Bibiana Belsasso

La Loba de Chimalhuacán, cacicazgo y poder

BAJO SOSPECHA

Por:
  • Bibiana Belsasso

Para mi querido Luis Franco de Cal y Arena, abrazo fuerte hasta el cielo. Nos vas a hacer mucha falta

Guadalupe Buendía, La Loba de Chimalhuacán, recluida en el penal Santiaguito, en el Estado de México, murió por Covid 19 mientras purgaba una condena de más de 492 años de prisión.

El casi medio siglo de condena es histórica, acusada por los delitos de homicidio, lesiones, daño en los bienes y ocupación ilegal de edificios e inmuebles destinados al servicio público. Acostumbrada a mandar y a pasar por encima de la gente y de la ley, no pudo con el nuevo coronavirus.

Buendía Torres fue trasladada del Penal de Santiaguito al hospital Centro Médico GIN, donde fue intubada y conectada a un respirador mecánico; sin embargo, falleció la madrugada del domingo tras sufrir dos paros respiratorios.

¿Quién fue esta mujer, que llegó a tener un poder inconmensurable, que igual trabajaba para cualquier partido político, siempre conservando el poder y ejerciendo violencia? 

¿Quién fue La Loba, la mujer que tenía más de 80 averiguaciones penales en su contra por diversos delitos, principalmente despojo, lesiones, desalojos y la invasión de terrenos?

¿Cómo acumuló tanto poder?

Esta es una historia de cacicazgos, explotación de la pobreza, violencia y crímenes de gente que impone su ley con base en el abuso de poder. Una mujer que ejerció con terror el control de uno de los municipios más importantes del Estado de México.

María Eulalia Guadalupe Buendía Torres prefería que se dirigieran a ella por su sobrenombre, La Loba, con el cual infundía miedo y respeto.

La Loba siempre traía consigo un maletín, tipo portafolios, en el que no cargaba papeles y objetos personales, sino un arma de fuego, de alto calibre, y que sólo mostraba para decir: “Yo no necesito matones que me cuiden, con ésta yo me cuido sola”.

A María Eulalia no le incomodaba presumir sus lazos con el gobernador en turno de la entidad. Colocó a sus familiares en varios cargos públicos y en varias ocasiones eligió a los presidentes municipales para su beneficio.

Era tal el poder de esta mujer, que tuvo el control total del municipio de Chimalhuacán, Estado de México, sobre todo en los años 90.

Una mujer peligrosa

Guadalupe Buendía Torres, al ser presentada ante un juez tras su detención por los hechos violentos del 17 de agosto de 2000. La mujer falleció el fin de semana en un hospital en el Edomex. Foto: Cuartoscuro

Tras el sismo de 1985, el municipio de Chimalhuacán se convirtió en una opción de residencia para los capitalinos que perdieron su vivienda, pero también para los migrantes de otros estados que llegaban en busca de oportunidades de vida, a sólo 30 kilómetros de la Ciudad de México.

Fue ese el escenario que observó Buendía Torres para iniciar las actividades que le brindaron fama, poder y dinero.

Así, La Loba comenzó a marcar su territorio a fuerza de amenazas para lograr obediencia y lealtad entre un grupo de recolectores de basura y pepenadores, que trabajaban del lado de Chimalhuacán, en el tiradero conocido como Neza-Bordo.

Debido a su facilidad para organizar a las personas, los convenció de invadir predios cercanos al tiradero; luego La Loba les vendía los terrenos y los asesoraba para construir casas con madera y láminas de cartón.

Con el paso del tiempo se convirtió en fraccionadora, pues invadía predios, los lotificaba y los vendía aprovechando la demanda de suelo barato para la construcción.

Ya con el control de la gente, los utilizaba para alcanzar sus objetivos. Organizaba manifestaciones en la ciudad de Toluca junto con asociaciones y grupos de Chimalhuacán y municipios cercanos, para exigir al Gobierno del estado la regularización de predios y dotación de servicios públicos.

Esto le permitió hacerse del control de actividades como la recolección de basura, pero también manejaba el transporte público, principalmente taxis, que prestaban el servicio de manera irregular.

Con el poder de organizaciones y sus agremiados tejió una red de alianzas y complicidades que le permitieron estar en contacto con políticos de diversa filiación partidista, principalmente del PRI, en cuyos mítines y actos públicos contaban con la presencia de miles de sus seguidores; en consecuencia, obtenía favores que cobraría cuando arribaban a los cargos públicos.

La Loba de Chimalhuacán perteneció a las fuerzas populares del PRI, y gracias a su liderazgo y habilidad para persuadir a la gente, se convirtió en la líder de la Organización de Pueblos y Colonias (OPC), convertido en un grupo de choque.

Fue a través de esta organización que María Eulalia lideró la invasión de predios en diversas colonias y se los entregó a su gente.

La Loba fue nombrada directora del Organismo Descentralizado de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento (Odapas) del municipio; cargo que ocupó para chantajear a la población y a sus opositores, ya que, si no la obedecían, les cortaba el suministro de agua.

Dada su influencia política, también fue nombrada directora del DIF del Estado de México. Además, colocó a su primo Carlos Cornejo Torres como presidente municipal de Chimalhuacán, mismo que unos años después también fue encarcelado.

La Loba fue detenida en 1993 debido a una riña protagonizada por sus seguidores y futbolistas llaneros, en la cual murió el hijo de una de sus colaboradoras, Margarita Preisser.

Un año después de obtener su libertad, fue acusada de destruir una capilla del barrio de Plateros a consecuencia de un pleito vecinal.

La caída de La Loba comenzó a partir de una disputa por el control del ayuntamiento.

En el 2000, el PRI postuló a Jesús Tolentino Román Bojórquez, dirigente de Antorcha Popular, a la candidatura por Chimalhuacán, situación que no le cayó nada bien a Buendía.

Jesús Tolentino ganó la elección, pero el 18 agosto de ese año, La Loba movilizó a sus seguidores hasta el Palacio Municipal para evitar la toma de protesta. El zafarrancho dejó 10 personas muertas y decenas de heridos por arma de fuego.

Una semana después, en el municipio de Zinacantepec, a donde La Loba había acudido a que le hicieran una “limpia”, fue detenida junto con su hermana, María Cristina Buendía Torres; su hijo Hugo Adelaido Herrera Buendía, y su esposo, José Adelaido Herrera Delgado.

Con los años, La Loba perdió la batalla legal y también la que enfrentó contra el Covid-19. Hoy, su hijo Hugo Adelaido Herrera Buendía se encuentra internado y en estado delicado en el mismo hospital que falleció su madre.

La historia de La Loba se apagó, pero no han terminado estos cacicazgos, que explotan la pobreza, y que viven de controlar comunidades enteras cometiendo delitos, desde invasión de predios hasta asesinatos, con el fin de conservar cotos de poder, con fines de control político, económico y social.