Antonio Michel Guardiola

Lecciones de Reino Unido

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Antonio Michel Guardiola
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Tras seis semanas de haber sustituido a Boris Johnson, Liz Truss renunció a su cargo de Primera Ministra. Es la gestión más corta en la historia del Reino Unido.

El caos, la molestia, la indignación y las exigencias de los ciudadanos británicos orillaron a Truss a tomar esta decisión. La comparación con México es sumamente complicada por las diferencias socioeconómicas y políticas, pero hay que aprender dos cosas de este suceso ajeno: la importancia de los contrapesos y el valor de la voz de los ciudadanos. Reino Unido tiene un sistema parlamentario. El Primer Ministro no es elegido directamente por los ciudadanos, sino que éstos votan por los 650 miembros de la Cámara de los Comunes y, usualmente, el partido con más escaños coloca a su líder en esa posición. A pesar de que el Partido Conservador goza de una amplia mayoría, con 357 parlamentarios, aceptó la resignación de Truss como consecuencia de la inconformidad generada por sus decisiones durante su corto período, porque saben que no hacerlo, traerá consecuencias ante la decepción de sus electores.

Por otro lado, los ciudadanos expresaron su frustración vehemente tras los recortes de impuestos propuestos por Truss, para las clases sociales más altas, y una caída de la libra esterlina no vista en casi 40 años. Incumplieron en promesas clave para los ciudadanos. Los ministros de finanzas y del interior dejaron sus cargos ante preocupaciones del rumbo que tomaba el gobierno. El pueblo habló, los instrumentos democráticos se entonaron y los contrapesos políticos ejercieron presión; el conjunto culminó en la tercera renuncia de un primer ministro británico en el último lustro.

México tardó siglos en consolidarse como un país democrático. Hace tan sólo un par de décadas surgieron instituciones electorales y las voces de oposición se hacían escuchar en las tomas de decisión. Sin embargo, esa democracia está endeble. Conforme el Gobierno opta por centralizar la toma de decisiones, reducir el presupuesto a las entidades, eliminar dependencias, militarizar la seguridad pública y amedrentar a la oposición, retrocedemos hacia una involución democrática.

Los poderes federales tenían el propósito de equilibrar las decisiones del Presidente. En los últimos años, hemos sido testigos de una sólida amistad entre el Ejecutivo Federal y el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por otro lado, ésta no puede ser objetiva cuando varios ministros le deben su lealtad al Presidente López Obrador.

En cuanto al Poder Legislativo, la oposición se ha fragmentado. Las ideologías de los partidos se han desvanecido ante la prevalencia de los intereses personales de cada legislador. En vez de adherirse a las propuestas por las que sus votantes los eligieron, sucumben ante un soborno o una amenaza.

En México, no hay un sistema en el que las acciones de los actores políticos tengan consecuencias. La Fiscalía General de la República, la Unidad de Inteligencia Financiera y el SAT funcionan a la voluntad del Ejecutivo. Lo más grave que puede pasar es que los envíen a la “congeladora” un tiempo como a Pío o Irma Eréndira. No hay temor ni cuidado para no equivocarse, y ni alicientes para gobernar en apego a sus obligaciones.

Definitivamente, las diferencias sociales, económicas y políticas entre México y el Reino Unido son abismales. No obstante, a pesar de que el Reino Unido ha atravesado turbulencias políticas inusitadas, se mantiene firme por sus instituciones democráticas, los contrapesos políticos y la participación de sus ciudadanos. Si el pueblo de México no actúa pronto, el avance que habíamos logrado habrá sido en vano. El dominio avasallador de un solo partido destruirá el mismo camino que recorrió hacia el poder, y silenciará las voces de quienes le permitieron llegar al trono. El problema es que, aunque haya daños, en México no habrá renuncias ni castigos.