El viernes pasado, estuve en la frontera. Quise cruzar a pie para medir la situación en las aduanas. Apenas llegar, la imagen de Donald Trump con la mirada agresiva parece advertir: “está usted entrando al país”.
La ofensiva migratoria del Presidente Trump ha llegado a un punto de inflexión: el envío de la Guardia Nacional para contener las protestas que, en ciertas zonas de Los Ángeles, se han vuelto violentas.
Las protestas iniciaron el viernes pasado, tras la detención de más de cuarenta personas por agentes de inmigración (ICE). El ambiente social se había tensado pues personas y familias que viven conforme a la ley se han sentido perseguidas únicamente por su situación migratoria. Además, las redadas de ICE han sido especialmente violentas, posiblemente con el ánimo de provocar la evacuación voluntaria de algunos migrantes.

Coscorrón a desbocados de Morena
En cuestión de horas, los medios se inundaron de imágenes que contaban una historia aterrorizante pero distinta a la realidad: en los videos aparecían autos incendiados, personas con el rostro cubierto causando disturbios, saqueos en tiendas. Todo eso ocurrió, pero fueron brotes de violencia aislados que la policía local pudo contener sin necesidad de intervención federal.
Sin embargo, la Casa Blanca decidió enviar a la Guardia Nacional para detener las manifestaciones; esto sólo aumentó la tensión. El discurso antimexicano alcanzó un nuevo umbral: nos compararon con terroristas.
Lograr esta retórica tomó tiempo; comenzó cuando nos llamó “violadores” hasta llegar a este momento. Ese es el poder de los discursos de odio: se siembran, se riegan… hasta que dan frutos envenenados. La otrora relación de colaboración entre dos países vecinos se ve cada vez más lejana.
En junio de 2018, en el primer periodo presidencial de Trump y durante la reunión del G7, publiqué en La Razón (https://www.razon.com.mx/opinion/2018/06/13/donald-trump-el-antimexicano/) que: “Estados Unidos ha marcado una clara distancia con la Unión Europea; se ha distanciado también de sus vecinos. Pero las fronteras naturales no se modifican por los caprichos políticos; en ese sentido, la vulnerabilidad de nuestro país aumenta con un Presidente abiertamente antimexicano, de liderazgo totalitario y alejado de los principios de los países de convivencia liberal europea.”
También escribí que era importante que los candidatos presidenciales de ese momento iniciaran la construcción de una agenda para mitigar los ataques en contra de los migrantes, la proliferación de los discursos de odio y fortalecer las alianzas binacionales. Nada de eso ocurrió, y el costo está a la vista.
La presidenta Sheinbaum llegará el próximo lunes al G7 con una agenda muy cargada: primero, los aranceles y las remesas; después, el problema migratorio; finalmente, la renegociación del TMEC. No será una conversación fácil. Aunque hay que decirlo: hasta ahora, la presidenta Sheinbaum ha mantenido una relación impecable con el volátil presidente de Estados Unidos.
