Mónica Argamasilla

El poder de la palabra

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La palabra es el arma más poderosa que existe. Cada una está dotada de un poder absoluto, son únicas e irrepetibles. Una palabra jamás podrá sustituir a otra, ni siquiera un sinónimo.

Las palabras nos regalan el poder de la comunicación, son la base de la convivencia social entre seres humanos. Cada idioma está dotado de su propia musicalidad, su acento, el significado propio que da la región, sus modismos. Ninguna traducción podrá jamás reproducir el sentido fiel de una idea, son sólo aproximaciones.

Cada uno de nosotros tiene un tesoro en su interior, nuestra capacidad de expresarnos, de poder hablar de nuestras necesidades, de manifestar amor, enojo, cariño. El idioma es el arma con que enfrentamos a los demás, y ahí radica su enorme poder.

Una frase que ha sido expresada no tiene vuelta atrás. Se debe escoger cada palabra con responsabilidad ya que su poder es absoluto; desde su capacidad de destrucción, así como la de producir enlaces, relaciones laborales, de amistad, amor o de simplemente una sana convivencia.

¿Qué sería del mundo sin la palabra?, ¿sin poder entendernos unos a otros?

El mundo evoluciona gracias a ellas, a la capacidad de formular ideas.

Y entonces la palabra buscó ser eterna, y surgió la escritura, la forma más tangible de eternizar un pensamiento.

Lo que escribimos permanece, es una manera de manifestarnos más allá del tiempo y del espacio, más allá del presente. Escribimos para después, para seguir existiendo, para estar presentes cuando ya no estemos aquí.

Ésa es la magia de la escritura. Poder hacer de las palabras ideas permanentes. Manifestar pensamientos, filosofía, historia. Inventar realidades, hacer ficción. Jugar con la imaginación, crear. Y que no desaparezca.

Los escritores cuentan con las palabras como instrumento. Son los ingredientes que llevan sus creaciones. Cada uno va creando según el peso que dé a cada una, Encontrar aquella frase que sea perfecta, que esté en sincronía perfecta con su pensamiento. ¿Cuántas veces una frase cambió el sentido sólo porque una palabra no se colocó correctamente en su sitio? Cada palabra tiene una carga específica. No es lo mismo decir “casa” que “hogar”, una simboliza una calidez que a la otra le falta.

Ya dijo Benedetti en La tregua, que no es lo mismo decir “murió”, que “falleció”; una tiene un poder más informativo, la otra lleva una connotación más personal, un peso que se centra en el sentimiento, en la pérdida y en el corazón.

Neruda dijo que los conquistadores españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron un tesoro aún más grande, el idioma español, una lengua cuya riqueza está en su variedad, en la cantidad de sinónimos que tenemos para cada palabra, la capacidad infinita para nombrar alguna cosa. Tenemos un tesoro dinámico, con un poder inmenso.

Seamos eternos y escribamos. No es escritor el que publica, si no el que escribe. El que juega con los fonemas, con las sílabas, con los sinónimos y antónimos. Escribir es un ejercicio introspectivo, con un enorme poder curativo. Escribimos para desahogarnos, para poner en perspectiva algún pensamiento, o simplemente para dejar constancia de algo. Escritor es el que juega con las ideas y las plasma en papel, quien deja un testimonio, quien busca permanecer.

Somos y estamos los que escribimos, y seremos todo aquello que podamos crear. Todos tenemos la capacidad de hacerlo. Se conocen las historias familiares o el pasado histórico porque alguien lo puso en papel, porque alguien decidió que dejar constancia es la forma que tenemos de trascender y de evolucionar.

Las palabras son creativas y lo mejor es que todos tenemos la capacidad de hacer magia al jugar con ellas.