Inconsciencia e irresponsabilidad

Justa Medianía

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Por:

Somos libres. Tenemos derecho a decidir qué hacer y qué no hacer, respetando siempre el marco legal y las libertades del otro. Tenemos derecho a ponernos en riesgo; sin embargo, no tenemos derecho a poner en riesgo con nuestras acciones a quienes nos rodean.

El deporte forma parte de mi vida. Construye mi perfil y cultiva mi salud física y mental; me entretiene, concentra y divierte. En mis años como deportista amateur he tenido la oportunidad de tener contacto con diversos deportes y deportistas. Durante la práctica deportiva se debe tener respeto por la actividad física, por el entorno y por aquellas personas con quienes se comparte la rutina.

Los deportistas que mayor asombro y admiración me producen son los alpinistas. Los considero sumamente fuertes física y mentalmente; sin embargo, probablemente ésas no sean sus principales virtudes. El alpinista en toda la extensión de la palabra es sumamente responsable, respetuoso y sensato en cada paso que da con rumbo a la cima. He tenido la escalofriante oportunidad de ir a la montaña con deportistas altamente calificados; y digo escalofriante porque sin lugar a dudas la montaña es el entorno para mí más desafiante, incluso por encima del mar durante la natación en aguas abiertas. Sólo equipararía a la montaña con el océano, cuando es navegado en la inmensidad a bordo de embarcaciones pequeñas.

Los alpinistas saben que una mala decisión les costaría la vida. Toman en cuenta hasta el más mínimo detalle en su preparación, equipamiento, ruta y entorno. En algunas de mis visitas a la montaña, me ha sorprendido la profundidad en su análisis y su verticalidad en la toma de decisiones para emprender la vuelta al campamento cuando las condiciones del entorno o de alguno de los acompañantes ponen en riesgo la vida.

Todo este preámbulo para manifestar mi absoluta indignación como deportista, ciudadano y servidor público, en torno al ascenso de un hombre —al que no puedo llamar alpinista, por obvias razones— al cráter del volcán Popocatépetl. Gracias a la buena fortuna, se encuentra sano y salvo. Desafortunadamente, de manera incomprensible, se ha dedicado a difundir su conducta alardeando supuesto valor y utilidad del acto. Nada más equivocado.

Lo que este hombre ha hecho es poner en riesgo su vida y la de cientos que tendrían que haberlo rescatado lesionado o muerto en caso de que una explosión —de las que ocurren varias de manera cotidiana—, en caso de haber sucedido, cuando él se encontraba en la zona de restricción. No hubiera sido el primero que pierde la vida en un acto similar. Repito, qué bueno que está sano y salvo. Su irresponsabilidad e inconsciencia de nada sirve, no agrega ningún elemento que pudiera siquiera aparecer como un elemento a tomar en cuenta en una valoración de la pertinencia de ascender o no ascender. Nada. No sirve. Sólo vulnera.

Mucho nos falta trabajar a todos para comprender que las emergencias y los desastres los construimos con nuestras acciones. Mucho nos falta respetar el trabajo de miles de mujeres y hombres que dedican su talento y experiencia para analizar el comportamiento de los volcanes y alertarnos del riesgo que éstos representan. Redoblaremos el paso, como deportistas, ciudadanos y servidores públicos, para fortalecer las estrategias que nos permitan despertar la conciencia de aquellos que la mantienen en un sueño profundo.

Twitter: @DavidLeonRomero