Pedro Gil. Porque vencí a la locura con poesía

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Estoy consciente de que desde mi inframundo he creado belleza

Pedro Gil

El maestro Leonel Maciel me enseñó que la diferencia entre un artista común y un creador es el milagro. El milagro de la revelación de aquellos que firman la vida con la irreverencia del relámpago. En este mundo de milagros, de revelaciones, encontramos al poeta Pedro Gil originario de Manta, Ecuador. Un poeta excepcional cuya obra he podido conocer a través de Damia Mendoza, docente, investigadora, poetisa e intelectual ecuatoriana quien me acercó a la familia del poeta Gil en un merecido homenaje en Manta, Ecuador, en 2022 en el marco del Congreso Mundial de Poetas que preside la doctora María Eugenia Soberanis Nogueda.

Durante el homenaje y en días posteriores escuché sus poemas de los labios de Damia Mendoza, conversé con ella y me compartió no sólo su poesía sino el proyecto literario al cual dedico mi columna Pedro Gil: acercamiento biográfico. El libro es el estudio más profundo e interesante que se haya escrito sobre el poeta, incomparable en su obra y con una existencia marcada por encierros en clínicas de rehabilitación, hospitales, una infancia difícil, callejera, convulsa por momentos y de batallas permanentes que son el testimonio de un hombre que venció a la locura y a la sociedad con la fuerza de su poesía, la cual presume con la misma dignidad con la que un soldado presume sus heridas de guerra en este combate feroz con la palabra. La obra tiene un prólogo de otro poeta ecuatoriano vital, de metáforas poderosas y únicas: Paúl Puma. En sus palabras hace un análisis agudo, crítico, sensible: “Trato de hablar de ti, pero no es fácil, Pedro. Ahora que ya estamos en los espacio contrarios de un muro en el que golpeo con mis palabras, apelando a la memoria”. Las palabras del Puma provocan un nudo en la garganta porque si bien es cierto que reflexiona sobre las corrientes literarias que los círculos elitistas han considerado “antiestéticas” también lo es que Pedro Gil posee una visión más profunda de su propia humanidad y eso contagia, toca a quienes lo conocieron y a la postre los conmociona, los ilumina, los desafía.

La biografía del poeta Pedro Gil tiene la estructura de una entrevista, pero intercala reflexiones y opiniones de otros autores. Es testimonial y eso lo dota de un valor incalculable porque al autor de “Paren la guerra, que yo no juego, párenla”, lo podemos conocer sin mediadores, de forma franca y honesta: “De mí hablaron lo que quisieron; hoy deseo defenderme. La gente se inventó lo que callaba: el azar, el destino, Dios, y los Seudos- Salvadores”, expresa en una de sus reflexiones.

El libro merece una impresión de largo alcance, un tiraje que se extienda a más partes del continente. La voz de este poeta debe ser replicada porque cuando habla de su mundo, habla por el mundo de aquellos que, como él, escriben debajo de los puentes, por las calles, por los tranvías. Su voz, es la voz de un niño que fue salvado por la literatura, la de un hombre que caía y recaía en adicciones y encontraba la lucidez solamente cuando entraba en contacto con la poesía. Este esfuerzo de los amigos del poeta Pedro Gil, del prólogo de Paul Puma que edita la obra bajo el sello Puma Editores y de Damia Mendoza, de la familia del poeta que generosamente permitió la publicación y de todos aquellos que han participado en ella, merecen verla cruzando mares y derribando fronteras.