Capital e Ideología

Capital e Ideología
Por:
  • armando_chaguaceda

Thomas Piketty, reconocido economista e intelectual público francés, ha vuelto a ponerse de moda. Si hace seis años su libro El Capital en el siglo XXI cosechaba éxitos de venta y planas de diarios, ahora ofrece Capital e Ideología (Seuil, París, 2019). Una obra, dice, que pretende rectificar —con su repaso histórico y global— los sesgos eurocentristas de su anterior trabajo.

Y donde el énfasis en las dimensiones política e ideológica le permiten abordar, cronológicamente, los régimenes de desigualdad que caracterizan a las distintas etapas de evolución humana.

En esta suerte de Economía y Sociedad 3.0, el joven profesor de la Escuela de Economía de París y director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, adelanta tesis sugerentes. Su punto de partida es la idea, sustentada con abundante información histórica y estadística, de que las desigualdades son construcciones humanas, no fatalidades naturales ni derivados del avance tecnológico. Construidas siempre desde un tipo de sociedad e ideología temporalmente dominantes.

Como señala el autor en su obra, las nociones con las que leemos y transformamos el mundo —los mercados, los salarios, el capital y la competencia, entre otras— son construcciones sociales e históricas. Que “refieren ante todo a las representaciones que cada sociedad tiene de la justicia social y de la economía justa, y de las relaciones de fuerza político-ideológicas entre los diferentes grupos y discursos implicados”. De ahí que considere que dichas relaciones no sólo expresan cierto nivel de riqueza material y poder coactivo, sino también determinada formulación ideológica. De tal suerte, la lucha de ideas abre la posibilidad de proyectar sociedades alternativas, más o menos basadas en la exclusión y la desigualdad o la justicia social y la participación democrática.

En sus mil 200 páginas y 17 capítulos, Piketty recorre la historia humana, partiendo de las llamadas sociedades ternarias —basadas en la rígida división estamental de la población en trabajadores, guerreros y religiosos— pasando por sus derivaciones colonialistas y esclavistas, sujetas a la dominación de Occidente. A este último lo aborda desde la aparición de las sociedades de propietarios, emblemáticas del capitalismo temprano. Las que luego evolucionarán —en la segunda posguerra— a las sociedades socialdemócratas, donde los conflictos entre capital y trabajo son atenuados por los efectos redistributivos de la acción pública estatal.

Un elemento destacable es el análisis crítico que hace el autor, hombre de izquierda, de las sociedades comunistas. Reconociendo que allí donde se pretendió revolucionariamente un modelo alternativo al capitalista, el autoritarismo político y el voluntarismo económico impusieron, a la postre, nefastas variantes de depredación ambiental, concentración de la riqueza y debilitamiento de la sociedad. Que cimentaron un tránsito salvaje a la economía de mercado.

Proponiendo medidas concretas para una sociedad menos desigual, Pikkety delinea hoy un modelo de socialismo participativo, con justicia redistributiva y economía ambientalmente sostenible. Una agenda atractiva, progresista y sofisticada, para los tiempos que corren.