Geopolítica y pandemia

Geopolítica y pandemia
Por:
  • armando_chaguaceda

En la actual coyuntura, además de los Estados, las organizaciones internacionales son objeto de controversia. Atravesadas por las disputas geopolíticas de grandes actores globales —EU, China, la Unión Europea— y capturadas por burocracias con intereses propios, las agencias encargadas del monitoreo, concertación y gestión colectivas de los asuntos internacionales, se han mostrado lentas y reactivas. El caso de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es emblemático: sobre su quehacer discurren hoy las pugnas y narrativas de las grandes potencias y de la sociedad civil global.

Más allá de lo desconocido del Covid-19, la OMS debe responder por omisiones técnicas, incoherencias comunicativas y sesgos políticos. Desoyó las alertas de Taiwán, un pequeño país exitoso en el enfrentamiento democrático de la enfermedad. Su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, demoró en catalogar el Covid-19 como pandemia y en declarar la emergencia global. Simultáneamente, fue displicentemente elogioso con la información provista por Beijing, calificando la gestión de sus gobernantes como ejemplo de “transparencia, compromiso y seriedad”. Lamentablemente, testimonios procedentes de la censurada sociedad china lo desmentían. De ahí que sea comprensible las reacciones de EU, Gran Bretaña, Francia y Australia, pidiendo una revisión del origen de la pandemia y de los nexos de la OMS con el Estado chino.

Pero una cosa es la postura multilateral —de sociedades y gobiernos democráticos— exigiendo rendición de cuentas a un régimen opaco, por su influencia sobre la entidad encargada de velar por la salud mundial; otra muy distinta es debilitar financieramente la organización o amagar con salirse del juego. Difícilmente se justifica una decisión populista como la tomada por la administración Trump. Insensible, ante la urgencia de una crisis humanitaria que demanda ingentes recursos. Torpe, en el modo más pragmático y concreto en que pueda ser entendida la realpolitik: al regalar a China y sus aliados un mayor control de la agenda de la OMS.

Washington ha actuado razonablemente cuando, desde la Razón de Estado, no confunde interés nacional y coyuntura electoral. Hizo bien al exigir mayor aporte europeo a la seguridad colectiva en la OTAN. Al ampliar el apoyo a Polonia y Taiwán frente a las respectivas amenazas de Moscú y Beijing. Al defender, frente al cortoplacismo empresarial, la seguridad democrática contra el robo de datos a través de la infraestructura de 5G de empresas estaticulares chinas. Pero toda salida aislacionista siempre genera, a medio plazo, más costos —económicos, geopolíticos, morales— que los que se quería evitar.

Existen alternativas. Japón y Corea son rivales milenarios de China. Sus visiones de Seguridad Nacional contemplan a Beijing como un adversario con capacidad de afectar directamente su territorio y población. Pero la crisis los ha reunido en un plan de acción, junto a países del Sudeste asiático.1  Cualquier agenda para confrontar la responsabilidad del Estado chino en el manejo del Covid-19, así como para detener la expansión del virus, no puede prescindir del multilateralismo. Es dentro de foros como la OMS donde debe darse, al unísono, la gestión colectiva de la pandemia y la denuncia de la manipulación autoritaria.