Bernardo Bolaños

Cartilla Moral para el país tapón

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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¿Cómo debemos tratar a los migrantes haitianos y centroamericanos? ¿Es aceptable hacer diferencias con los refugiados afganos? Estas preguntas éticas deberían ocupar al Gobierno que ha promovido la Cartilla Moral. La sociedad mexicana se enternece con las jóvenes afganas que saben robótica y fueron acogidas en México, mientras que le da la espalda a los desplazados por terremotos y huracanes en el Caribe y Centroamérica. Y aunque los políticos le dan al pueblo por su lado, esa bipolaridad merece autocrítica y hasta abordarse en la Cartilla Moral.

Pero no basta con desempolvar a Alfonso Reyes o con traducir a algún catedrático de ética de Harvard u Oxford. Tenemos dilemas propios e inéditos. En Estados Unidos y Europa se debate sobre los límites a la reunificación familiar de migrantes y se preguntan: ¿los trabajadores extranjeros deben tener derecho de hacer venir a los hijos adultos y a la abuelita o sólo a los vástagos menores de edad? En cambio, nosotros en México tenemos los dilemas morales de un país tapón, de un estado subcontratado para contener las olas migratorias. Si el TMEC bien valía un acuerdo de cooperación con Estados Unidos en control migratorio, ahora hay que responder las preguntas morales: ¿Qué tan lejos deben llegar nuestras tareas como achichincles de la Border Patrol?

Y más que una Cartilla Moral, sería útil un enfoque biopolítico o necropolítico. Porque cuando, indignados, difundimos el video de una migrante desesperada gritando que le han robado a su hijita, estamos cumpliendo la función que se nos asigna: divulgar que no vengan, que en México se separa a las familias (sea o no cierto). Se reprime a las caravanas migrantes y se filman las escenas; y cuando, finalmente, divulgamos en Twitter el video de los golpes y llantos, hacemos lo que se espera de nosotros ¿O hay otra manera más creíble de disuadir a los próximos contingentes?

Desde un enfoque biopolítico, al menos podemos comprender que nos hemos convertido en eficientes achichincles de esta “sociedad de control” (Foucault dixit). Y, cuando aparecen fosas colectivas con cuerpos de migrantes o se demuestra que las familias han sido separadas, es que ya estamos en peor nivel: es la necropolítica (Sayak Valencia, Ariadna Estévez, Amarela Varela dixerunt).

Si el Presidente es congruente, debería encargar que se amplíe la Cartilla Moral y se aborden en ella los mandamientos para un país tapón, como es el nuestro. Pero con honestidad, no inventando el pretexto de que se prohibe supuestamente a los migrantes desplazarse por el territorio nacional para protegerlos de múltiples peligros. Ajá, cómo no. Y, nosotros, pongámonos a leer también cosas menos puras e idealizadas que las cartillas morales, a repensar nuestra manera de solidarizarnos con los migrantes. Incluso, pospongamos la lectura de tratados filosóficos desde el mullido sillón y salgamos a la calle, a visitar el albergue o ¿por qué no? a probar practicar la hospitalidad en serio, esa virtud sagrada para Zeus y Yahvé.