera comunión, pero actúan fuera de todo orden.

Recordó que, tras ser ultimados los jesuitas y un civil (guía de turistas), el sacerdote Jesús Reyes, que presenció la escena, pero a quien “El Chueco” no le disparó, le pidió que dejara los cuerpos. “Primero dijo que sí… se puso a platicar largamente con el padre y, al final, dio la orden a sus sicarios para que se llevaran los cuerpos a la troca”.

Antes de que fueran recuperados ayer los cadáveres, el padre “Pato” expresó que había un operativo conformado por elementos de la Guardia Nacional (GN), Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y Policía Estatal, que andaban peinando la región y buscando tanto al señalado como a los cuerpos.

Resaltó que en los últimos tiempos es la primera ocasión en que ocurre algo de esta índole y refirió que varios clérigos han recibido algunas amenazas, pero no habían llegado a esta “desfachatez” de victimar a las personas de buenas a primeras y sin ningún motivo.

Cuestionado sobre si los jesuitas tienen temor a que se presente otro caso similar, el padre “Pato” comentó que, afortunadamente, no tienen miedo y aceptan el risego.

“No le tenemos miedo a nada. La instrucción es muy clara: aquí estamos para entregar la vida; no tenemos opción de (fin de) sexenio, como muchos funcionarios; tenemos opción de vida y, al tener una opción de vida, aceptas el riesgo.

“Aceptas las condiciones a las que uno tiene que llevar la vida y entregarla… ellos (los dos sacerdotes asesinados) cumplieron hasta el último; murieron en la raya”, comentó.

Hizo mención de que la comunidad de Cerocahui está tranquila, lastimada por el hecho de que mataran a dos pastores muy especiales, cercanos a la gente, cariñosos, dispuestos a dar la mano, así como espirituales, y esas ausencias pesan.

El padre Pedro Humberto Arriaga, superior de los jesuitas en una misión del sur del país y amigo del padre Javier Campos desde que eran estudiantes, explicó que la situación de inseguridad en la zona se agravó recientemente.

En mayo, la última vez que se juntaron, Campos le transmitió “la gravedad de la situación, de cómo las bandas de narcos habían avanzado en la región, cómo se estaban apoderando ahí de las comunidades” y “se estaba descontrolando” todo, cada vez con más personas armadas moviéndose por todas partes.

  • El dato: siete religiosos han sido asesinados en la presente administración federal, lo que posiciona a México como uno de los países más peligrosos para el ejercicio sacerdotal.

Papa lamenta crimen, tras asesinato de “hermanos”

Francisco denunció ayer la violencia que azota a México y lamentó el asesinato de dos de sus “hermanos” jesuitas que fueron ultimados en una remota iglesia del país supuestamente a manos de miembros de una banda de narcotraficantes.

Francisco, un jesuita argentino, ofreció sus oraciones a la comunidad jesuita al final de su audiencia general semanal y dijo que estaba “triste y consternado” tras enterarse de los asesinatos en el estado mexicano de Chihuahua.

“Expreso mi dolor y consternación por el asesinato en México, anteayer, de dos religiosos, mis hermanos jesuitas, y un laico. “¡Cuántos asesinatos en México!”, dijo el pontífice al término de la audiencia general ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano.

“Estoy cercano con afecto y oración a la comunidad católica afectada por esta tragedia. Una vez más repito que la violencia no resuelve los problemas sino que crece el sufrimiento inútil”, añadió Francisco.

Tras los hechos, la Compañía de Jesús en México condenó el crimen, y destacó que los sacerdotes fueron asesinados “en el contexto de violencia que vive este país”, pues al menos siete sacerdotes han sido asesinados durante el actual gobierno.

Francisco atendió a drogadictos cuando era arzobispo de Buenos Aires y durante años ha condenado a los “traficantes de la muerte” que alimentan el comercio de la droga, que ha achacado al “diablo” y a la sed de dinero. Durante una visita a México en 2016, instó a los mexicanos a evitar el narcotráfico.