Progreso económico (6/10)

PESOS Y CONTRAPESOS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Para minimizar la escasez y maximizar el bienestar deben cumplirse ciertas condiciones por el lado de la oferta: que se produzca lo más posible y que lo producido se ofrezca al menor precio posible. De la demanda: que se genere el mayor ingreso posible. Del dinero: que aumente su poder adquisitivo. Ya expliqué las condiciones por el lado de la oferta y la demanda. Toca ahora el turno al poder adquisitivo del dinero.

Con relación al poder adquisitivo del dinero hay tres posibilidades. Primera: que se preserve, que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se compre la misma cantidad de los mismos bienes y servicios. Segunda: que se pierda, que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se compre una menor cantidad de los mismos bienes y servicios, lo cual se sintetiza en una palabra, inflación. Tercera: que se gane, que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se compre una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios, lo cual se sintetiza en una palabra, deflación.

De las tres, ¿cuál contribuye a minimizar la escasez y maximizar el bienestar? La deflación, que con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, pueda comprarse una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios, deflación que es, por el lado del poder adquisitivo del dinero, la condición que debe cumplirse para minimizar la escasez y maximizar el bienestar, afirmación con la cual más de un economista, sobre todo si es de inspiración keynesiana, no está de acuerdo, por considerar que la deflación es un mal mayor que la inflación, consideración que, consecuencia de graves malentendidos, que no viene al caso tratar en este espacio, viene desde los tiempos de la Gran Depresión.

Lo primero que hay que hacer es distinguir entre la mala y la buena deflación. La mala deflación, consecuencia, ceteris paribus, de una disminución en la cantidad de dinero que se intercambia en la economía (política monetaria contraccionista), y por lo tanto de la demanda agregada (la demanda de todos los agentes económicos), hay que evitarla. La buena deflación, consecuencia, ceteris paribus, de un aumento en la oferta agregada (la oferta de todos los bienes y servicios, nacionales y extranjeros), y de mantener constante la cantidad de dinero que se intercambia en la economía (política monetaria neutral), y por lo tanto la demanda agregada, hay que procurarla, lo cual nos remite nuevamente a las inversiones directas.

El aumento en la oferta agregada puede deberse a un aumento en la producción de bienes y servicios y/o a un aumento en las importaciones, siendo la primera un componente más importante que las segundas, por lo que su comportamiento tiene un mayor efecto sobre la oferta agregada. ¿Y de qué depende la producción? De las inversiones directas, cuya importancia para el progreso económico no hay manera de minimizar, razón por la cual hay que garantizar las condiciones institucionales que permitan maximizarla.

Con relación al poder adquisitivo del dinero llama la atención que muchos bancos centrales, el Banco de México incluido, opten por la peor opción, la de la pérdida, teniendo metas de inflación, lo que se explica por el miedo que muchos economistas le tienen a la deflación, sin distinguir, ¡grave error! entre la buena y la mala.

Continuará.