Guillermo Hurtado

Malinchismo y anti-malinchismo

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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En mi artículo del sábado anterior, sostuve que el malinchismo es un dispositivo que impide que los mexicanos vean la realidad tal cual es, cometan injusticias en contra de sus compatriotas e incluso de sí mismos. Otro de sus males es que propicia una respuesta contraria no menos perniciosa: el anti-malinchismo. No es lo mismo superar el malinchismo que entrar en contienda con él. El primero lo ignora, el segundo lo combate.

El anti-malinchismo es una reacción al malinchismo. Por lo mismo, podemos distinguir entre el anti-malinchismo extremo y el anti-malinchismo selectivo.

El primero es el que grita a todo pulmón: “¡Como México no hay dos!”. El anti-malinchista extremo, es decir, el chovinista desaforado, afirma que en México se encuentra la gente más noble, los machos más bragados, los caballos más raudos, la comida más sabrosa, los valles más transparentes. Esta reacción al malinchismo extremo se ha cultivado profusamente en la cultura popular, por ejemplo, en el cine de la llamada Época de Oro. Lo que resulta asombroso —aunque no incomprensible— es que también haya sido elaborada en el plano de la filosofía más rigurosa. En su Análisis del ser del mexicano, Emilio Uranga explica cómo en un principio a los habitantes de América se les cuestionó su humanidad plena y después se les aceptó a regañadientes, pero que siempre se les consideró inferiores. Después de una densa argumentación ontológica, Uranga sostiene que: “En los orígenes de nuestra historia hubimos de sufrir injustamente una desvalorización por no asemejarnos al ‘hombre europeo’. Con el mismo sesgo de espíritu hoy devolvemos esa calificación y desconocemos como ‘humana’ toda esa construcción del europeo que finca en la sustancialidad a la ‘dignidad’ humana”. Al hacer de lo mexicano el marco de referencia de lo humano, Uranga da una cucharada de su propia medicina a los filósofos eurocentristas, pero también busca escandalizar a los filósofos mexicanos que, de manera malinchista, adoptan las ideas y teorías del extranjero de manera acrítica y asumen una concepción de lo humano en la que lo mexicano queda siempre por debajo de lo europeo.  

El anti-malinchista selectivo invierte la escala de valores que utiliza el malinchista selectivo. Lo que el malinchista selectivo pone por arriba de lo mexicano, el anti-malinchista selectivo lo pone por debajo. Lo mexicano es mejor a lo extranjero cuando éste es blanco, rubio, anglosajón, etc. Sin embargo, el anti-malinchismo selectivo normalmente no coloca a lo mexicano por debajo de nadie, sino que lo ubica en un plano de igualdad con los otros pueblos que han sido colonizados por los europeos o los estadounidenses en distintos tiempos. Digamos que se basa en una solidaridad con quienes han padecido, como los mexicanos, una discriminación y una explotación semejante. José Vasconcelos es el mejor ejemplo de la respuesta filosófica al malinchismo selectivo. Él, mejor que nadie, se dio cuenta a principios del siglo XX de que el amo español había sido sustituido por un amo anglosajón. Para vencerle, no podíamos esperar a alcanzar su mismo poderío militar e industrial. Era preciso desarrollar un pensamiento propio que ofreciera una visión distinta de la historia de la humanidad que la que ellos intentaban imponer. Vasconcelos sostiene que el dominio de los anglosajones es reciente y será efímero. Las cosas volverán a la normalidad: ellos abajo y nosotros arriba.

La crítica radical al malinchismo que intentaron Vasconcelos y Uranga en el siglo anterior no rompió el círculo en el que se se mueven el malinchismo y el anti-malinchismo. El mecanismo de inversión valorativa no destruye la escala, lo que hace es cambiar el orden de sus términos. Es evidente que no podremos sanarnos del anti-malinchismo si no nos curamos antes del malinchismo. Pero tampoco podremos acabar de sanarnos del malinchismo si no nos curamos del anti-malinchismo. Hay que liberarse del círculo vicioso que alimenta cada uno de los extremos. Para ello, no basta con un ejercicio de auto-reflexión personal, ni siquiera con una terapia colectiva. Es indispensable atacar las causas que producen el malinchismo y su reacción automática, el anti-malinchismo. Es menester identificar el dispositivo que actúa de manera persistente para su reproducción y combatirlo de manera integral. En otras palabras, hay que acabar de desmontar el régimen neocolonial que sigue activo, tanto en su régimen externo como interno.