Valeria Villa

El fanatismo desde el psicoanálisis (I)

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
Por:

Ninguna religión vive una relación feliz con la democracia.

Ninguna fe puede coexistir con el pluralismo y la tolerancia

Amos Oz

Roosevelt Cassorla, psicoanalista brasileño, publicó El fanatismo como fenómeno social y clínico en el International Journal of Psychoanalysis, #100, año 2019. A continuación, un resumen de la primera parte de este trabajo, que describe el fenómeno clínico y social del fanatismo, muy pertinente en un momento histórico en el que la intolerancia a la diversidad ha recuperado fuerza y amenaza la libertad de pensamiento, los derechos humanos y la democracia:

El fanático cambia la percepción y el conocimiento de la realidad, de modo que pueda adaptarla a sus necesidades y deseos. Vive con la certeza de poseer la verdad, que es una sola. Cualquier hecho que no coincida con esta verdad única es aislada y atacada por la organización fanática, que el fanático lidera. El fanatismo es una forma de defensa de lo real, basada en devorar y nutrirse de sus adeptos. El fanático se vive infalible, dueño de una verdad superior que debe contagiar para salvar a otros. Si el otro se resiste a la salvación, el fanático cree que es por envidia y rivalidad. Lo que sigue es atacar toda la evidencia que pueda cuestionar sus ideas, incluidas las personas que dudan. Cualquier acto estará justificado en nombre de la verdad o de la causa. En la mente fanática no hay lugar para la duda, la tolerancia, la alteridad, la culpa, el duelo, la depresión o la reparación. No hay tristeza o alegría, sólo exaltación maniaca.

Existe un fanatismo de la vida cotidiana, que no está cerca de la parte psicótica de la mente: idealizar objetos como cantantes, equipos de futbol o instituciones políticas que no exigen lealtad total. Este fanatismo suele vivirse intensamente en la adolescencia. En la mente del adolescente, su equipo de futbol y él son uno. Sin embargo, algunas mentes no se deshacen nunca de estas simbiosis fanáticas. La deformación de la realidad de los fanáticos es convincente para ellos y funcionan a partir de un consenso de esta realidad inventada, que es extraña para los que la miran desde fuera. El psicótico no busca seguidores. El fanático sí. La palabra fanático viene del latín fanus (templo). También del verbo fari (hablar solemnemente). Entre los romanos, el fanático era el portero que vigilaba el santuario. Más tarde, el término se amplió para nombrar al loco, entusiasta, delirante, exaltado por su fe. En el pensamiento fanático, hay una deformación generalizada y una valoración acrítica de la causalidad. Una situación se generaliza como verdadera o falsa y se atribuye la responsabilidad a todos los que integran una misma categoría: etnia, religión, profesión (intelectuales, abogados, investigadores), nacionalidad, etc. La causa del mal siempre son los otros, considerados enemigos. En el fanatismo hay una narrativa que simula ser pensamiento, pero que sólo es repetición inmutable de dogmas y consignas. Una aglomeración de alucinaciones.

Se ha encontrado en la clínica una clara relación entre fanatismo y resentimiento. El resentido se siente agraviado y busca vengarse del objeto que le hizo daño. El fanatismo surge con más facilidad en una persona o grupo que se siente frágil y amenazado. Para compensar la desesperación se busca algo poderoso, que salve y reemplace la inseguridad por certeza. Detrás de la supuesta certeza inquebrantable, hay terribles inseguridades. La mente fanática encubre aspectos frágiles y aterrorizados. La mente con funcionamiento fanático está obsesionada con convencer de lo que considera la verdad. Los no adeptos captan lo extraño, lo siniestro, lo inquietante (Unheimlich) del fanatismo.

(continuará)