Enemigos del pueblo

Enemigos del pueblo
Por:
  • rafaelr-columnista

En ningún otro momento se condensa tan claramente el impulso autoritario de un gobierno como cuando el jefe de Estado acusa a sus críticos —sean opositores o periodistas, intelectuales o académicos— de “enemigos del pueblo”. La expresión, como tantas en la jerga política, tiene un origen romano, aunque bajo la connotación de hostis publicus, que desde mucho antes de Coriolanus de Shakespeare se traduce como public enemy  o  enemigo público y que significa algo distinto.

El dramaturgo noruego Henrik Ibsen escribió a fines del siglo XIX una pieza teatral titulada, precisamente, “Un enemigo del pueblo”. La obra contaba la historia del médico de un balneario, el Dr. Stockmann, que descubre una bacteria en las aguas de la playa. Cuando el científico intenta alertar a los vecinos y autoridades de la amenaza, nadie le cree y se gana el odio de una comunidad que quiere seguir con su vida y su próspero negocio turístico. Una puesta en escena de esta obra, por una compañía berlinesa, fue vetada hace dos meses, en China, por el antiecológico gobierno de Xi Jinping.

 

“Ahora ese viejo dicho, que creíamos agotado, reaparece en el habla del presidente de Estados Unidos. En una infame conferencia de prensa en la Casa Blanca, Donald Trump acusó al corresponsal de CNN, de origen cubano, Jim Acosta, y a su cadena de ser “enemigos del pueblo”

 

En el lenguaje político moderno, la expresión “enemigo del pueblo” no alude a quien se opone al interés público sino a quien se opone a un poder, que habla en nombre del pueblo. Su origen es específicamente jacobino, durante el terror de 1793-94, cuando Robespierre la utilizaba para condenar a la guillotina a Danton, Desmoulins, Hébert y otros disidentes del jacobinismo.

De la tradición jacobina, la frase pasó directamente al bolchevismo y fue usada por Lenin y otros líderes de la Revolución rusa, para justificar la represión contra los “kadetes” o miembros del Partido Democrático Constitucional de Rusia (Miliukov, Kavelin, Chicherin…), y el arresto de algunos de ellos a fines de 1917. Del bolchevismo fue que Stalin heredó el estigma de “enemigos del pueblo”, que aplicó durante las purgas de los años 30, contra sus viejos camaradas del periodo leninista.

[caption id="attachment_824862" align="aligncenter" width="1162"] EL PRESIDENTE Donald Trump, en una imagen de archivo.[/caption]

La expresión “enemigos del pueblo” se afianzó tanto en el lenguaje político soviético, que sirvió lo mismo para encarcelar y asesinar liberales, bolcheviques y hasta a los mismos estalinistas a partir del XX Congreso del PCUS en 1956. El tenebroso Lavrenti Beria pasó de delator y verdugo de los enemigos del pueblo a ser él mismo un enemigo del pueblo más, durante la desestalinización, aunque después del “deshielo” de Nikita Kruschev, el término entró en desuso.

Ahora ese viejo dicho, que creíamos agotado, reaparece en el habla del presidente de Estados Unidos. En una infame conferencia de prensa en la Casa Blanca, Donald Trump acusó al corresponsal de CNN, de origen cubano, Jim Acosta, y a su cadena de ser “enemigos del pueblo” por difundir fake news. El video con que se intentó demostrar que Acosta había agredido físicamente a una pasante de la Casa Blanca, que intentó arrebatarle el micrófono, fue una típica noticia falsa.

 

“La expresión ‘enemigos del pueblo’ se afianzó tanto en el lenguaje político soviético que sirvió lo mismo para encarcelar y asesinar liberales, bolcheviques y hasta a los mismos estalinistas a partir del XX Congreso del PCUS en 1956”

 

En la misma conferencia de prensa, luego de llamar “enemigo del pueblo” a Jim Acosta, Trump repitió frases parecidas mientras mandaba a callar a las periodistas afroamericanas April Ryan y Yamiche Alcindor, de PBS, a quien acusó de hacer preguntas “racistas” por indagar qué entendía el presidente por “nacionalismo”. Pregunta más que pertinente en un momento tan delicado para la democracia en Estados Unidos, donde un presidente que se dice “nacionalista” y “antiglobalista”, asume como racismo el cuestionamiento del discurso oficial por las minorías.

La transferencia de aquellas nociones despóticas al lenguaje del poder en Estados Unidos es un fenómeno alarmante, que ilustra a la perfección el ascenso de nuevos populismos autoritarios, sobre todo de derecha, en países occidentales con sólidas tradiciones republicanas o liberales. Que eso suceda es una fabulosa noticia para las corrientes y liderazgos políticos, que llevan décadas en un paciente proceso de construcción de alternativas dictatoriales a las democracias del siglo XXI.