Mónica Argamasilla

Viajar a través de los libros

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Leer es una manera de viajar. No tenemos que salir de casa y podemos conocer el mundo entero. Lo único que hace falta es tener un buen libro entre las manos.

Leer es viajar con un guía de turistas local. Es mirar un país, una época y una cultura a través de los ojos del narrador. Es conocer cómo palpita una ciudad desde su interior, en su parte más íntima, la que no conoceríamos si en realidad estuviéramos en dicho lugar.

Los viajes a través de los libros tienen su propio color. Cada lector le da al espacio una visión distinta. Nos sentimos paseando por aquel lugar que nos han descrito con palabras, podemos incluso evocar sonidos, olores y sabores. Es un viaje único y personal.

El viaje consiste en transportarnos al espacio, el lugar físico que se nos describe, la época en que se sitúa la historia, pero el ámbito es lo que lo hace único y personal. Ése lo da el lector de acuerdo a lo que percibe. La ambientación tiene que ver con la vida que cobra el libro cuando el lector lo hace suyo. Podemos percibir sensaciones que son irrepetibles y que tienen que ver con nuestra propia historia. Por eso la lectura es un acto único, porque ningún lector entiende exactamente lo mismo.

Si algo aprendí en la pandemia, fue a sacar provecho de los recursos que tenía a la mano. Los libros me ayudaron a no sentirme encerrada. Tuve la oportunidad de viajar a través de cinco continentes, donde conocí personajes maravillosos que lograban que los días se me hicieran cortos. Dialogué con personajes históricos, personalidades que cobraban vida aun cuando tuvieran siglos de haber muerto. Aprendí a conocer lo que cada uno siente por su tierra, a respetar lo que las distintas religiones enseñan, las diferencias culturales y generacionales; pero sobre todo, me ayudaron a no sentirme sola nunca.

La lectura tiene enormes ventajas. No se viaja igual cuando no conoces nada sobre el país que visitas. Las experiencias más gratas se dan cuando viajamos a un lugar que sentimos que ya conocemos, porque hemos leído sobre él, porque sabemos su historia, la forma en que funciona su cultura, lo que se come, incluso acerca de su gastronomía.

Leer se convierte en un preludio al viaje en si, empezamos a gozar desde que nos adentramos en la primera página, y después, cuando en realidad podemos estar ahí es como visitar a un viejo amigo, sabemos que podemos esperar y no hay sorpresas desagradables.

Hay tantos lugares en el mundo que no conozco físicamente, pero que puedo jurar conocerlos mejor que los que han podido visitarlos sin tener un conocimiento previo. A mí me gusta estudiar los destinos antes de embarcarme en ellos. Es como hablar de la teoría y la práctica, se goza lo doble cuando no sólo conoces el lugar emblemático de la ciudad, si no que sabes el verdadero significado y la valía de dicho lugar. Cuántas veces hemos ido a una ciudad por primera vez y nos tomamos una foto en un monumento que no sabemos de su verdadero propósito; pero cuando hemos podido leer algo con anterioridad, la misma fotografía se vuelve un tesoro.

Así que viajar leyendo es una opción magnífica, usando las palabras podemos imaginarnos en el lugar, podemos estar un día entre las calles de Madrid, o estar frente a las pirámides de Egipto, o maravillarnos con un viaje al pasado. Sólo es cuestión de sumergirnos en lo que el autor tiene que decir y hacerlo nuestro. Contemplar aquello que sólo nuestros ojos pueden ver a través de la imaginación se convierte en el mejor viaje de nuestras vidas, donde absolutamente nada puede salir mal porque siempre regresaremos siendo mejores seres humanos, más cultos y mucho más empáticos. ¡Así que a abrir un libro y a viajar!