Mónica Garza

El llanto ensordecedor de los niños migrantes

GENTE COMO UNO

Mónica Garza *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Garza 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ha quedado claro que en México nos falta mucho por aprender sobre los derechos de los migrantes y nos falta más para entrenar a nuestra Guardia Nacional para respetarlos, incluso al mismo Instituto Nacional de Migración, que se ha percibido bastante extraviado.

Y es que esta semana, el tema de la Caravana Migrante en Chiapas se puso feo, feísimo, y no ha hecho más que empeorar.

Conversé con Luis Villagrán, director del Centro de Dignificación Humana, poco después de salir el comunicado del Instituto Nacional de Migración del 1 de noviembre, donde aseguraba haber detectado 6 casos de dengue en la Caravana Migrante.

“Primero decirte que no es cierto lo que dice el Instituto Nacional de Migración. Los comunicados oficialistas dicen mentiras y no muestran pruebas, al decir que hay 5 niños con dengue”.

“Nunca presentaron las pruebas, porque nunca se las hicieron. Personalmente yo llevé a los niños, y el director de la clínica —de apellido Huitrón— negó la atención a los niños, de tal manera que tuvimos que llevarlos a la clínica de Pijijiapan, y ahí es donde pudimos ver a los heridos de la balacera…”.

Además están negando la atención a las mujeres y a los niños migrantes y están tergiversando la ley y han ocasionado un verdadero problema al señalar en sus comunicados oficiales cosas que son totalmente mentira”, me dijo furioso el activista, quien ha acompañado a la movilización migrante en su paso por México.

“…No hay un solo documento que diga que (los niños) tenían dengue. Ellos presumieron por la sintomatología de los niños que había dengue, pero nunca les hicieron las pruebas, no tienen ni para hacer las pruebas de Covid, no tienen recursos, es un hospital rural”… me dijo Villagrán, quien asegura que en dicha clínica ni siquiera les alcanza para atender a los pacientes mexicanos, mucho menos a los migrantes.

Y lo que son las casualidades, todo esto sucedió la misma semana en la que se llevó a cabo la Conferencia Nacional por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, donde distintos defensores de Derechos Humanos coincidieron —otra vez— en la falta de atención a los menores que forman parte del fenómeno migratorio.

La caravana migrante, en su llegada a Pijijiapan, Chiapas, el pasado 2 de noviembre.
La caravana migrante, en su llegada a Pijijiapan, Chiapas, el pasado 2 de noviembre.Foto: Cuartoscuro

Se subrayó particularmente que, niños, niñas y adolescentes no deben ser considerados como migrantes, sino como “población en movilidad forzada”, pues la mayoría —si no es que todos— no tienen capacidad de decidir si quieren o no dejar su lugar de origen.

Melissa Vértiz Hernández, representante del Grupo de Trabajo sobre Política Migratoria, señaló que la llaga está abierta desde hace muchos años en México, porque se incumplen tres aspectos de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes:

1. No se identifican las necesidades particulares de cada niño.

2. No se canaliza de manera inmediata a quienes necesitan protección.

3. No se atiende de forma integral la protección de sus derechos.

Y es la piedra con la que las autoridades mexicanas se tropiezan una y otra vez, al no considerar a los niños como individuos, sino como responsabilidad de sus familias y no del Estado.

Estamos hablando de por lo menos mil 500 niños, niñas y adolescentes dentro de la Caravana Migrante, según las cuentas del Centro de Dignificación Humana.

Las imágenes de los migrantes que se defienden de la policía con palos y piedras, con sus hijos en brazos, son desgarradoras, producto de una estrategia agresiva, diseñada para contener el flujo de personas en las fronteras del sur, donde la desconfianza en las autoridades se hace cada vez más evidente.

Los niños migrantes en su mayoría pertenecen a Honduras, El Salvador, Guatemala y Venezuela, y de acuerdo al Grupo de Trabajo sobre Política Migratoria, existen constantes violaciones a sus derechos humanos, empezando por su total desamparo ante el uso excesivo de la fuerza y la separación de sus familias.

“La ley obliga al Instituto Nacional de Migración, sin ningún pretexto y excusa, a dar residencia permanente a personas en alto grado de vulnerabilidad en calidad de movilidad humana”, subraya Luis Villagrán, y tiene razón, pero la realidad es que el sistema mexicano está rebasado.

El 3 de noviembre pasado, en ese hospital de Pijijiapan nació Keby, el bebé de una pareja de migrantes haitianos, que sólo representa el primer parto de los 60 embarazos contabilizados en la caravana migrante.

Quién sabe cuántos de ellos alcancen a nacer en México, convirtiéndose en esa parte de la infancia que muy pocos quieren voltear a ver, adentro, mientras que afuera, ya muestra una de las peores caras de nuestro país…