Vuelta de tuerca de la OTAN y el fracaso de Putin

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Si tan sólo hace unos cuantos años la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) parecía estar atravesando su crisis final en camino a la irrelevancia, lo cual en parte explica la confianza que tuvo Putin para lanzarse salvajemente contra Ucrania, hoy la situación es completamente diferente. Después de la XXX Cumbre de la OTAN, celebrada en Madrid la semana pasada, la alianza militar ha modificado su Concepto Estratégico, lo cual no es un mero cambio nominativo.

Este nuevo Concepto Estratégico es desarrollado en un extenso documento aprobado por los 30 países miembros de la OTAN, pero hay varios puntos fundamentales que muestran el cambio de rumbo que ha provocado el régimen ruso. En los primeros momentos del documento, se señala que “la guerra de agresión de la Federación Rusa contra Ucrania ha destruido la paz y ha alterado gravemente nuestro entorno de seguridad”. A partir de ello, la OTAN ha girado colectivamente para responder de manera directa a este hecho, pues: “La Federación Rusa es la amenaza más importante y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y la estabilidad en la zona euroatlántica”.

Este nuevo estatus para el régimen de Putin ha llevado a la implementación de una serie de cambios que aumentarán de manera brutal la presión militar sobre Rusia. No sólo se ha apostado por la ampliación de la membresía para incluir a Suecia y Finlandia lo más pronto posible, sino que se ha integrado un concepto de seguridad “de 360 grados”, en el que, además de la defensa comunitaria, ahora se incluye la disuasión como un objetivo. La alianza cambiará su estrategia defensiva para incrementar sustantivamente su arsenal militar, su personal a disposición y el despliegue militar en diferentes regiones.

Por ejemplo, desaparecerá el sistema tripwire (que podría traducirse como “cable de trampa”), en el que se asumía que en caso de un escenario de invasión a los países del flanco oriental de Europa, la respuesta de la alianza sería reactiva para recuperar las regiones en menos de 180 días. Ahora, este cambio apostará por la disuasión total, por lo que países como Lituania, Letonia y Estonia ahora contarán con mayor presencia militar para ser capaces de disuadir cualquier incursión rusa. Por lo tanto, Putin no sólo ha errado en su cálculo, sino que ha logrado todo lo contrario de lo que buscaba. Hoy la OTAN tocará sus fronteras en 1,340 kilómetros adicionales y con una potencia bélica que difícilmente podrá igualar la menguante economía rusa.

También por primera vez hay un señalamiento sobre la situación con China, pues en la anterior redefinición que se dio en Lisboa hace poco más de una década no se mencionaba siquiera. Los aliados reconocen que: “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) ponen en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores”. A partir de esto, en 10 ocasiones se menciona al gigante asiático para declarar que si bien no es un enemigo, las operaciones militares, cibernéticas, políticas y económicas de China forman parte de las acciones que en el futuro la OTAN tendrá en consideración. El futuro geopolítico del mundo es otro. Putin ha provocado este cambio.