Mónica Argamasilla

En gustos se rompen géneros

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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No cabe duda que cada persona es un universo, cada uno con sus propias ideas, valores, ilusiones y cicatrices, esa forma única y personal es la que nos va definiendo y determina nuestros gustos.

Es increíble lo que un mismo libro puede causar en distinta gente, unos pueden amarlo y otros despreciarlo por completo, lo que me hace preguntarme si es la calidad del libro, la historia, o nuestras vivencias lo que nos hace reaccionar de forma tan distinta ante un texto.

Yo imparto círculos literarios y es increíble las distintas reacciones que causa una misma historia; ésa es una de las cosas que más me gusta de mi trabajo, porque no sólo me permite apreciar otro punto de vista, si no que además me permite ir conociendo a los demás. Debajo de nuestros gustos se esconde nuestra esencia.

A mí me gusta ir escogiendo libros que no tengan que ver unos con otros, saltar de género, leer un clásico, una autobiografía, realismo mágico, un libro de denuncia, novela histórica, un best seller; el objetivo es salirme de la zona de confort, descubrir nuevos autores y universos, dar oportunidad apreciar algo que no he leído antes.

Cada lectura crea un enlace personal entre autor y lector, cada uno desde su propio universo. El autor crea una historia desde su perspectiva, con sus ideas, sueños y anhelos, esa historia deja de pertenecerle al publicarla, ahora es el lector el que le da vida con su lectura, ahí se produce el choque único y personal entre ambos. Cada lectura es única e irrepetible.

¿De qué depende esa interpretación personal que hace el lector? De sus propios gustos, de su historia personal, de la forma en que se enfrenta al mundo. También depende de su edad, el momento personal que esté atravesando, su educación e ideas. Y ahí se completa el círculo de la lectura, cuando el lector lo hace suyo y emite su propio juicio.

Se conoce mucho a la gente por sus gustos literarios. Desde el momento que escojo un título para mis círculos literarios, de inmediato se a quien le va a gustar y a quien no. Me enriquece mucho escuchar los argumentos en favor y en contra. El respeto a la opinión del otro es uno de los tesoros que dejan los círculos literarios, no sólo aprender y gozar con el libro, si no escuchar lo que el otro tiene que decir con respeto y apertura. Es un ejercicio de empatía y también de crecimiento.

Yo estoy convencida que toda lectura nos deja algo, ya sea un disfrute, un aprendizaje, incluso un malestar. El objetivo de la literatura es causar una emoción en el otro, lo que los griegos llamaban “catarsis”, una purificación de sentimientos. Que la lectura cause algo en nosotros, que seamos mejores cuando leemos. A veces la historia que leemos parece escrita especialmente para nosotros, a veces pasa lo contrario, nos confronta o nos enoja, algunas historias incluso nos parecen tediosas o creemos que no aportan nada. Hay que leer más allá, con los ojos del alma, pregúntanos que nos está diciendo la historia, por qué un personaje determinado causa una sensación de malestar o gozo. Al leer, hacemos un autoanálisis, un viaje que nos enfrenta a nuestros propios demonios o miedos. Hay algunos géneros o autores con los que nos identificamos, y otros incluso ganadores de premios y reputaciones intachables, que nos producen cierto malestar, y por lo contrario, hay estilos que nos invitan a saber más, a pausar la lectura para que nos dure más.

Ésa es la maravilla de la literatura, que hay historias para todos los gustos, géneros que son más populares y géneros y autores que son más elitistas. Pero yo estoy convencida que a veces hay que dar oportunidad a aventurarnos en autores y géneros que no llaman nuestra atención, porque quizás ahí nos llevemos una sorpresa y podamos descubrir algo que definitivamente nos hará crecer como personas.