Gabriel Morales Sod

Cuando la democracia se desmorona

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El desmoronamiento de la democracia liberal se ha convertido en una obsesión de analistas e historiadores en la última década. La victoria de Donald Trump en Estados Unidos y la reaparición de la derecha extrema y antiliberal en Europa sonaron la alarma entre quienes disfrutan y confían en los arreglos institucionales democráticos; sin embargo, gracias a instituciones fuertes, países como Francia, España, Alemania y Estados Unidos han logrado, hasta el momento, resistir el embate de las fuerzas antidemocráticas, a pesar de haber sufrido dolorosas derrotas electorales. Israel, la pequeña y única democracia en Medio Oriente, parece no tener la entereza institucional suficiente para resistir el embate de las fuerzas antiliberales.

Desde 2015, el gobierno, liderado por Benjamin Netanyahu, emprendió una batalla en contra de las cortes, la prensa y las organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, nunca antes las fuerzas de la derecha extrema habían obtenido tanto poder como en la última elección.

La nueva coalición que tomará el poder el día de hoy difiere de las anteriores en un punto esencial. Si bien los partidos religiosos y de extrema derecha han formado parte de las últimas coaliciones de Netanyahu, el primer ministro siempre mantuvo el control sobre sus socios políticos, manipulándolos y usándolos a su antojo para consolidar su poder. Ahora, enfrentando un triple juicio por corrupción, Netanyahu toma el mando más débil que nunca, y sus aliados han sabido aprovecharse de esta oportunidad para avanzar la destrucción de las instituciones democráticas, prácticamente obligándolo a ajustarse a su línea política. Uno de los ejemplos más dramáticos de este cambio es un proyecto de ley en el acuerdo de coalición que permitirá a negocios negar servicios a individuos con el pretexto de libertad religiosa; es decir, por ejemplo, que un hotel podrá negarse a albergar a una pareja homosexual o un salón de conciertos prohibir la entrada a mujeres; otro ejemplo de este embate es otra ley que otorgará a actores políticos (colonos de derecha) el control sobre las actividades de la policía y el ejército en los territorios ocupados.

Es posible pensar en un escenario en donde en la siguiente elección la coalición antiliberal pierda el poder y un nuevo gobierno de cambio ponga reversa a esta serie de leyes. Sin embargo, los efectos de este gobierno irán más allá del ámbito de la ley. Las cicatrices que dejará serán una mancha indeleble. La división entre el público secular y el público religioso, que hasta hace algunos años solían cooperar en el ámbito político, se profundizará aún más, resultando en una sociedad partida en decenas de pedazos, donde el racismo, la discriminación y el odio a quien piensa distinto se convertirán en una norma. Divide y vencerás es, sin duda, el mantra político más importante de la estrategia de Netanyahu. La polarización social, resultado directo de la ambición política de una sola persona, ha cambiado para siempre a un país que se formó sobre la base de una sociedad igualitaria y democrática.