Patricio Ballados

Debates presidenciales 1

POST “ELECTORAL”

Patricio Ballados*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Patricio Ballados
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La práctica de debates es una de las mejores herramientas que tiene la democracia. Supone, en primer lugar, una pluralidad de visiones. Implica el reconocimiento de la persona con la que se debate como un interlocutor válido. Por último, supone un mínimo de civilidad para que se lleve al cabo.

Los debates son, además, un buen termómetro de cómo van las campañas. Casi siempre, exige debates quien va abajo en las encuestas. Es sabiduría popular que en los debates se puede ganar poco y perder mucho. Por eso no sorprende los llamados a debatir al final de las precampañas por parte de los perseguidores y el bateo de la puntera. En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump ha declinado participar en los debates de los aspirantes republicanos a la nominación presidencial. Recientemente, la segunda en las encuestas, Nikky Haley, ha decidido ausentarse del siguiente debate si no participa Trump bajo el cálculo de que supone más riesgos que oportunidades.

En realidad, sin embargo, la historia de este tipo de ejercicios durante las campañas electorales ha demostrado que no suelen modificar la intención de voto de manera relevante. La excepción a esta regla es en el caso de la negativa a presentarse a debates ya pactados —como en el caso de Cuahutémoc Cárdenas en 2000 y Andrés Manuel López Obrador en 2006—, en donde sí se observó un movimiento sensible en las encuestas.

En México, después de décadas de debates fráncamente aburridos dado lo acartonado de las reglas establecidas, en 2018 el INE modificó radicalmente el diseño y producción de los debates, logrando multiplicar la audiencia y el interés de la ciudadanía incluyendo, particularmente, la población joven. Posteriormente, los debates a las gubernaturas entre 2019 y 2023 han representado generalmente una regresión (salvo por el caso de la elección extraordinaria en Puebla).

El INE ha avanzado en la aprobación de formatos y sedes para los debates en 2024 a realizarse en abril y mayo. Por ejemplo, en el primero se permitirá la participación ciudadana mediante preguntas segmentadas en tres regiones (norte, centro y sur), y en el segundo cuatro (norte, bajío y costa oestre, centro y sureste). No obstante, está pendiente la definición de los aspectos clave para garantizar el éxito de éstos.

Quizá el mayor reto de los primeros dos debates es establecer reglas claras y confiables para determinar qué preguntas se realizarán a las candidaturas. ¿Quién hará la curaduría de las preguntas recibidas? ¿Quién tendrá acceso a éstas? ¿Será el azar o las y los moderadores quienes determinarán cuáles se formulan? La construcción de estas definiciones será compleja y el INE deberá privilegiar la utilidad para la ciudadanía sobre las posiciones partidistas. Será indispensable, también, entregar el control final a las personas moderadoras, por lo que su selección será también crucial. El diablo está en (estos) detalles.