Arturo Vieyra

Aumento al salario mínimo: se consolida un cambio de régimen

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra
Arturo Vieyra
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El reciente incremento de 15% al salario mínimo (SM) que entrará en vigor el próximo año ha sido un tema de importante controversia económica. Su determinación por la Conasami se realiza a partir del acuerdo mayoritario entre Gobierno, empresarios y trabajadores que, algunas veces, como en la reciente negociación, no llega al consenso generalizado.

La determinación del SM no ha sido homogénea a lo largo de la historia. En la primera mitad de los años setenta llegó a tener un poder adquisitivo de casi el doble de lo que actualmente tiene. Posteriormente, con las crisis persistentes con alta inflación hasta la crisis del tequila, el SM perdió más de dos terceras partes de su poder de compra. A partir de entonces y hasta el 2017, con el control de la inflación, la fijación de los SM perdió todo su carácter social manteniéndolo estable en términos reales fungiendo sólo como una unidad de medida más que como un indicador del poder adquisitivo del trabajador.

Desde el 2018, se genera una mayor conciencia en la sociedad sobre la imperante necesidad de incrementar el SM. Con ello, desde finales de la pasada administración, se promueven incrementos reales y sustanciales. Así, con el reciente aumento del 15% el SM tendrá en el 2021 un poder de compra casi 50% mayor que el de 2017.

El objetivo fundamental del incremento al SM es evitar el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores que perciben menores ingresos. Su importancia no sólo radica en el impacto directo que tiene sobre las personas que perciben la mínima remuneración, sino que, además puede tener influencia en el resto de la estructura salarial, lo que en economía se denomina “efecto faro”.

Aunque el SM no es el indicador que reseña la evolución de todos los salarios del país, su determinación es importante para la conformación del resto de la estructura salarial. Por tanto, la decisión sobre el incremento al salario mínimo debe considerar los impactos sobre toda la economía, pues las consecuencias de querer favorecer al trabajador pueden resultar contraproducentes en términos de una mayor inflación —y, por tanto, anular total o parcialmente el aumento en el poder adquisitivo que se desea con el aumento—, a la par que puede impactar negativamente el empleo principalmente de las pequeñas y medianas empresas.

La pregunta obligada entonces es si el reciente aumento resultará nocivo para los trabajadores y la economía. Hasta hoy, la economía está deprimida, con una capacidad ociosa considerable que en muchos casos obstaculiza el traslado de los aumentos del salario a precios. El impacto sobre el resto de la estructura salarial será menor que en otros años, debido a la presión que ejerce el mayor desempleo sobre el mercado laboral.

Se ve factible el incremento al salario mínimo para 2021. Empero, no se debe perder de vista que el peor enemigo del salario es la inflación, por lo que los esfuerzos por mantener la estabilidad macroeconómica e incentivar la inversión pública y privada deben ser prioritarios, de lo contrario, cualquier intento por incrementar el salario real y preservar el empleo, seguramente será en vano.