Gabriel Morales Sod

A Putin se le acaban las opciones

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Sin importar si la intención de Putin era detener lo que percibía como una amenaza a Rusia por parte de la OTAN o un plan expansionista para incrementar sus ambiciones de poder, a seis meses de iniciada la guerra, y sobre todo después de la humillante derrota de las tropas rusas en el noroeste de Ucrania esta semana, es posible decir que el mandatario ruso sobrestimó su fuerza. A pesar de que el futuro de la guerra es incierto, por el momento la decisión de invadir Ucrania parece haber sido un enorme error estratégico y, conforme pasan las semanas, las derrotas se incrementan, Putin parece haberse quedado prácticamente sin opciones para garantizar la victoria que necesita.

El plan inicial de Putin era una invasión rápida que, según los planes de inteligencia de Moscú, conseguiría la dominación de Kiev en unos cuantos días. Putin sabía que la invasión causaría una fuerte respuesta de Occidente; sin embargo, contaba con un arma poderosa para responder a las sanciones: la posibilidad de manipular a Europa, que hasta hace pocos meses dependía profundamente de la energía rusa; además, el alza de los precios del petróleo, como consecuencia de la guerra le ha permitido hasta hoy en día sostener los enormes costos de la invasión. La estrategia de Putin, además, se erguía sobre dos supuestos que resultaron ser falsos: la falta de voluntad del liderazgo y pueblo ucraniano a resistir y la supuesta debilidad de Estados Unidos y Europa, que Putin esperaba terminarían por presionar a Ucrania a rendirse para detener la crisis económica. Parece difícil creer que Putin, un estadista con décadas de experiencia, haya hecho mal el cálculo no sólo de sus propias fuerzas, sino de la reacción de sus rivales. El balance de poder es el elemento central de las relaciones internacionales y la entereza (hasta el momento) de Occidente ante la expansión militar rusa es una reacción natural.

La respuesta del liderazgo y pueblo ucraniano fue aún más sorpresiva para Moscú. Putin esperaba que en cuestión de días el liderazgo ucraniano se desmoronaría; o los líderes huirían para evitar ser apresados o sus fuerzas especiales conseguirían infiltrarse en Kiev y asesinar o apresar a las cabezas. Sin embargo, el presidente ucraniano y sus ministros no sólo no huyeron, sino que lideraron el comienzo de una movilización total de resistencia, deteniendo el avance de las tropas rusas de manera inverosímil a las afueras de Kiev. La impactante contraofensiva ucraniana que recapturó más de ocho mil kilómetros cuadrados esta semana ha puesto a Putin contra las cuerdas. Su ejército está diezmado y llamar a una conscripción nacional puede resultar en un cambio de opinión del pueblo ruso, además de que, a estas alturas, cabe duda si solucionaría sus problemas. Rusia ha sido incapaz de entrenar a sus fuerzas al ritmo necesario para suplir a sus muertos y las sanciones han inhabilitado su industria armamentista. Además, Europa se encuentra cerca de suplir eficientemente la energía rusa; el arma predilecta de Putin tiene ahora fecha de caducidad. En Rusia la crisis económica y las sanciones comienzan a sentirse y el ejército ucraniano, con ayuda de la inteligencia y el armamento occidental, amenaza a las tropas rusas en el sur. Putin difícilmente podrá lograr una victoria que obligue a Ucrania a ceder territorio sin una declaración de guerra total. Su otro recurso son las armas nucleares, una apuesta mortal que difícilmente Putin se atreverá a usar.