La inesperada resistencia demócrata

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La incertidumbre en los resultados de las elecciones es una de las características mínimas de un sistema electoral que funcione medianamente bien para los ciudadanos. Tener resultados inesperados como producto de la decisión colectiva es vital en una democracia y las elecciones intermedias de 2022 en Estados Unidos fueron una sorpresa porque los demócratas resistieron y obtuvieron mucho mejores resultados de lo que se esperaban.

El presidente Biden llegó a las elecciones intermedias con una tasa de aprobación de alrededor de 42%, muy parecida a la de los últimos presidentes estadounidenses previo a sus elecciones intermedias. Pero, a diferencia de lo que ha pasado durante los últimos 20 años, el partido del presidente no fue atropellado por la oposición durante las elecciones intermedias y, contra lo que la mayoría de las estimaciones sugería sólo como un escenario remoto, mantendrán el control del Senado gracias a que la representante de Nevada, Catherine Cortez Masto, quien logró mantener su asiento en una reñida contienda que se definió por unos pocos miles de votos. Eso significa que, a diferencia de los últimos años de gobierno de Trump, Obama, Bush o Clinton, Biden obtuvo un resultado favorable gracias al cual contará con al menos un espacio institucional legislativo a su favor.

Al mantener el control del Senado, los demócratas tendrán la oportunidad de detener y neutralizar muchas de las estrategias políticas que los republicanos hubieran tenido a su disposición de tener el control tanto del Senado como de la Cámara de Representantes, como las múltiples iniciativas legislativas e investigaciones contra miembros de su gobierno que seguramente tenían en mente. Igualmente, si llega a abrirse la posibilidad de definir a un juez de la Corte Suprema (dado que estas posiciones no tienen un periodo fijo, sino que son vitalicias), podrían hacerlo; a diferencia de lo que sucedió en el último tramo de gobierno de Obama.

Cuando en 2016 falleció de manera inesperada el juez Antonin Scalia, el gobierno demócrata podía elegir a su sustituto, pero dado que el Senado estaba controlado por los republicanos, éstos bloquearon la propuesta de que Merrick Garland se convirtiera en juez de la Corte Suprema bajo la justificación de que “estaban muy cerca de las elecciones”, a 8 meses de distancia. Naturalmente en política la congruencia es un bien escaso, porque el 27 de octubre de 2020, literalmente una semana antes de las elecciones presidenciales, el gobierno de Trump nombró como jueza a Amy Coney Barrett, con lo que aseguró el control republicano sobre esta importante institución al ocupar con una conservadora el espacio que era de la progresista Ruth Bader Ginsburg.

En cierto sentido, resulta llamativo que los demócratas pudieron mantener el control del Senado en buena medida por los efectos que tuvo haber perdido precisamente el control de la Corte Suprema, pues la decisión judicial de desechar el precedente que permitía el aborto legal gracias al caso de Roe contra Wade, fue una de las principales banderas para llamar al voto demócrata, ya que en muchas entidades los derechos reproductivos de las mujeres se jugaban en la boleta. El trumpismo sigue vivo y presente, pero no atropelló al gobierno de Biden. 2024 será una elección muy reñida.