Bibiana Belsasso

Las mujeres de Kabul en CDMX

BAJO SOSPECHA

Bibiana Belsasso *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bibiana Belsasso 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La llegada de las jóvenes del equipo de robótica de Afganistán, que llegaron por una gestión de la Cancillería esta misma semana a México, sirve para ejemplificar mejor que nada la situación que viven las mujeres en ese país, una situación que empeorará en forma notable con la toma del poder de los talibanes en Kabul.

Escribió en estos días Tony Blair, el expremier británico, que no se explicaba por qué Occidente no utilizaba la misma fuerza moral, política, ética y material que había utilizado en la lucha contra el comunismo en la lucha contra el islamismo radical. Y Blair es un socialdemócrata, europeísta, está lejos de mantener posiciones políticas radicales. Acompañó a Bush en la aventura de Irak, y eso le costó capital político, pero lo hizo precisamente porque entonces y ahora pensaba sobre el tema lo mismo. Me imagino que 20 años después la desilusión y comprobar que las peores previsiones se han hecho realidad, deben haber aumentado esa convicción.

No se debería confundir el Islam, la religión musulmana en sí misma con el islamismo radical, primitivo, integrista, del que hacen gala los talibanes y otros regímenes de la región. El caso de las mujeres es el más terrible. Las mujeres en la visión de los talibanes son simplemente un accesorio de los hombres: están no sólo obligadas a obedecerlos de todas las formas posibles, sino que no pueden estudiar a partir de los 10 años, no pueden trabajar, sus padres deciden sus matrimonios, que por supuesto sólo pueden disolver sus maridos, por la razón que sea, y esos matrimonios se arreglan a partir de que las niñas tienen apenas 10 años.

Si algo hizo bien la intervención de Estados Unidos fue impulsar la situación de las mujeres. Pudieron estudiar, trabajar, desempeñar labores en la sanidad, en las comunicaciones, en el periodismo, como traductoras. Hasta la caída de Kabul el 57 por ciento de la matrícula universitaria de Afganistán estaba formada por mujeres. Ése es el futuro que destroza la llegada de los talibanes a Kabul. Las jóvenes ingenieras informáticas de Afganistán son la mejor demostración de esos avances y de la tragedia que conlleva la caída del régimen que mantuvo el poder, sostenido por Estados Unidos y las potencias que lo apoyaron, durante los últimos 20 años.

Claro que ésa no es la realidad que regía en todo el país. Buena parte de Afganistán es casi una sociedad feudal, donde las mujeres no tienen tampoco protección real, aunque la situación se atemperó en muchas partes del país durante esas dos décadas. Pero los talibanes, atrincherados en las zonas montañosas del país, atacaban escuelas de mujeres, en ocasiones las secuestraban (aunque nunca en el nivel de sus compañeros de ruta en África, los grupos de Boko Haram), y en esos territorios las cosas cambiaron muy poco.

Les dan la bienvenida

El canciller Marcelo Ebrard saluda, el pasado martes, a 5 jóvenes integrantes del equipo de robótica de Afganistán quienes llegaron a nuestro país huyendo del régimen talibán, que ha sometido a las mujeres sin permitirles el acceso a la educación o el trabajo.
El canciller Marcelo Ebrard saluda, el pasado martes, a 5 jóvenes integrantes del equipo de robótica de Afganistán quienes llegaron a nuestro país huyendo del régimen talibán, que ha sometido a las mujeres sin permitirles el acceso a la educación o el trabajo.Foto: Cuartoscuro

Quizás lo que ocurrió es precisamente eso: que en 20 años cambiaron muchas cosas, muchas mujeres comenzaron a hacer su vida y a estudiar en las pocas ciudades del país, desde el gobierno se aceptaban esas políticas, porque de ellas dependían en muchos sentidos los recursos que desde el exterior mantenían la economía afgana (unos 8 mil millones de dólares anuales destinados a ese fin, contra unos 85 mil millones de dólares destinados a equipar un ejército que simplemente se rindió sin pelear), pero el hecho es que buena parte de la sociedad simplemente lo aceptó, pero no peleó ni material, ni social, ni económicamente por su destino. La intervención de dos décadas no dio esa pelea, se conformó con tratar de derrotar a los talibanes y acabar con sus líderes más radicales, como el jeque Omar,  destruir a Al Qaeda y sus cabezas, pero no a dar la batalla de fondo, aunque quizás nunca lo hubiera podido lograr, pero el gobierno, corrupto, y el ejército no se hubieran rendido tan rápido sin luchar si ese arraigo hubiera sido más sólido.

En fin, el destino de las mujeres en Afganistán y en muchos países de la región estará marcado por la caída de Kabul. En ese sentido, el recibir a las jóvenes del equipo de informática de Afganistán es un símbolo poderoso para nuestra sociedad.

Se podrá argumentar que en México la situación de las mujeres tampoco es boyante. Los feminicidios están creciendo en buena parte del país, la violencia intrafamiliar crece, también lo han hecho las violaciones, todos los números del Sistema Nacional de Seguridad Pública lo demuestran en buena parte del país. Los derechos de las mujeres también están en disputa; en estos días la SCJN debatirá temas que están íntimamente relacionados con ello: el derecho constitucional del aborto, las objeciones de conciencia del personal sanitario, la consideración del derecho de la vida desde el momento de la concepción. Existen fuertes presiones para dar marcha a atrás a los derechos adquiridos por las mujeres en la CDMX y otros lugares del país. La decisión que tome la Suprema Corte es fundamental para evitar que los retrocesos locales terminen afectando a todas las mujeres en todo el país.

Mucho es lo que está en juego en el mundo y en nuestro país. Tenemos que mirarnos en el espejo de Afganistán para comprender que estas batallas nunca están ganadas en forma definitiva.