“Tras el 85, Dios nos da otra oportunidad”

“Tras el 85, Dios nos da otra oportunidad”
Por:
  • fernando_nava

Frente a la delegación Cuauhtémoc, el deportivo Jubilado donde jóvenes jugaban cada domingo futbol, ahora funge como albergue para personas que resultaron afectadas por el terremoto de 7.1 grados, que azotó la Ciudad de México.

Desde las 5:00 horas del pasado martes, la señora Carmen Medina, salió de su casa encontraba en la calle Sadi Carnot, casi en la esquina con Antonio Caso, donde la mayoría de hogares tiene rupturas y grietas que presagian un derrumbe.

En compañía de su esposo, Esteban Pinzón y su hermano, Saúl Medina, la señora Carmen tomó la decisión de que su única familia se desplazara a un lugar seguro para poder evitar quedar atrapados, como lo vivieron en el temblor del 85, cuando uno de sus hermanos murió al haberse quedado aprisionado entre los escombros.

El Dato: Cada usuario de Uber tendrán gratis dos viajes hacia y desde los centros de acopio, hospitales y albergues.

“Ellos son la única familia que me queda. Mis hijos viven en Estados Unidos, ellos no me llaman y ni si quiera me han preguntado si estamos bien, pero mientras tengamos vida vamos a seguir de pie, la casa en la que estábamos ya era vieja como la mayoría de los departamentos”, cuenta Medina a La Razón.

“Tuve un pavor enorme cuando ví cómo se cayeron los muebles de mi casa. Era chiquita, pero aún así, el miedo a que quedara atrapada o que todo se viniera fue horrible para nosotros tres”, revive.

Doña Carmen asegura que luego de que pasó el temblor, trató de ver cómo se encontraba su esposo y su hermano, pues don Esteban tiene diabetes.

“Lo bueno fue que tuvimos a los bomberos aquí, a un lado, ellos vinieron rápido y nos atendieron. Saúl quería llorar, pero se aguantó las ganas, prefirió seguir pidiendo ayuda a los bomberos para que mi esposo se sintiera mejor, antes de que el llanto lo quebrara”, narra una de más de 70 personas que refugia el complejo deportivo.

De acuerdo con el parte que dieron los médicos instalados en el albergue, Esteban Pinzón debe tener una dosis de insulina diaria, motivo por el cual no pueden dejar ir a los señores a otros lados porque su salud correría riesgos e incluso la muerte.

Por su parte, el esposo de doña Carmen, aseguró que lo que vivió fue todavía peor que el temblor del 85, pese a que en aquella vez hubo más muertes. “El del 85 fue pesado, pero se soportó, éste no. No dejaba ni que uno se moviera, y uno que ya está viejo, no se puede mover bien. Yo sí llegué a pensar que iba a morir aquí, pero Dios nos ha de querer mucho, porque nos dio otra oportunidad”, asegura.

Con los ojos llorosos, Carmen, cuenta que el temblor de hace 32 años cobró la vida de uno de sus hermanos.

“En esa vez, ya estábamos grandes, incluso ya teníamos un hijo incluso, pero mi hermano no alcanzó a salir. En esos tiempos uno no sabía qué pasaba, pero se nos fue mi hermano, mi hermano querido, incluso, nosotros dijimos que mi madre también falleció por el dolor que él nos dejó”.

Como la historia de la familia Pinzón Medina, hay historias similares que se cuentan en los 49 albergues instalados en la Ciudad de México.

De acuerdo con información obtenida por La Razón, la mayoría de los albergues acogen recibió a entre 50 y 100 personas la noche de ayer, y para el día de hoy se estima que más de 150 personas lleguen a los lugares instalados para los damnificados; cada albergue debe tener una capacidad mínima de 200 personas.