Valeria Villa

Para seguir respirando*

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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El espacio mental, habitado por personajes autobiográficos cargados de afecto, por las fantasías inconscientes y por la vida onírica, está infectado por el aislamiento social, por la angustia de muerte y por la incertidumbre sobre el futuro económico y social del país y del mundo. Apareció una regresión colectiva que hizo de la casa el único espacio seguro para la sobrevivencia. El autismo, entendido como aislamiento, que caracteriza al bebé en sus primeros días y que es un rasgo de las personalidades esquizoides, se vuelve un síntoma ante la falta de contacto social. Es difícil pensarse sin la compañía de un interlocutor que mire y escuche. Las nuevas formar de vincularse producen un agotamiento inédito. La comunicación virtual sigue siendo, después de ocho meses, el modo más seguro de estar cerca, pero también comienza a hablarse del trauma por el encierro, de las marcas que dejará en niños y adolescentes el haber perdido la escuela y otros espacios de convivencia. El impacto que el confinamiento ha tenido en la vida familiar se refleja en un aumento de la violencia contra las mujeres en muchos países. Mujeres que perdieron la posibilidad de moverse y que enfrentan la violencia en el encierro, aisladas de sus redes de apoyo, que recurren a las líneas de emergencia hasta cinco veces más que antes de la pandemia.

El claustro mental es un riesgo para la salud. Estar encerrado en la propia mente propicia el aumento de las obsesiones, de la rumiación del pasado, de posponer todo para el último minuto. Una mente aislada es una mente que se canibaliza a sí misma. Este claustro es una forma de explicar el agotamiento sin precedente del que muchos están hablando. Agotamiento que se manifiesta en indiferencia, falta de deseos y abandono de la propia persona. Si todos los días se parecen tanto, si las dimensiones de tiempo y espacio perdieron sus límites, para qué bañarse o vestirse, para qué limitar el consumo de alcohol si un martes se parece al viernes. Quitar el cuerpo para trabajar, para estudiar, para divertirse, para salir a hacer deporte, para habitar la calle, produce entumecimiento sensorial y una disminución en la capacidad para concentrarse y pensar. La parálisis del cuerpo produce parálisis de la mente.

Ricardo Velasco sugiere algunas opciones para romper el claustro mental: Seguir cuidando los vínculos, adaptándose a las restricciones para evitar contagiar y ser contagiado. Buscar espacios abiertos para respirar. Diferenciar los espacios, porque el exceso de convivencia con quienes se comparte la cuarentena, desgasta la relación y aumenta la intolerancia. Diferenciar los roles: todos cocinan, todos limpian, todos cuidan a los niños y les ayudan con su tarea. Estas labores han sido territorio de las mujeres desde siempre. Las cargas deben repartirse, por justicia y por supervivencia emocional. Y buscar la belleza, que está en la música, en el teatro, en la literatura, en la solidaridad, en la naturaleza. Habrá que encontrarla, para seguir respirando física y mentalmente en los meses de pandemia que todavía quedan por delante.

Los duelos múltiples que rondan estos días habrán de transitarse con paciencia y compasión.

*Basado en la conferencia sobre Donald Meltzer impartida el pasado 13 de noviembre, por Ricardo Velasco, psicoanalista mexicano y autor de Senderos del inconsciente, Paradiso Editores (2013) y de numerosos artículos disponibles en la red.