Arturo Damm Arnal

De los impuestos (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Cobrar impuestos implica que el gobierno obliga a los ciudadanos a entregarle parte de sus ingresos, que son el producto de su trabajo, lo cual, dado que las personas tienen el derecho al producto íntegro de su trabajo, implica su violación, ante la cual caben dos posturas: eliminarlos o justificarlos correctamente.

La eliminación de impuestos, propuesta por los anarcocapitalistas, implica la desaparición del gobierno, porque al final de cuentas éste se financia con impuestos, pero no la desaparición de la necesidad de: (i) prohibir matar, secuestrar y robar; (ii) prevenir asesinatos, secuestros y robos; (iii) castigar a quien mate, secuestre y robe; (iv) obligar al asesino, secuestrador o ladrón a resarcir a su víctima, por lo que, de desaparecer el gobierno, éste tendría que sustituirse por un nuevo grupo de personas que lleven a cabo esas tareas, necesarias en cualquier sociedad para superar el estado de naturaleza hobbesiano, nuevo grupo (¿gobierno?) que tendría que financiarse de alguna manera (¿impuestos?).

La justificación correcta de los impuestos, propuesta por algunos liberales, comienza respondiendo dos preguntas: ¿por qué necesitamos gobierno?, ¿cuáles son sus legítimas tareas?

Supongamos dos personas A y B. A fuerte y abusiva. B débil y abusada (en el sentido de maltratada). Cada vez que se cruzan A le suelta una bofetada a B. ¿Qué puede hacer B para eliminar el abuso? Uno: tratar de convencer a A de que no lo haga. Dos: huir cada vez que A se acerque. Tres: responder con una bofetada a la bofetada de A y esperar la reacción de A. Cuatro: pagarle a C para que la proteja de A. Quinta: pagarle a A para que no la agreda.

De las cinco opciones, ¿cuál será la más eficaz para eliminar las agresiones de A? La quinta, siempre y cuando B le llegue al precio a A, opción que implica que B le paga a A para que ésta respete sus derechos, derechos que deben respetarse “gratuitamente”, precisamente en lo que consiste la justicia, virtud por la cual se respetan los derechos de los demás sin esperar, y mucho menos exigir, algo a cambio (por ejemplo: un pago).

¿Es justo pagar para que se respeten nuestros derechos? No. Si A deja de agredir a B porque ésta le paga para que no lo haga, ¿actúa A de manera justa? No. Entonces, si no es justo que B le pague a A para que no la agreda, ¿qué debe hacer? ¿Tratar de convencerlo para que no lo haga? ¿Y si no lo logra? ¿Huir cada vez que A se le acerque? ¿Y si no lo consigue? ¿Responder a la agresión con otra agresión? ¿Y si A responde más agresivamente? ¿Pagarle a C para que la proteja?

Ante este panorama, ¿no conviene que haya un grupo de gente, con la legitimidad y eficacia suficientes, que prohíba violar derechos, prevenga su violación, castigue al violador y lo obligue a resarcir a su víctima, todas ellas tareas propias de lo que llamamos gobierno?

Supongamos que somos B, ¿en qué tipo de país preferimos vivir: en uno en el cual, ante las agresiones de A, o tratamos de convencerlo de que no lo haga, o huimos cada vez que se nos acerca, o respondemos a su agresión con otra agresión, o le pagamos a alguien para que nos proteja, o le pagamos para que no nos agreda, o uno en el cual hay un gobierno con legitimidad y eficacia suficientes para prohibir, prevenir, castigar y obligar a resarcir la violación de derechos?

Continuará.