Bernardo Bolaños

La ciencia neoliberal

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Tenemos que advertirles a los mexicanos que el cambio climático traerá consigo golpes de calor mortales y que la humedad es tan peligrosa como el calor. Pero difícilmente podemos enseñarles desde Ciudad de México a los residentes de Alaska o Yakarta sobre humedad. En parte, la ciencia debe ser local. Dicho eso, un buen artículo en inglés, la lengua franca de hoy, puede ser leído aquí y en China. En parte, la ciencia es global.

Sea lo que sea la ciencia neoliberal, su fantasma recorre el mundito académico. Es el espectro del mal para la 4T que denuncia individualismo y privatización en el pasado. Es un mito, según los adversarios de la misma, que apuntan a caos y burocratismo en la actual gestión.

Antes de 2018, recuerdo el desprecio que algunos investigadores de tiempo completo expresaban contra los intelectuales públicos que no publican regularmente en revistas internacionales con alto factor de impacto. Para mis adentros, a mí me parecían más valiosos algunos libros de José Antonio Crespo que ciertos papers en revistas famosas. En ese entonces, los profesores, saturados de clases, éramos invitados a dedicar nuestros días de descanso a escribir artículos en inglés, para tratar de publicar en revistas internacionales y a destinar nuestros ahorros a pagar correctores que supieran distinguir el estilo británico del estadounidense.

Ahora la 4T ha volteado la tortilla. Al parecer, científicos e intelectuales públicos pueden permanecer en el SNI. Importa la discusión pública. Los profesores pueden apoyar a las revistas científicas locales o regionales. Como miembro del consejo editorial de una revista en consolidación, sé lo que significa batallar desde México frente a los journals extranjeros. Además, Conacyt ha dejado de financiar con dinero público, ¡nuestro dinero!, las investigaciones de empresas de comida chatarra para “mejorar”, según ellas, saborizantes químicos y estimulantes artificiales del apetito en sus propias papas fritas.

Pero el nuevo riesgo será que nos pasemos al extremo opuesto al de la ciencia neoliberal. Que todo valga. Hemos visto lo peligroso que es que autoridades estén obsesionadas con difundir especulaciones sobre ivermectina, no validadas por pares, ni debidamente publicadas. El susodicho escrito sobre el desparasitante distribuido en la capital, acabó siendo propaganda en manos de grupos antivacunas.

La discusión está polarizada y me gano insultos de uno y otro lado cada vez que la abordo. Como denuncia el psicólogo social Jonathan Haidt, en el mundo ritmado por las redes sociales se trata de pelear, no de conversar; ése es el negocio. Pero yo veo que las diferencias son naturales: Yo soy yo y lo que me ha exigido el tabulador de la UAM desde hace 15 años. Ella es ella y lo que le ha exigido su prestigiado centro de investigación. Igual quienes trabajan en la Montaña de Guerrero y en un campus de una universidad extranjera prestigiada. Nuestras identidades, moldeadas por las instituciones donde trabajamos, a veces son lo que nos coloca en polos aparentemente opuestos.