Rafael Solano

La oposición y la nueva vuelta electoral

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Solano
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Muchos de los análisis sobre las oposiciones pasan sobre el análisis de encuestas, pero hay algunos otros elementos a tomar en cuenta, hemos caído en el análisis de encuestas, dejando de lado el análisis político duro.

Para ello, querido lector, sugiero desmenuzar primero la noción partidista; un partido es una organización estructurada que agrega intereses, busca influir con un programa y trata de acceder a posiciones a través de las elecciones. Es decir, los elementos fundamentales de los partidos son su organización, su programa y sus capacidades electorales, a esto hay que agregar el ambiente (cambio social) y las estructuras de oportunidad política (institucionales y políticas).

Lo que estamos viendo en el debate dentro del círculo rojo de opinión son análisis que incluyen sólo la última parte de la ecuación, centrados sólo en la preferencia electoral, y mucha argumentación que acomoda números para justificar tal o cual opción, un poco producto de la polarización y posverdad que hoy vivimos, donde lo que importa es la justificación de nuestro punto y a quien le creemos es a quien dice lo que queremos escuchar. En estas condiciones es complejo llegar a análisis que puedan recibirse objetivamente.

Por ejemplo, hoy hay mucha gente que argumenta que ya regresamos al partido hegemónico, sin embargo, sólo apenas está sucediendo una vuelta electoral como para asegurar eso. Aún no sabemos qué sucederá cuando comience una nueva vuelta para la presidencia y las gubernaturas, por lo que es pronto para catalogar. Estamos en un país donde 7 de cada 10 elecciones a gobernador han tenido alternancias en el periodo democrático, y en el cual el partido con más negativos, no ha logrado conservar una sola gubernatura donde gobernó en los últimos años, hasta cierto punto, en nuestras elecciones, es tendencial que la opción que ofrece cambio gane sobre la opción que ofrece continuidad en una contienda a gobernador.

México tampoco está exento del cambio político mundial. En la elección de 2009, los partidos fundados antes del quiebre de 1988 (PRI-PAN) representaban el 70% de la Votación Nacional Emitida (VNE) a la Cámara de Diputados, mientras los partidos fundados entre 1988 y 2008 (PRD-PT-PVEM-Convergencia-Panal) representaban el 30%. En 2021, los tradicionales PRI-PAN representaron 40%, los fundados entre 1988 y 2008 (PRD-PT-PVEM) representaron 14% y los fundados o refundados después de la Gran Recesión de 2008 (Morena-MC) representaron 46% de la VNE. Esto ha sucedido en todo el mundo y está mostrando un cambio de época en los partidos políticos, concatenado con que México pasa por un inmenso cambio social (religioso, tecnológico, comercial, etc.), como lo hemos visto en anteriores columnas.

Desde luego no podemos obviar el mayor análisis de estos días que es la pertinencia de la coalición Va por México. En 2021 logró quitarle 45 distritos federales a Morena y sus aliados, de ellos 24 se dieron en la Ciudad de México y en el Estado de México, sin embargo, perdió 21 distritos que mantenía PRI, PAN-MC-PRD, es decir, su saldo fue de +24 distritos, por lo que sin la victoria de la zona del Valle de México el resultado habría sido cero. Una victoria antecedida de sucesos de alto impacto, como la crisis del Covid y la caída de la Línea 12, que para muchos representa una tendencia de éxito y para otros un caso específico de una buena estrategia de resistencia. Lo cierto es que este análisis ya está en el terreno de la posverdad, puesto que dejó de ser calibrado para volverse ideologizado.

Respecto a la noción partidista, entre 2014 y 2017 vimos la succión del PRD por parte de AMLO, y ahora vemos una trasvase de las estructuras locales del PRI hacia Morena. Pero esto no sólo es cuestión de voluntarismo por parte de los gobernadores priistas. Además de la negociación abierta que les permite el Gobierno federal hay un tema que poco se ha tocado, el profundo cambio institucional del PRI en sus Estatutos 2020, que lo llevó de ser un partido aglutinador de decisiones regionales y locales, a ser un partido donde los órganos deliberativos centralizaron sus facultades en la Presidencia del CEN, que cuenta con amplias capacidades como la designación de cualquier candidatura, la sanción y cancelación de cualquier procedimiento de selección en todos niveles, la designación de coordinaciones parlamentarias de manera discrecional, la revisión de la actuación de sus dirigentes estatales y la convocatoria de elecciones para sustituirlos mediante una facultad de atracción, pero esto no es todo, puede emitir Convocatorias al Consejo Político Nacional (CPN) unilateralmente, mientras el CPN tiene la facultad de concluir anticipadamente o conceder una prórroga del periodo de la dirigencia nacional. Es decir, el dirigente del PRI lo puede todo institucionalmente no tiene contrapesos. Por tanto, es normal que las diferencias políticas se estén dirimiendo en lo extrapartidista, pues en lo intrapartidista la contienda la tiene ganada el dirigente quien termina su periodo en agosto de 2023 (si no le conceden una prórroga), mientras el PRI se encuentra en una crisis.

Esto no es nuevo, una situación similar pasó en el caso de Acción Nacional en 2017 cuando su dirigente lo llevó a una crisis, en la cual el centralismo unipersonal se apropió del control total del partido mientras sus bases emigraban del apoyo partidista. Al final, los números se despresurizaron por la emigración de estructuras que no permitieron consolidar su preferencia electoral. Hay que decirlo, en el caso del PAN, no se puede establecer que hoy viva en una crisis organizacional profunda, como si sucedió entre 2017-2018. Pero más allá de los números, una buena enseñanza es que no se puede ir a elecciones sin una organización medianamente sana.

El caso de Movimiento Ciudadano es el de un partido cada vez más presente en las circunscripciones del norte del país, cuya estrategia es justamente intentar una mayor organización interna. Su estrategia ha sido clara, recuperar prerrogativas locales para desarrollarse institucionalmente, pasando de ser el séptimo partido y último partido en prerrogativas locales y nacionales, a convertirse en la cuarta fuerza política en capacidades presupuestales, prácticamente duplicando su presupuesto (local y federal) en 3 años. Es claro que la dirigencia analizó que las coaliciones en 2018 le dieron victorias relevantes, pero también lo subrepresentaron en todo el país, casi borrándolo y su apuesta de diseño estratégico fue el de una transición para la siguiente vuelta electoral.

Por último, el PRD es un partido que ha perdido la capacidad de ganar un distrito por sí mismo, y prácticamente ha perdido el registro en la mitad del país, siendo un partido con cada vez menos aporte en la zona del Valle de México, donde antes fue su bastión. Al respecto no hay más que decir.

La vuelta electoral completa que comenzó en 2018 terminará en 2023 con las elecciones de Estado de México y Coahuila. Los partidos de oposición han hecho múltiples esfuerzos, y pese a los discursos, después de esas contiendas cada uno recogerá sus resultados y los analizará para definir su ruta para la siguiente vuelta electoral.