Horacio Vives Segl

A un año del asalto al Capitolio

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Se cumplió el primer aniversario del asalto al Capitolio en Washington para intentar impedir la certificación del triunfo electoral de Joe Biden. A un año del ataque más artero a las instituciones democráticas estadounidenses, que costó cinco vidas y decenas de heridos, hay un cúmulo de hechos y desafíos interesantes por resolver.

Lo primero que hay que resaltar es que, ante un hecho de la mayor complejidad como el que todos tuvimos oportunidad de presenciar, las investigaciones judiciales han tomado un curso adecuado: para el Departamento de Justicia —que ha calificado dicha investigación como la más grande en su existencia— no es menor haber presentado acusaciones contra 700 involucrados en la toma del Capitolio, de los cuales 70 ya fueron condenados y los demás siguen en proceso (dado que los tiempos de la justicia y de la política suelen llevar ritmos y lógicas distintas). Por otra parte, desde el Legislativo, parece muy probable que en las próximas semanas se realicen audiencias públicas, como parte de las indagatorias de la Comisión de Investigación creada para esclarecer y sancionar lo ocurrido hace un año. El desafío mayor será ver si las acusaciones que han ido quedando firmes contra la turba de vándalos se escala hasta los responsables políticos de alto nivel.

A un año, una de las mayores certezas sigue siendo la profunda polarización política en Estados Unidos. No ha sido un ciclo fácil, ni para Biden y los demócratas, ni para el Partido Republicano. Este último perdió la oportunidad dorada de desmarcarse del legado tóxico de Trump: parece no haber sido contundente para su dirigencia el haber perdido la presidencia y la mayoría en las dos cámaras del Congreso, ni los amagos de Trump de fundar su propio partido.

En el ciclo de primarias republicanas, Trump ha sabido imponer sus condiciones —básicamente reducidas a sostener su narrativa sobre el inexistente fraude en las pasadas elecciones presidenciales— para ir impulsando una red de candidaturas utilizable en su favor en un futuro próximo. También los datos reflejan que el expresidente ha sido capaz de levantar más recursos para financiar actividades electorales que los comités republicanos. Si, de todas formas, el partido ha cargado con el estigma y los costos de haberse rendido ante Trump, es muy probable que la dirigencia calcule que purgar y dividir al partido tendría consecuencias electorales más costosas. Así pues, el péndulo republicano parece inclinarse más hacia el trumpismo que a una verdadera reforma y reestructura de fondo.

Para el gobierno de Biden, los desafíos no son menores de cara a las elecciones legislativas de fin de año. No obstante el extraordinario arranque de gestión, las encuestas señalan una caída en la aprobación presidencial. A pesar de la responsabilidad con la que desde el primer momento el gobierno asumió la pandemia de Covid-19, la llegada de la actual ola de la variante Ómicron y los insuficientes resultados económicos (sobre todo la elevada inflación) marcan jaque en el tablero electoral demócrata. Queda por ver cuál será el impacto del magnífico discurso que pronunció Biden, en defensa de la democracia estadounidense —para marcar el infausto aniversario—, en la imponente Sala de Estatuas del Capitolio.