Valeria Villa

Sobre el duelo

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

Chimamanda Ngozi Adichie, la escritora y feminista nigeriana está en duelo por la muerte de su padre, James Nwoye Adichie, quien tenía 88 años y fue profesor y decano de la Universidad de Nigeria. Nos lo contó en un ensayo estremecedor que publicó la revista The New Yorker hace unas semanas (https://www.newyorker.com/culture/personal-history/notes-on-grief).

Chimamanda se define como la que se preocupa en su familia, formada por varios hermanos y hermanas y hasta hace unos días, por su padre y su madre.

El impacto corporal del duelo se siente al leerla: dificultad para respirar el aire que se volvió denso, la sensación de traer cargando algo pesado en el pecho, la crueldad del dolor que amarga la boca y que se resiste a volverse palabra. Chimamanda no quiere hablar de la muerte del padre a pesar de que los nigerianos acostumbran hablar sus duelos con todos los familiares y amigos, teatralizarlos, actuarlos, como parte de la cultura del país. Pero ella no quiere, no puede, porque siente que se disuelve por dentro cada que alguien habla del fallecimiento, del mejor lugar en el que ahora está el padre, de que ya está descansando, de lo agradecida que debería estar por haberlo disfrutado tantos años. Las condolencias la llenan de rabia porque son cómplices de la verdad de la muerte. No hay palabra que la acompañe o que mitigue su dolor. Lo único que la calma un poco es escuchar un sencillo lo siento o palabras que describen a su padre: amable, fuerte, pacífico, íntegro.

La hija que perdió al padre tiene un miedo nuevo de que alguien más muera. Sabe que sólo es posible sentir ese dolor si se ha amado intensamente. Incrédula cuando escucha a los otros hablar del padre en pasado, acopia recuerdos en presente. Ella sigue siendo la hija de ese padre. Una hija inexperta en el infierno del dolor que sumado a la pandemia hace que todo sea mucho menos creíble. Los aeropuertos de Nigeria están cerrados así que sólo pudo ver a su padre muerto en la pantalla de un celular y en algunos videos. Risas compartidas con sus hermanos al recordar las pequeñas manías del padre y su capacidad para hacerlos sentir mejor cuando todo había salido mal. Después las lágrimas, la tristeza, la rabia. Todo se repite al infinito: Risas, lágrimas, tristeza, rabia. Rabia de que el mundo siga su curso mientras su alma se deshace en pedazos. Le dicen que el dolor se atraviesa, se habla, se enfrenta. No encuentra ningún camino por donde atravesar. Procura no pensar con mucha profundidad porque sabe que se hundiría en el nihilismo. Prefiere refugiarse en la negación, rehusarse a mirar, aunque finalmente tenga que hacerlo. La culpa la consume. Quizá pudo hacer algo para impedir la muerte que siempre temió.

Le dicen que encuentre paz en sus recuerdos. Lo que encuentra son puñaladas que la enfrentan con lo que nunca volverá a tener. Chimamanda prefiere estar sola con su duelo, ver fotos, leer cartas y escribir: El duelo es la imposibilidad radical del regreso. El verdadero duelo es el sentimiento de aquellos que tuvieron la suerte de amar. El duelo proclama la pérdida pero también la continuidad del amor.