Eduardo Nateras

Rezago educativo por Covid

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Con la suspensión de clases presenciales en todos los niveles de educación y la necesidad de transitar a una modalidad a distancia por motivos sanitarios, comenzó el enorme reto para millones de estudiantes de poder continuar con sus estudios —aunado al esfuerzo y sacrificio de docentes y madres y padres de familia—.

A inicios de la pandemia, difícilmente alguien pudo haber hecho un pronóstico medianamente acertado sobre la duración de la modalidad de clases a distancia. Si bien la autorización para regresar a las aulas se dio desde mediados del año pasado —recién se concluyó el programa de vacunación al personal de instituciones educativas—, la realidad es que, a la fecha, miles de escuelas no han vuelto en su totalidad al esquema de clases y actividades anteriores a la pandemia, aunado a que millones de madres y padres de familia han optado porque sus vástagos continúen en una modalidad híbrida o virtual, para minimizar el riesgo de contagio.

Ante este hecho, e, incluso, apenas transcurridos unos cuantos meses de las medidas educativas emergentes, se tuvo la certeza de que, entre las repercusiones más severas que dejaría la pandemia, sería deserción escolar y rezago educativo, pues no existía programa de educación —público o privado— que aguantara un esquema de educación a distancia tan prolongado —por cerca ya de dos años—. O, al menos, no en nuestro país, pues simplemente no hay infraestructura suficiente para poder llevarlo a cabo de manera adecuada.

No hay manera de equiparar la calidad de educación recibida a distancia con respecto a la presencial. Así lo confirman los escalofriantes datos revelados en días recientes por Eduardo Backhoff —presidente del Consejo Directo de Métrica Educativa y extitular del extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación—, que señalan que la emergencia sanitaria ha provocado un rezago educativo de hasta tres grados escolares, con repercusiones aún mayores entre los sectores de población más vulnerables.

Es evidente la urgente necesidad de que el alumnado vuelva a las aulas cuanto antes, para no prolongar más estas brechas. Sin embargo, los datos surgen en medio de la ola más reciente de contagios, provocada por la variante Ómicron, y con prácticamente la totalidad de la población menor a 18 años de edad —en pocas palabras, todos los estudiantes de educación preescolar, básica y media— aún sin ser contemplados por las autoridades sanitarias de nuestro país, dentro de los esquemas de vacunación contra el Covid-19.

Estos datos se suman a la información recabada mediante una encuesta conducida por el Inegi en marzo del año pasado —con resultados igualmente alarmantes—, sin que se cuente todavía con información más puntual y detallada por parte de la Secretaría de Educación Pública, sobre los efectos que la pandemia ha dejado en el estudiantado de nuestro país.

Aunado a las carencias y deficiencias que nuestro endeble sistema educativo ha padecido por décadas, los datos confirman los nocivos efectos que la pandemia ha dejado en la formación de miles de estudiantes en México.