Mónica Argamasilla

El sentido poético

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El lenguaje es la herramienta de comunicación más utilizada; sin embargo, la cantidad de palabras con las que se puede jugar, hace que cada mensaje sea único e irrepetible. Las palabras se escogen con cuidado dependiendo del entorno y el sentido que se busque expresar. No hablamos igual cuando estamos enojados que cuando queremos expresar alegría, incluso cuando formulamos elogios.

Adornar nuestras frases tiene un sentido poético, es decir, utilizamos la belleza del lenguaje para formular empatía y causar una impresión positiva en el otro. Usamos el lenguaje a nuestro favor. Le imponemos un sentido alegórico a nuestras frases, un sentido que se llena de belleza.

Una alegoría es la representación artística que tiene un texto y que traducimos en un sentido simbólico; es decir, cuando el mensaje se presta a interpretación. Podemos dotar una frase de cuanta profundidad el interlocutor quiera darle, lo que amplía el mensaje de un modo sublime.

Utilizar el lenguaje a nuestro favor habla de nosotros mismos. Muestra nuestra sutileza y elegancia. Representamos y traducimos lo que hablamos y lo que escuchamos. Escuchar requiere atención, y decodificar la belleza de una frase metafórica es un trabajo para nuestros sentidos. Las palabras nos ayudan a dar un sentido a nuestra imaginación, y poder transmitir lo que imaginamos es un arte. Podemos percibir una idea con los sentidos, es decir, podemos oler, ver e incluso sentir y saborear aquello que escuchamos. Y adornar las frases ayuda a que la imagen sea más clara, incluso vivida.

Jugar con la belleza de las palabras es un arte. Rimarlas, acomodarlas y estructurarlas es un juego mental estimulante. Una oración cambia por completo si una palabra se cuela donde no se espera, incluso jugando con sinónimos hasta encontrar la palabra perfecta que represente nuestro sentir. No es lo mismo decir “casa” que “hogar”, la primera es una mera representación, la otra está dotada de una carga sentimental, como si quisiéramos imprimir toda la calidez que la palabra trae a nuestra mente.

Las palabras nos evocan momentos. Una frase es capaz de recrear un recuerdo con una nitidez que parece que lo estamos viviendo de nuevo. Pero cuando el momento que queremos recrear es demasiado importante, entonces buscamos palabras dotadas de fuerza y belleza para mayor exactitud. Eso es añadir un sentido poético.

Cuando queremos impresionar a los demás, lo hacemos por medio de un discurso elocuente. No hablamos por hablar, sabemos que el peso de nuestras palabras es nuestra tarjeta de presentación. No hay nada más satisfactorio que encontrar la frase perfecta que diseña nuestra idea en la dimensión correcta, crecemos cuando logramos impactar al otro.

Dotar de belleza a las palabras es un arte. A veces pienso que hemos perdido el respeto por la palabra. Las expresamos sin responsabilidad, olvidamos que nuestro discurso es tan importante como nuestra imagen física, a la que invertimos tanto tiempo en perfeccionar; pero de qué sirve ser hermosos por fuera cuando nuestro lenguaje es pobre y sin emoción. Volvernos poetas es encontrar en nuestro interior esa belleza que transmitimos por medio de las palabras, es utilizar el sentido poético del lenguaje.

Somos poetas en los instantes de felicidad. En el amor, solemos escoger las palabras más hermosas de nuestro repertorio. Tratamos de imprimir fuerza a cada frase, queremos que el otro entienda la inmensidad de nuestro sentimiento. Incluso nos volvemos un poco cursis; pero en realidad, lo que estamos haciendo es mostrar la mejor versión de nosotros mismos, y entonces entendemos el verdadero peso de una frase bella, pensada, escogida, y llenamos nuestra vida de un sentido poético. Seamos mejores, seamos poetas.