Rafael Rojas

Memoria y alegato

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Enrique Krauze, en la FIL Guadalajara de 2018.*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Enrique Krauze, en la FIL Guadalajara de 2018.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Foto: Cuartoscuro
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Spinoza en el parque México (Tusquets, 2022), de Enrique Krauze, es una memoria y un alegato, en forma de diálogo: una larga conversación con el filósofo español José María Lassalle, estudioso de John Locke y la escuela liberal moderna. El gesto de narrar la vida propia, no por medio de una confesión o una autobiografía, sino de una charla o un coloquio, tiene antecedentes ilustres.

La primera parte es una evocación del reino de la infancia y la adolescencia, en la Condesa, durante los años 50 y 60. Allí nació y creció Krauze, en una familia de varias generaciones de judíos polacos. Aquel mundo se describe apacible y próspero, en los años del cardenismo y el postcardenismo, donde asoma la mirada antisemita y xenófoba, como presencia inquietante, pero sin la fuerza necesaria para amenazar el entorno.

¿Cómo resumir el alegato de Enrique Krauze en estas memorias eruditas, apasionadas, entrañables? Me inclino por la hipótesis de que se trata de una defensa del liberalismo como corriente doctrinal permeable, abierta a cauces de muy diversa estirpe y cadencia ideológica: el judío y el socialista, el marxista y el católico, el anarquista y el libertario

Junto al tributo a abuelos y padres, a los maestros y al barrio, se rinde homenaje a profesores de la UNAM y El Colegio de México. Son aleccionadores, por su sentido de gratitud, los pasajes dedicados a las enseñanzas de Enrique Rivero Borrel en la Escuela de Ingeniería y de José Gaos, Daniel Cosío Villegas y Luis González en el Colmex. También agradece a amigos de juventud, José María Pérez Gay, Héctor Aguilar Camín, Hugo Hiriart, un repertorio de lecturas (Stevenson, Swift, Mann, Hesse, Kafka, Marcuse, Wilson) que visitaría en las décadas siguientes.

Krauze rinde honores a sus maestros ex cátedra: los de la gran tradición del pensamiento judío moderno. A propósito de un libro nunca escrito, sobre judíos heterodoxos o judíos no judíos, glosa la vida y la obra de Baruch Spinoza, original pensador holandés, de ascendencia sefardí-hispano-portuguesa del siglo XVII, de Heinrich Heine, poeta romántico alemán, que recitaban los jóvenes hegelianos en Jena, y de Karl Marx, el más sofisticado de los críticos del capitalismo y fundador del comunismo.

Spinoza, Heine y Marx, un linaje que habrían reclamado para sí Paul Lafargue o Rosa Luxemburgo. Al contar las citas de autores mencionados en el índice onomástico, después de Octavio Paz, nadie supera a Marx, seguido de cerca por Spinoza. Este libro es el diálogo de un liberal con el marxismo, el socialismo y, en gran medida, toda la izquierda del siglo XX. Diálogo que rige también, de principio a fin, la obra de Paz.

Krauze rinde honores a sus maestros ex cátedra: los de la gran tradición del pensamiento judío moderno. A propósito de un libro nunca escrito, sobre judíos heterodoxos o judíos no judíos, glosa la vida y la obra de Baruch Spinoza, original pensador holandés, de ascendencia sefardí-hispano-portuguesa del siglo XVII, de Heinrich Heine, poeta romántico alemán, que recitaban los jóvenes hegelianos en Jena, y de Karl Marx, el más sofisticado de los críticos del capitalismo y fundador del comunismo

Se detiene Krauze en algunas de las grandes mentes judías del siglo XX: Walter Benjamin, Hannah Arendt, Gershom Scholem. De la mano de ellos interviene, una vez más, en el debate sobre el totalitarismo, la barbarie y el mal en la modernidad. Algunas de sus advertencias sobre los excesos de analogías entre nazismo y comunismo recuerdan la obra Enzo Traverso, otro explorador de la historia intelectual judía, que igualmente se ha ocupado de la escritura de la memoria, la melancolía de izquierda y los riesgos de la metaforización del Holocausto.

De especial interés es el recorrido por la visión de Vuelta sobre América Latina y el Caribe. La rígida ubicación de aquella revista en uno de los polos de la Guerra Fría cultural se deshace al constatar que, así como encontraban refugio en sus páginas los disidentes de Europa del Este y Cuba (Solzhenitsyn, Havel, Michnik, Cabrera Infante, Arenas), o los socialistas y liberales de la New Left occidental (Sontag, Howe, Castoriadis, Habermas), Vuelta produjo una impugnación elocuente de las dictaduras militares de derecha en los años 70 y 80.

¿Cómo resumir el alegato de Enrique Krauze en estas memorias eruditas, apasionadas, entrañables? Me inclino por la hipótesis de que se trata de una defensa del liberalismo como corriente doctrinal permeable, abierta a cauces de muy diversa estirpe y cadencia ideológica: el judío y el socialista, el marxista y el católico, el anarquista y el libertario. Los tantos nombres y apellidos invocados en este libro juntan esa constelación extraordinaria de pensadoras y pensadores de la libertad que hoy, más que nunca, es preciso rearmar.