Valeria Villa

Pensar lo insoportable

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
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A lo largo de la vida nos enfrentamos a experiencias emocionales para las que no estamos preparados y por eso necesitamos de los otros para atravesarlas y para pensarlas. Wilfred Bion, el psicoanalista inglés, lo dice así: “La unidad humana es una pareja y se necesitan dos seres humanos para hacer uno”. Donald Winnicott lo dijo a su manera: “No existe tal cosa como el bebé sin la madre”.

Se necesitan dos mentes para pensar los pensamientos más perturbadores. Esta afirmación hace referencia, en parte, a un mecanismo de defensa llamado identificación proyectiva, que consiste en que partes escindidas del yo (desagradables, aterradoras) son proyectadas dentro del otro de una diada. La unidad básica para entender este proceso es la madre con su hijo: entre la madre y el niño se da una identificación proyectiva sana, gracias a la que piensan juntos y gracias a la cual el niño puede desarrollar un sentido de realidad frágil y rudimentario. Una capacidad rudimentaria para percibirse a sí mismo, a su madre y a la realidad. Por ejemplo, si el bebé siente que se muere de hambre, quiere deshacerse de este sentimiento y lo proyecta en la madre, que si está equilibrada, podrá devolverle al bebé un sentimiento de tranquilidad y asegurarle que no va a morir. Así, se apaciguan los pensamientos perturbadores del bebé.

En la clínica, la terapeuta recibe las proyecciones del paciente que le permiten entender cómo se siente. Inicialmente, puede quedar atrapada y adormecida en su capacidad de pensar para después recuperarse, una vez que ha comprendido la naturaleza del miedo y del odio que el paciente puede estar sintiendo y ayudarle no a resolver sus problemas emocionales, sino a que piense la realidad de su experiencia emocional. Lo que hoy conocemos como pensamiento fue en el origen identificación proyectiva. En ciertos momentos de la vida, que varían para cada individuo, se nos vuelve insoportable pensar o soñar nuestra experiencia. En tales circunstancias y si somos afortunados, habrá otra persona (tal vez una madre, un padre, un analista, un supervisor, un esposo, un hermano, un amigo cercano) que esté dispuesto a involucrarse con nosotros en el proceso de pensar y soñar lo que antes era insoportable. Soñar es la forma más profunda del pensamiento y el medio principal para hacer trabajo psicológico, para enfrentar la realidad y para resolver nuestros problemas emocionales.

Se necesitan dos mentes para pensar los pensamientos más perturbadores. Esta afirmación habla de nuestra ineludible naturaleza interpersonal. A veces y como efecto de la desilusión, pensamos que es mejor estar solos porque a nadie le importa lo que nos ocurre. La deificación de lo individual, que afirma que no necesitamos de nadie para atravesar la vida, es un mito. Siempre es mejor compartir las cargas emocionales, escuchar otras opiniones, acompañarnos para pensar las cosas con calma, tomar perspectiva gracias a la visión de un buen amigo, contar los sueños y buscar su significado único y personal de la mano de una buena escucha.