Trump sin conceder

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
Leonardo Núñez GonzálezLa Razón de México
Por:

Los conteos finales de varios de los estados en disputa en la elección de 2020 han confirmado la victoria a Joe Biden, que obtendrá 306 de los 270 votos necesarios para ganar en el Colegio Electoral estadounidense. A pesar de ello, Donald Trump continúa una frenética campaña para gritar a los cuatro vientos que la elección fue fraudulenta.

Conforme avancen los diferentes procedimientos que formalicen la victoria y la presidencia de Biden, la estridencia de Trump se hará menos peligrosa y dará cabida a un aparato burocrático que automáticamente comenzará a girar hacia el nuevo presidente. En esta semana, la mayoría de los estados deben certificar sus resultados electorales y, en caso de que persistan disputas jurídicas, éstas deberán resolverse a más tardar el 8 de diciembre. El 14 de diciembre, los electores que resultaron designados con las votaciones de cada estado deben emitir sus votos correspondientes en el Colegio Electoral. Existe un pequeño espacio de incertidumbre en este paso, pues constitucionalmente no existe un mandato que obligue a los electores a votar por el candidato que ganó la elección de su estado, pero son tan pocos estos episodios y tan holgada la victoria de Biden, que sus consecuencias serían insignificantes.

Pasada esta etapa, el presidente del Senado, que en este caso es el vicepresidente Mike Pence, recibe los certificados de los votos del Colegio Electoral y los entrega al Congreso, que el 6 de enero debe sesionar para contarlos, deliberar sobre posibles objeciones que se presenten y cerrar el proceso electoral declarando al ganador oficial de la elección, que debe tomar posesión el 20 de enero de 2021.

Los intentos legales de Trump por incidir en los estados clave como Arizona, Georgia o Pensilvania han fracasado estrepitosamente por la falta de evidencias sobre el supuesto fraude electoral. Sin embargo, su discurso se mantiene en la línea de la estridencia y la negativa a conceder a su adversario la victoria. Esto difícilmente se traducirá en una controversia jurídica en la que Trump se niegue a dejar el poder y tenga que ser removido por la fuerza, pues esta opción se desvanece conforme avanza el proceso, pero las consecuencias de sus mensajes tienen que ser leídas en clave político-electoral. Con que un porcentaje de sus votantes mantenga viva la idea del fraude electoral y las múltiples teorías de la conspiración que el propio Trump alimenta, su importancia política difícilmente se desvanecerá en el aire y, por el contrario, puede ser la continuación de un esfuerzo deliberado para que la marca Trump, ya sea encabezada por Donald o sus hijos, mantenga influencia dentro del partido republicano. El sábado, por ejemplo, unos cuantos miles de sus seguidores tomaron las calles de Washington D.C. para repetir las consignas trumpistas del fraude electoral. Si estos grupos no son desmovilizados con un discurso de concesión o aceptación de los resultados, aun con Trump cediendo el poder, la división política que tanto ha beneficiado a los republicanos sólo seguirá ampliándose y, no hay que olvidarlo, casi 73 millones de personas votaron por ese mensaje. El populismo en Estados Unidos quedará fuera del poder, pero no está fuera de combate.